LA LAURITA CUMPLIÓ 100 AÑOS

En la hermosa ciudad de Cuenca, la maravillosa mujer tulcaneña Laura Elena Picón Peñafiel, cumplió 100 años y ella inició la celebración, bailando “Soy del Carchi” con su primogénito.

LA LAURITA CUMPLIÓ 100 AÑOS

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Desde el inicio de la república ecuatoriana a principios del siglo XIX y hasta las primeras décadas del siglo XX, llegaban a Tulcán los miembros de las fuerzas armadas, luego de largas y fatigosas jornadas, por los caminos que parecían llegaban al cielo de tanto subir y subir, desde tierras tan lejanas que nadie hubiese sospechado que fuese tan difícil llegar a las verdes y frías tierras de la novísima provincia del Carchi.

Los mocetones miembros de las fuerzas armadas ecuatorianas, caminaban con entusiasmo por llegar a la frontera norte de la patria, para hacer presencia, marcar y defender el aun joven territorio ecuatoriano y guardaban la secreta esperanza de encontrar a las hermosas, fuertes e impetuosas muchachas que decían poblaban las tierras fronterizas del norte ecuatoriano.

 

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Y así eran y así son las mujeres de Tulcán en el norte ecuatoriano, bellas, altivas, independientes, trabajadoras, emprendedoras, previsivas e inteligentes y había que tener un temple especial para observarlas, para sostener su mirada, para hablarles, para enamorarlas y para emprender la vida junto a ellas hasta el final de los días.

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El joven militar cuencano Roberto Picón, no pudo escapar a ese especial cúmulo de encantos de la mujer tulcaneña Doña Carmen Peñafiel, de quien se enamoró y con quien formó un hogar.

El 17 de abril de 1918, nació una hermosa niña a quien sus padres llamaron Laura Elena y un tiempo después un niño a quien bautizaron como Roberto.

El destino del militar es ir adonde lo designen y Roberto Picón con su esposa y sus dos hijos debían abandonar la ciudad de Tulcán, para partir a Cuenca y debían hacerlo a lomo de mula y viajar durante muchos días, antes de llegar a su destino.

Laura apenas una niña fue colocada sobre el animal de carga y debía hacerlo sobre unas alforjas donde iba el patrimonio que había acumulado su madre durante tantos años de trabajo.

La niña como si supiese de la importancia de su misión, tomó la decisión de ir en su lugar como celosa guardiana de las pertenencias que les posibilitaría iniciar una nueva vida en un lugar lejano a la tierra que la vio nacer.

La caravana empezó su viaje lento pero irrevocable, era una partida sin retorno, al llegar al “Guagua Negro”, la pequeña niña retornó su mirada hacia su pueblo, por unos instantes, miró con detenimiento el verde paisaje, guardó esa imagen en su mente, cerró los ojos y siguió con su destino sin volver ni por un instante la mirada hacia atrás.

Luego de un sinfín de días de camino, llegaron a las tierras del Austro ecuatoriano y empezó la nueva vida, su padre como militar y su madre, fiel a su capacidad emprendedora y con toda la fuerza de las mujeres carchenses, con pasión, con trabajo, con convicción y con fe, hicieron su existencia del mejor modo posible.

Laurita terminó su primaria con las Madres Oblatas y luego se graduó de Maestra en Corte y Confección.

Con el ímpetu de la juventud y los genes del ser carchense, la muchacha inició su con su trabajo y como no podía ser de otra manera, llegó el amor de la mano del joven cuencano Antonio Vallejo Machado y procrearon siete hijos y en ellos había que sembrar profundas convicciones de fe y la decisión de darles una profesión, con la mejor pedagogía de la que es capaz el ser humano, el amor.

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Sus raíces, sus convicciones de fe y los avatares de la vida hicieron de Laura una persona fuerte, decidida, generosa y solidaria, entonces en el momento oportuno, lideró el grupo de mujeres de la Cruz Roja, que ayudó de forma decisiva en la atención de los desvalidos y refugiados, producto de la invasión peruana de 1941.

Cuando los designios del destino la marcaron con la muerte de su esposo, salieron a flote las raíces de mujer inclaudicable, que no se quiebra, que no se rompe, que es capaz de permanecer firme y persistente, que no puede faltar a su palabra o sus obligaciones.

Y así fue, se puso al frente de su familia poniendo en juego su particular estilo de entender la vida, les dio a los suyos las herramientas necesarias para vivir y una hermosísima afición, la de armar los más bellos pesebres que fueron reconocidos por sus familiares, amigos, por la hermosa ciudad de Cuenca y tuvieron eco y admiración a nivel nacional y en ellos podía plasmar las más valiosas enseñanzas de amor, solidaridad, generosidad, tenacidad, fuerza creativa y una profunda fe para construir sus más preciados sueños.

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Por ello el 17 de abril del año 2018, la maravillosa mujer tulcaneña Laura Elena Picón Peñafiel, cumplió 100 años en la hermosa ciudad de Cuenca y ella inició la celebración, bailando “Soy del Carchi” con su primogénito, porque ella sabe que fueron sus raíces, las que le señalaron el camino que había que recorrer en su aleccionadora  y ejemplar vida.

 

Jorge Mora Varela