Tulcán en una tarde de domingo

Tulcán en una tarde de domingo.

 

Mi pueblo me regalaba una tarde serena,
la Bolívar y la Sucre reposaban casi adormiladas
la gente caminaba lentamente, indiferente
ajenos, aletargados y distantes.

Llevaba el volante del auto cadenciosamente,
la ciudad me regalaba un paréntesis de paz,
se veía serena, plácida y tranquila,
diría... amorosa, tibia y complaciente. 

Madre

 Madre 

 

Dedicado al mejor de los milagros, hecho mujer,
Doña Norma Italia Varela Robalino,
Y en ella a las madres de mi pueblo.  

Mujer de huella inconfundible,
creadora de nardos y de sueños
entregados con generosidad a la vida,
como suaves versos en el tiempo.

Mi hijo y la música del viento

 A mi hijo Jorge Humberto y en él un homenaje

al mejor de los regalos que puede recibir un ser humano

 

Mi hijo y la música del viento.

 

Pequeño soñador,
retador inconsciente de la vida.

Con pocos años, ya tienes un oficio,
el de ser atrapador de los sonidos de la vida.

De manera sorprendente apresas el silbar de la montaña,
y el murmullo de una noche de mi pueblo.

Me voy para Tulcán

Me voy para Tulcán.

 

Son las fiestas de mi tierra,
retumban en el aire el sonar de los tambores,
que vivan los estudiantes, las chivas y las monjas,
los del Bolívar y el Vicente todos a marchar.

De manera religiosa como cada año,
se juntan alegres, apuestos, señoriales,
hombres, mujeres, niños todos de la mano,
es la caravana de cultura, que va a la capital.

Ausencia Eduardo

Ausencia


Eduardo

Amadísimo hermano,
abonador generoso de mi pueblo,
enriquecedor de la vida, a través de la palabra,
libre creador del pensamiento noble y bondadoso. 

No bastaba, dejar caer unas cuantas lágrimas,
para potenciar la savia de la tierra. ¡No bastaba!,
Tenías que ser parte de la tierra misma,
para que brotara vigorosa la belleza hecha palabra.