QUERIDO PAPA FRANCISCO, NO ME AGRADA SU DISCURSO

Yo nací, crecí y forme mi juventud con las ideas del Concilio Vaticano II y sobre todo con la propuesta de la Teología de la Liberación para América Latina, como: la opción preferencial por los pobres, la conciencia del pecado social y de la necesidad de la liberación. Por esta razón, cuando le escucho al pontífice de la Iglesia Católica referirse con frecuencia a la presencia del “maligno”, debo decirle:

 

QUERIDO PAPA FRANCISCO, NO ME AGRADA SU DISCURSO

 

Desde el inicio de su pontificado el Papa Francisco, tuvo una propuesta comunicativa, marcada por la influencia de su lengua materna, español argentinizado y como era de esperarse los expertos en teología del Vaticano, se esmeran en explicar y justificar que los términos que usa el pontífice, aseguran que él los “transfigura” y los convierte en un sentido positivo.

jorge mora vaticano-01 2

Sin embargo, no me resulta fácil asimilar el mensaje papal, cuando con frecuencia el Papa afirma que:

  • “el diablo no es un mito y debemos combatirlo”, o
  • cuando invita a “luchar contra el maligno y a desechar los egoísmos para vencerlo”, o
  • cuando, alerta a los católicos “de las asechanzas del diablo”, o
  • cuando explicó que así como el demonio “tentó a Jesús tantas veces y él sintió en su vida las tentaciones”, porque “También nosotros somos objeto del ataque del demonio, porque el espíritu del mal no quiere nuestra santidad, no quiere que seamos discípulos de Jesús”, o
  • porque “la corrupción es hacerse seguidor del diablo, padre de la mentira”, o
  • porque según él, “existe el demonio y hay una guerra contra la verdad y la vida”…

Entre tantas afirmaciones del Papa Francisco, con este tipo de razonamiento, me lleva a interrogarme ¿si en los dos mil años de la historia de la Iglesia Católica, los Papas, tuvieron un mismo modo de pensamiento y de expresión o fue cambiando con el tiempo?

El medievista italiano Alessandro Barbero en su libro "Le parole del Papa" da Gregorio VII a Francesco, de la Editorial Laterza, permiten entender cuan profundos han sido los cambios en el discurso papal a través de los siglos.

De la larga historia de la iglesia católica veremos unos cuantos ejemplos que nos permitirán imaginar los cambios del discurso papal a través de los tiempos.

Gregorio VII y el poder espiritual y el poder político

Declaró que todos debían obedecer al Papa, que él garantizaba un gobierno justo, porque estaba inspirado en Dios, el pontífice no solo reclamaba el poder espiritual, sino el temporal, que suponía que los emperadores y gobernantes estaban supeditados al mandato papal, donde todos debían someterse al mandato de la iglesia y obedecer al Papa, de no hacerlo se los declaraba enemigos de Dios y según él, debían ser destruidos.

 

Gregorio IX y la retórica bíblica

En este tiempo la formación de los eclesiásticos tenía una fuerte formación como juristas y sobre todo en el derecho canónico, que les permitía conocer, argumentar, demostrar, convencer, dentro de una institución eclesial, que funcionaba como una máquina administrativa y donde los clérigos debían sostener los argumentos para justificar por ejemplo la salvación y la excomunión dentro del poder espiritual o para comandar, juzgar y hasta condenar  dentro del poder temporal, para poder gobernar con autoridad.

 

León X y la obediencia

León X, enfrentó el cisma de la Iglesia católica, como producto de la publicación de las 95 tesis de Martín Lutero en las puertas de la Iglesia de Iglesia del Palacio de Wittenberg en la actual Alemania, en el año de 1517, que desembocó en la división de la iglesia y el nacimiento del Protestantismo. El Papa recurrió a “la obediencia”, como fuente y origen de toda virtud y sostenía que la entidad que la ostentaba era la Iglesia y que por lo tanto toda la virtud nacía de ella.

La obediencia es una conducta que viene desde San Agustín (354-430) quien afirmaba que por la autoridad de la Iglesia, se debía creer y por lo tanto obedecer a los Evangelios.

 

Los papas entre 1700 y 1800 entre la perfección y el cambio

Con el arribo de la modernidad, la ciencia, la revolución industrial, la enciclopedia, la revolución francesa, el liberalismo, los papas entre el 1700 y el 1800, no pueden entender el mundo y su lenguaje se vuelve lagrimoso y se lamentan que la Iglesia no está siendo escuchada. Gregorio XVII afirma que las leyes santas no están seguras, afirma que las escuelas corrompen a los alumnos por las novedades equivocadas de la ciencia.

Los papas sostienen que la iglesia es perfecta y que sería herético cambiar algo, por lo que no se debía tocar nada, porque la iglesia no era humana sino divina.

 

León XIII y el nuevo discurso

Con el Papa León XIII (1878-1903), cambia el discurso de la iglesia, se vuelve al lenguaje dulce, cauto, medido, el Papa plantea hablar de lo nuevo, en un ambiente donde aparece como enemigo fundamental el comunismo.

Sin embargo el Papa habla de lucha de clases, de cómo garantizar un salario justo a los trabajadores, de lograr acuerdos entre los gobernantes, los ricos y los trabajadores. Defiende la propiedad privada como un derecho sagrado, argumentando que el hombre es inteligente por la providencia divina, con este papado llegó el humanismo al Vaticano.

 

Benedicto XV, la voz del Papa no es escuchada

En 1917 cerca de finalizar la Primera Guerra Mundial, el Papa clama por la paz mundial, pero nadie le hace caso. Exhorta a los gobiernos a terminar con la “inútil tragedia”, sin embargo la reacción de los gobernantes de los países en el conflicto bélico es la de rechazar la intromisión del Papa en asuntos que solo les atañen a los países.

Así suceden la Revolución de Octubre de la Unión Soviética, el nazismo, el comunismo, el fascismo y la firma del Pacto de Letrán de 1929, pasa el período entre guerras y la II Guerra Mundial sin una posición clara de la Iglesia Católica.

 

Juan XXIII y el Concilio Vaticano II

El Papa Juan XXIII, escribe la Carta Encíclica PACEM IN TERRIS, en plena Guerra Fría, donde les habla a todos los pueblos de la tierra sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad y la iglesia católica hace sentir su voz en el mundo que estaba a punto de desatar una crisis nuclear con la presencia de los misiles soviéticos en Cuba.

Se empieza a hablar de libertad, de derechos de las personas, de la vida digna, del derecho a la alimentación, al acceso a los servicios sociales necesarios, al cuidado de la vejez, al problema del desempleo, al derecho de libre movimiento de las personas.

Al ingreso de la mujer a la vida pública, al trabajo y la conciencia de su dignidad, a la independencia de los pueblos, a la no discriminación y lo hace como Vicario de Jesús, salvador del mundo, artífice de la paz que aboga por el bien para todos.

 

Pablo VI y la teología de la liberación

El Papa Pablo VI promulgada en 1967 la encíclica POPULORUM PROGRESSIO (El desarrollo de los pueblos), dedicada a la cooperación entre los pueblos y al problema de los países en vías de desarrollo, afirma el derecho de todos los pueblos al bienestar. Cuestiona al capitalismo y al colectivismo marxista.

Pablo VI reconoce el derecho de los pueblos a rebelarse incluso con la fuerza contra un régimen opresor. Afirma que la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto.

En América Latina, aparece con fuerza la opción preferencial por los pobres, la idea que la salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social como signos visibles de la dignidad del hombre y la injusticia como consecuencia de un pecado social.

 

Juan Pablo II, un solo cristianismo

El Papa polaco, era teológicamente conservador, se apegó de forma estricta a la enseñanza clerical tradicional, revivió la tradicional liturgia católica, terminó con la teología de liberación, promovió la relación interreligiosa replanteó las relaciones católicas con otras tradiciones religiosas, visitó la sinagoga y la mezquita.

Fue un gran comunicador que hablaba con fluidez ocho idiomas, por lo que podía dirigirse a sus audiencias en sus lenguas natales, con ello logró que miles de millones de personas vieran a la iglesia católica en el mundo, ayudó a terminar con el comunismo y con ello el fin de la Unión Soviética.

 

Benedicto XVI, un momento de reflexión

El Papa alemán Benedicto XVI propuso una evangelización para el mundo desarrollado, a partir de una profunda reflexión teológica, donde le pide al creyente un compromiso intelectual.

 

Francisco y el enemigo tradicional

En el pontificado de Francisco, se conjugan una serie de variables, que vuelven complejo el escenario eclesial, como la aceleración tecnológica y el aparecimiento de las tecnologías de la comunicación, que crea un mundo interconectado que homogeniza ciertas partes de la cultura y que como  efecto paradójico exacerba las diferencias entre los grupos sociales, en medio de la caída del muro de Berlín, la desaparición de la Unión Soviética, la hegemonía de los Estados Unidos, la vuelta a la tradición católica con Juan Pablo II, la aparente homogenización del mundo católico y la consecuente negación de la diversidad socio cultural, tecnológica y económica de los pueblos que requieren ser tratados de acuerdo a su realidad y con tratamientos diferenciados.

La figura de Benedicto XVI, como un momento de reflexión y transición, encuentra a Francisco de cara a la incertidumbre, de cómo enfrentar a un mundo católico, homogenizado por voluntad de Juan Pablo II, pero diferente en esencia.

Este momento complejo me recuerda la utilidad del tradicional enemigo común de los superhéroes, que frente a la dificultad de crear un supervillano diferente para cada episodio, se recurre al enemigo de siempre. Entonces como entender al eterno Lex Luthor en el mundo de Superman o al indestructible Guasón en el mundo de Batman.

Si bien la comparación es grotesca, creo que hasta identificar el nuevo rumbo del catolicismo a través de la nueva evangelización y con ello encontrar a los nuevos villanos a vencer en el mundo de la cristiandad, se ha recurrido una vez más al tradicional “maligno”, para mantener unido al pueblo de Dios, que espera nuevas luces para encontrar el rumbo de cara al futuro.

 

Volcar la culpa en otros

He manifestado que me molesta, la invocación frecuente del “maligno”, porque hacerlo les facultaría a los creyentes poder externalizar en otro la causa de los males, permitiría descargar  en otros la culpa de sus errores y debilidades personales y los liberaría de asumir sus propias responsabilidades, generando sociedades de inconsecuentes, incapaces de asumir el timón de sus propias vidas.

 

Jorge Mora Varela