POLÍTICOS CON CEREBRO GRUYER

Cuentos de ficción política

POLÍTICOS CON CEREBRO GRUYER

Me fascina vivir entre el siglo XX y siglo XXI, porque los eventos que parecían ser parte de la ficción, se develan como verdaderos y por ello sorprendentes; para nadie es desconocido que gran parte de las utopías del film de ciencia ficción “Viaje a las Estrellas”, son parte de la cotidianidad.

Por ello no me sorprende que los populares films como “Space Jam”, “Irene, yo y otro yo” o “La Máscara”, que combinan a la perfección el mundo real con el de la fantasía, han influido para la creación de la mejor materia gris para los líderes políticos del siglo XXI, el “CEREBRO GRUYER”, inspirado en el popular queso maduro con agujeros de origen suizo y que operan casi a la perfección cuando se lo combina con la materia gris de los ciudadanos “cerebro de maní”.

Es un modelo experimental que es capaz de inspirar las mayores genialidades en el campo de la política, pero se corre el riesgo que cuando los circuitos se salen de la masa sólida y cae en los agujeros negros, llenos de antimateria, inducen a la toma de decisiones erráticas, peligrosas que provocan reacciones contradictorias fuera de control como las del agente de policía de “Irene, yo y otro yo” o sacan el lado oculto de la personalidad del líder, una versión desinhibida y exagerada del personaje como si fuese  de dibujos animados y que moldea su cuerpo y la realidad que los circunda como en el film “La Máscara”.

 

Por ello no deja de sorprender las genialidades de los líderes con “cerebro gruyer” capaces de refundar sus repúblicas con nuevas constituciones, ganar tantas elecciones cuantas sean a las que se sometan y tener mayorías absolutas, modernizar la infraestructura de sus países, poner a caminar a las viejas e ineficientes burocracias, optimizar los contratos petroleros, crear escuelas del milenio, impulsar un orden internacional alternativo, romper con el poder hegemónico y enfrentarlo, aliarse con los países no alineados, poner a sus pueblos en primera línea en el escenario internacional, tener sus jurisdicciones en orden y recibir cualquier cantidad de ¨Honoris Causa”.

Pero que no pudieron evadir los agujeros negros de su “Cerebro de Gruyer”, que los llevó a enfrentarse y perseguir de manera permanente e inútil con la prensa de sus países al poner en manifiesto su posición y su poder al romper de manera consuetudinaria los periódicos de papel frente a las cámaras de televisión.

A irrespetar a sus conciudadanos con una violencia verbal exacerbada e inaceptable, a mantener en sus gobiernos a personajes grises e ineficientes, solo por no dar gusto a sus críticos.

A no caer en cuenta que la curva de los ingresos con los cuales financiaban sus presupuestos no tenían una pendiente creciente hacia el infinito, sino que es oscilante y dependiente de los países que pueden generar investigación y desarrollo.

A aplicar la ley según sus oponentes, a ser considerados y piadosos con sus amigos cualesquiera hubiesen sido sus pecados e implacable con sus enemigos sin importar el tamaño de sus ofensas.

Por defender de manera ciega e irresponsable los errores y horrores de sus afines ideológicos o con los que comparten enemigos comunes.

Dispuestos a manipular a sus seguidores “cerebros de maní”, personajes monofónicos, capaces solo de entender las palabras de sus líderes y de reaccionar de acuerdo a los condicionamientos emitidos por ellos. Listos a crear dogmas políticos como una única verdad, para ser obedecidos como un mandato religioso, so pena de considerar a los que no los obedecen dignos de rechazo y de repudio político y social.

Este nuevo escenario, donde se hace realidad la ciencia ficción de las películas de Hollywood, me atemoriza, porque sus efectos colaterales aun no pueden dimensionarse y por ello aun no pueden desarrollarse las armas para combatirlos y solo nos quedan las armas democráticas en el voto libre y voluntario para defendernos de estos personajes que creíamos eran exclusivos de la ciencia ficción, pero que ya no es así, hasta donde sea posible.

 

Jorge Mora Varela