SE DEBERÍA MORIR A TIEMPO

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SE DEBERÍA MORIR A TIEMPO

Una de las cosas que más recuerdo, porque me gustaba y porque le dieron alas a mi mente en los años de mi infancia en la Ciudad de Tulcán de mediados del siglo XX era la radio de mi padre, un hermoso aparato, con las emisoras de AM y sobre todo con las de onda corta, estos sonidos un tanto esquivos y lejanos tenían el poder de poner al todo el planeta al alcance de mi mano, desde mi infancia sabía que existía un mundo que algún día debía conocer.

De entre la multitud de señales difusas de radio llegaba una que me cautivaba en particular, “Radio Quito”, la voz de la capital y con ella la emoción del fútbol en la voz de los inolvidables Pancho Moreno, acompañado por los comentarios de Blasco Moscoso Cuesta.

 

Moreno con su narración podía dibujar en mi mente las más extraordinarias imágenes de la fantasía futbolística que rayaban entre lo heroico en medio de acrobacias nunca vistas, hermosas, inolvidables digna de los cincuenta mil espectadores que abarrotaban el “Olímpico Atahualpa” del Batán.

Blasco Moscoso, llenaba sus explicaciones futbolísticas, las que las hacía con una concepción descriptiva, que llenaba la mente de gráficos geométricos, que parecían obedecer a estrategias de combate inteligentes e infalibles.

Y así era el fútbol que llegaba a mis oídos a través de la radio de mi padre y con ella los nombres de los jugadores del equipo que llenaba mi mente de gusto y de fantasía.

"Salta al campo de juego del coloso de Iñaquito, el equipo del “Nacional”, con el “Gato” Maldonado en el arco, la defensa la muralla negra con Prado, Castillo, Quintero y Escalante, el medio campo con Marcelo Vicente Cabezas, el Chicho Benavídez y en la delantera con Simón Bolívar el “flaco” Rangel, Tom Rodríguez, el “camión” Correa y Santiago el “motorcito” Cheme, un 4-2-4, potente y ofensivo".

Y así mi imaginario se llenó de magia, por las victorias, hazañas deportivas, realizadas por los jugadores nacidos en mi país, el de “los puros criollos”, base de la selección nacional, aparecieron los “cañoncito” Peñaherrera, los “flaco” Paz y Miño, Wilson Nieves, Vinicio y Carlos Ron, el “bacán” Delgado, el “colorado” Campoverde, Velarde, Armas, el “cielo” Villafuerte, el “palillo” Garcés, entre tantos y tantos jugadores que alegraban el mediodía del domingo con sus gestas y sus triunfos en el mundo del fútbol ecuatoriano.

Y así llegó mi juventud el de alguna forma los domingos para mi fueron perdiendo su sabor, hasta convertirse en una tortura, cuando el equipo fantástico de mi niñez se fue convirtiendo en un habitante natural de la parte baja de la tabla de posiciones porque no pudo adaptarse a las exigencias del fútbol profesional del siglo XXI, no obstante, sus últimos chispazos de luminosidad en el año 2005.

Si el fútbol es como la vida, entonces es natural nacer, crecer, alcanzar la madurez y cuando se va camino al ocaso, morir.

La muerte es hermosa cuando es oportuna, NO cuando es prematura, ni cuando se deja esperar hasta límites insoportables e insostenibles porque dejan huellas de desgaste, de conflicto y de dolor.

Creo que el equipo Deportivo El Nacional debería morir, para evitar una larga agonía sin salida, que lo lleve a penar por el submundo de las categorías de ascenso o del amateurismo, porque tuvo una vida brillante, agradable, ganadora, cautivante, pero ya acabó y desde el siglo XXI vive condenado a la desaparición lenta y dolorosa.

En el deporte como en la vida, siempre se debería morir a tiempo, para disfrutar de los mitos y de los sueños que se vuelven maravillosos porque permanecen dónde deben estar quienes en su momento alcanzaron momentos de gloria para la satisfacción de los seguidores de su tiempo y pudieron morir a tiempo.

La vida en esencia es generosa porque permite renovarse y reinventarse en otros, otros y tantos otros, que deben nacer, crecer, alcanzar la cima, el ocaso y también deberán sucumbir, de manera que, de forma natural, quienes ya cumplieron su ciclo deben morir y desaparecer para poder hacerlo con dignidad, en paz y renacer en la mente y en los recuerdos felices de las personas.

 

Jorge Mora Varela.

 

Fuente imágenes

Radio de transistores

Escudo del club deportivo El Nacional