DONALD TRUMP, ENTRE LA IGNORANCIA Y LA IMPRUDENCIA

Cuando la ignorancia y la prepotencia se impone sobre el respeto al ser humano, a su diversidad cultural y a sus valores simbólicos.

¿Quién  responde por las muertes y la negación del pueblo Palestino?

 

DONALD TRUMP, ENTRE LA IGNORANCIA Y LA IMPRUDENCIA

Jerusalén una ciudad sagrada para tres religiones diferentes

jorge mora-palestina

"Esto no es más que el reconocimiento de la realidad". Con esas palabras, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el mes de diciembre del año 2017, justificó su decisión de considerar oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel y ordenar que se inicie con el proceso de trasladado a esta ciudad la embajada estadounidense desde Tel Aviv, con la complacencia del Primer Ministro Israelí Benjamin Netanyahu y con ello negando la existencia y los derechos del pueblo Palestino.

El mandatario estadounidense justificó la medida con el argumento de que Jerusalén es la sede actual de los poderes públicos de Israel y porque allí han acudido todos los mandatarios estadounidenses a reunirse con sus contrapartes israelíes…

Como consecuencia de este anuncio en Palestina, en Israel y en algunas partes del mundo han iniciado manifestaciones y amenazas y que podrían marcar un rumbo de violencia para los siguientes años para los pueblos que viven en esta zona de conflicto.

Cuando en una ciudad como Jerusalén, una medida de carácter político unilateral toca los VALORES SAGRADOS, relacionados con las tres religiones monoteístas más importantes del mundo, es evidente entender que algunas personas se sienten afectadas, ignoradas, ultrajadas, irrespetadas y su reacción es la indignación, la vehemencia, la rabia y la violencia.

 

Mientras el gobierno de los Estados Unidos, toma decisiones basadas de acuerdo a idiosincrasia, a su modelo político y a su particular lectura del  conflicto entre Israel y Palestina, sus decisiones afectan y hieren la sensibilidad de personas y de comunidades que tienen fuertes valores simbólicos y diversos, que como resultado constante desembocan en actos violentos lamentables y de graves consecuencias políticas, sociales y económicas de manera preponderante a los grupos más vulnerables del conflicto.

Los habitantes de la Palestina, sobre todo, los judíos y los árabes, tienen herencias históricas, culturales y religiosas milenarias, opuestas y sensibles a los conflictos con consecuencias impredecibles, que han modificado la memoria de sus pueblos y en ocasiones han modificado la historia del mundo.

Jerusalén, es la ciudad sagrada por excelencia, en ella conviven las tres religiones monoteístas más importantes:

El judaísmo de Yahvé, el Dios de David y del Arca de la Alianza, que los señaló como el pueblo elegido y que aún espera la llegada del Mesías.

El Cristianismo de Jesús y la crucifixión salvífica, del Mesías que es el portador de la buena nueva a todos los hombres y mujeres de la tierra, interpretados como el hecho salvífico por antonomasia.

La fe musulmana del Dios Alá y Mohamed su profeta nacido en la Ciudad de La Meca en Arabia y una noche se dio el milagro del Viaje Nocturno que llevó al Profeta de su ciudad natal a la Mezquita de la Roca en Jerusalén y de allí ascendió a los siete cielos, donde el Dios Alá, le ordenó a él y  por su intermedio al pueblo Musulmán hacer cinco oraciones al día y que sus fieles la siguen al pie de la letra con la mirada dirigida hacia la Meca.

Jerusalén, es una ciudad cargada de una milenaria historia y que por sus calles han pasado fenicios, babilonios, asirios, romanos, otomanos, británicos, entre tantos y tantos, entonces es el momento que ellos puedan decidir su futuro, en condiciones de extrema dificultad, pero es su tierra y tienen que solucionarlo ojalá sin la consabida intervención de otros países o de los organismos internacionales, pero sobre todo sin la torpe y desatinada injerencia del Presidente de los Estados Unidos Donald Trump.

La conflictividad del mundo ha sido permanente a través de la historia y se genera por una amplia variedad de factores políticos, económicos, geopolíticos, demográficos, étnicos, religiosos, entre tantos. Un estudio del filósofo e intelectual español Fernando Savater señala que en 5.500 años de historia del mundo se han producido 14.513 (catorce mil quinientas trece) guerras donde se involucra el nombre de dios o de una religión y donde se han producido 1.400’000.000 (mil cuatrocientos millones) de víctimas, con un promedio de 2,63 guerras por año y 95.000 víctimas en cada una, en una forma de disputas que no hemos querido entender y confrontar.

Los conflictos generados y exacerbados por posiciones dogmáticas que se aceptan y/o defienden, por los grupos que creen ser dueños de “la única verdad", revelada, absoluta y mandatoria; incontrastable y lo hacen sin argumentos o justificación, o los fundamentalismos, que promueven la aceptación literal, intransigente, estricta y violenta de una doctrina establecida y que como el efecto más visible es el que han teñido de sangre la historia de la humanidad por 50 siglos de historia.

No creo que sea una idea prudente por parte del Presidente Trump, considerar oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel y trasladar a esta ciudad su embajada, porque desconoce, irrespeta y violenta las historia milenaria de los pueblos en conflicto, en este caso del pueblo judío y el pueblo árabe palestino.

Esto provoca que esta medida arbitraria, producto de una miope y muy particular manera de leer los hechos históricos, amenace los imaginarios de cada uno de los actores sociales, culturales, espirituales y políticos de los involucrados y esto provoque el rechazo violento, justificado en el uso fanático, ciego e irreflexixo, mal intencionado e interesado de las religiones, como caldo de cultivo del TERRORÍSMO en todas sus manifestaciones.

Con ello se posterga de manera indefinida la solución a los procesos de paz que se pudiesen llevar a efecto en estas zonas que por su ubicación geográfica, valor estratégico, bagaje cultural, riqueza espiritual, históricamente han sido invadidas, negadas, irrespetadas, dominadas y gobernadas en el devenir del tiempo por los pasajeros poderosos de turno: tiranos, emperadores, reyes, sultanes, presidentes, dictadores, profetas o vividores y a su paso han dejado nefastas huellas que han sido señaladas en los tristes anales de la historia.

Jorge Mora Varela