LA DOCENCIA Y EL EMPLEADO DEL MES

LA DOCENCIA Y EL EMPLEADO DEL MES

 

En el Ecuador puede resultar difícil comprender el comportamiento cívico de las personas, en cualquiera de sus ámbitos, en la calle, en un encuentro social, en el aula, en el templo o cualquier lugar de convivencia.

Cada vez más como excepción, aparece un grupo que permite y establece un contacto social agradable a través del saludo, una sonrisa o la oportunidad de establecer una conversación razonable.

Sin embargo puedo afirmar, que han aparecido y cada vez con mayor frecuencia, otros grupos, que cierran cualquier espacio para la comunicación, asumen una posición egocéntrica, entonces se comportan como seres individualistas, prepotentes, agresivos y cortantes.

 

Incapaces de responder al saludo o generarlo, al parecer se creen con el derecho de estar sobre las normas y las leyes, por lo tanto creen tener licencia para pasar sobre los cánones del mundo civil, como si los demás estarían en la obligación de girar alrededor de ellos.

Es uno de los efectos de una civilización que nació y se convenció de la frase de fundador de la tienda por departamentos Londinense Selfridge de 1909: Harry Gordon Selfridge:

“Él es el cliente y siempre tiene la razón”

Y lo que es más grave, esta manera de pensar y de actuar se legalizó, legitimó y se difunde de manera oficial en el Sistema Educativo ecuatoriano, porque el estado le entrega al estudiante al través el sistema de evaluación docente, la categoría de cliente intocable, con todos los derechos y prerrogativas y con ello creó una situación de desventaja, en un proceso que debe permitir la legitima lucha de poder político en el proceso de formación y educación formal.

Es evidente que en el momento que el estado le entregó una proporción desmedida de poder a los estudiantes, lo que desencadenó que algunos maestros dejen las aulas y precarizó a los docentes que permanecen en el sistema, sin el respaldo necesario para ejercer la docencia en términos de igualdad de condiciones y oportunidades.

Me gustan las escenas del cine norteamericano, donde un entrenador busca por todos los medios sacar el máximo potencial de sus jóvenes alumnos, que deben hacerlo con su esfuerzo, inteligencia, sacrificio y alta presión interna y externa, para que ellos, los estudiantes alcancen la victoria.

Por estas consideraciones, cuando observo la actitud servil del personal de servicio de una cadena de comidas rápidas y miro la fotografía del “empleado del mes”, siento que el estado denigró el rol del docente, para reducirlo a un espacio, donde su misión es hacer felices a sus estudiantes, satisfacerlos y fidelizarlos, a costa de condenarlos a un estado de debilidad crónica, infantilizarlos e impedirles madurar a tiempo.

Como si la educación fuese un proceso productivo de una cadena de montaje industrial inhumana y que solo mide resultados numéricos y NO reconoce que trabaja con personas individuales, irrepetibles y diversas, donde a la final las víctimas de este irracional sistema de distribución de poderes, es la misma sociedad ecuatoriana, con todos sus actores sociales, que no crecen, no avanzan, ni caminan a ningún lado.

Con la indiferencia de las instituciones educativas y su personal académico que se limitan a cumplir con lo que está escrito en la ley, con una actitud de obediencia ciega y acrítica, carente de análisis propositivo y de aceptación pasiva de la norma, renunciando a su papel activo y crítico, propio de su condición de profesionales de la educación y que la sociedad espera de ellos.

 

Jorge Mora Varela