Una historia de langostas, especuladores, estúpidos, amantes de la conspiración, fanáticos religiosos y los que jamás se enteran de nada, de estos procesos de mundialización y globalización.
CUANDO UNA EVENTUALIDAD SACA LO PEOR DE NOSOTROS
El CORONAVIRUS y su difusión en apariencia imposible de detener es un producto de la globalización o del proceso de mundialización, que a través del tiempo ha significado un incesante flujo de enfermedades y epidemias que llegaron y que hemos aprendido a vivir con ellas.
La polio, el sarampión, la tuberculosis, la viruela, la malaria, la tos ferina, la papera o la difteria forman parte de nuestro entorno de enfermedades con las cuales vivimos y hemos aprendido a controlar.
Dentro de esta realidad sanitaria llega el CORONAVIRUS y como colectivo social deberíamos reaccionar con madurez, cautela, atención y precaución, mientras los científicos del mundo encuentran la manera de controlarla y/o neutralizarla, para ponerla en el bando de las enfermedades que existen en nuestro entorno como las enumeradas en el párrafo anterior.
No hay nada más que hacer, sin embargo, en estos días los medios de comunicación y sobre todo las redes sociales han evidenciado algunos comportamientos suigéneris de algunas personas o grupos humanos, respecto a la manera tan peculiar de reaccionar respecto a la “nueva enfermedad”.
En Argentina dirían: Con el CORONAVIRUS en el país, se formará un “Quilombo”, donde por lo general, conviven los desesperados por aprovisionarse de mascarillas, alcohol, desinfectantes, alimentos, agua y adoptan el comportamiento de plaga de “langostas” que barren las existencias de estos productos.