BERTITA Y LA DOCENCIA

 

A BERTITA MORALES CARDOSO Y EN ELLA UN HOMENAJE A LAS MUJERES QUE CUMPLIERON DE FORMA MARAVILLOSA SU TAREA EN LA DOCENCIA

 

Es fascinante el proceso de la vida, el que permite moldear nuestra propia existencia con las decisiones que se atesoran en el cofre de recuerdos, como el inefable efecto de una serie de inicios y finales.

Este es uno de aquellos momentos, los de  una mujer profesional que cierra de manera brillante la etapa de la vida donde tenemos la oportunidad de enfrentarnos al mundo y realizarnos como producto de nuestras potencialidades y del carácter con el cual tomamos nuestro propio destino.

En lo particular, más que las historias de los barcos al partir, me gustan los relatos de los barcos cuando estos arriban, porque están llenos de vivencias, de experiencias y con seguridad de tesoros recogidos en el devenir de la aventura que es la vida.

Por ello me siento privilegiado por atestiguar la llegada a puerto, la vida profesional de Bertita Morales Cardoso, que si me permite una infidencia su vida como docente universitaria empieza con la pérdida y dolor por la prematura muerte de su esposo.

Por supuesto había que vivir con toda intensidad la partida de su compañero, hasta que llegó la voz de alerta, expresada en un incidente con uno de sus hijos.

Había que hacer un alto, no había espacio para dejar escapar una última lágrima, debía levantar la mirada, otear el horizonte y asumir su propia vida, el futuro de sus hijos y en este caso con la docencia como vehículo que le permitiría encontrar las respuestas a los retos a los que le enfrentaba su destino.

Entonces pudo pasear su clase como maestra en un amplio espectro de instituciones educativas, de todo orden y siempre lo hizo con altura, presencia y suficiencia.

A la manera de Bertita, con disciplina, con rigor, con respeto y con afecto. Pudo a través de los años llamar a cada uno de sus estudiantes por su propio nombre, identificarlo, apreciarlo, reconocer en cada uno de ellos a un ser humano en su dimensión total y tratarlo como tal.

Por ello cada joven que pudo compartir sus clases, pudo enriquecer su propia existencia con la sabiduría de una mujer que debió aprender los secretos de la educación y de la solidaridad con cada ser humano que estuvo a su lado y tuvo como pretexto la contabilidad.

Y en ese trajinar educativo, también encontró ángeles, personas, con quien sujetó su mano y caminó por senderos jamás imaginados, en la docencia, en el hogar y en el  mismo mundo, entonces fue el momento de embellecer su existencia con los viajes, en las aulas dispersas por el orbe, graduándose tantas veces como un ser universal.

Pudo disfrutar del triunfo académico de todos sus hijos, dejó oír su voz, la de su conciencia cívica en las marchas a favor de sus pasiones, la defensa de los derechos de los profesores, de la mujer, de la libertad de expresión, de la democracia, hasta encontrar la sabiduría para retirarse de la docencia en la plenitud de sus facultades y hacerlo por la puerta grande, dejando la sensación de que todavía había hilo en el carrete por algunas temporadas más de labor docente en el más alto nivel.

Sin embargo los fascinantes colores del otoño apresuraron su partida de las aulas de la Universidad, porque existen otros retos que asumir y que cumplir, que deberán materializarse en acuarelas y en relatos de las cuales también podremos disfrutar.

Por ello este es el momento para celebrar una vida digna, plena y ejemplar y como un natural homenaje deseo despedirla con nostalgia, pero de pies, en reconocimiento a quien cumplió con la faena que le puso la vida y de la cual logró los mejores resultados, para orgullo y satisfacción de quienes la queremos, la apreciamos y la admiramos.

Para Bertita un gran aplauso por la labor cumplida.

 

 

Jorge Mora Varela