EL 26 DE MAYO DE 1971

Por: Ramiro Cabrera Revelo

Amigos hace 49 años nuestra ciudad y provincia se levantó contra el gobierno deschavetado y locuaz de Velasco Ibarra en su segunda dictadura. Este poderoso señor puso un impuesto al paso por el puente de Rumichaca para todo aquel que pasaba a comprar a Ipiales, dijo que eran dos sucres los que debían pagar. Fueron siete días de guerra del dictador contra un pueblo pacífico: Dos mil soldados inundaron la ciudad de Tulcán para recuperarla de la junta cívica apoyados por tanquetas, aviones y paracaidistas usurpando la alegría de jóvenes armados de vetustos fusiles tomados de una oficina gubernamental.

Cuando se cuente esta historia, al calor de un fogón debe decirse esto: Las mujeres con sus chalinas cargadas de piedras desarmaron a los paracaidistas y con astucia se acostaron en la pista para que no aterricen los aviones, arriaron el valor de casa en casa marchando vestidas de negro poniendo crespones fúnebres en cada puerta.

No hay que olvidar al cura bueno y al malo, el bueno organizó la colecta de alimentos para los que luchaban (muy conocido además por construir casas para los pobres) y el malo fue el que intercedió por los paracaidistas y les devolvió las armas. Murieron 7 civiles a balazos certeros del ejército y dos militares que resultaron ser carchenses porque el dictador loco envió a los “pastusos a matar pastusos”. Es necesario mencionar a este diamante: El pueblo no depuso el paro hasta que el último preso regrese con sus familias. No debemos olvidar ese carnaval de ira y de esperanza, porque hay que sembrar esta semilla en quienes lo escuchen recordando el porqué del grito: “Con el Carchi no se juega”.

Conocí a algunos de los protagonistas del 26 de mayo de 1.971, una vendía caramelos en el parque, otro fue un gran corredor de bicicleta campeón de las primeras vueltas ciclísticas al Ecuador, otro un carpintero, una ama de casa, un comerciante, un profesor, un estudiante, un chofer, un fisicoculturista, a algunas de aquellas mujeres valerosas les decían Las Caravajalas, Las Flechas, Las Churmas. No conocí a los huérfanos de los muertos, tampoco a las viudas de los héroes, es un hueco que falta en esta historia.

Cuando vuelva a contar esta historia diré que hoy seguimos dependiendo de ese puente de Rumichaca al igual que hace cuarenta y nueve años. Todos los gobiernos centrales y seccionales nos han obligado a ser cacharreros, sin incentivar otras fuentes de trabajo, haciéndonos creer en un desarrollo basado en el desprecio por nuestra cultura y a las manos de tierra del agricultor. Confío en que un día recuperaremos la dignidad y seremos los portavoces de los saberes milenarios en la agricultura y en la ciencia, intercambiaremos el arte y la filosofía, las medicinas sagradas y los conocimientos espirituales que generan el verdadero desarrollo social y cultural.