NO LE PREGUNTES AL ABUELO

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¡El placer de recibir clases de forma presencial!

 

NO LE PREGUNTES AL ABUELO

 

No le preguntes al abuelo si las clases deben ser presenciales.

Es obvio que te va a decir que sí.

Él y todos los jóvenes de su tiempo fueron tan felices, como como cuando terminaba la jornada de clases y el día se embellecía con la salida de las estudiantes de los colegios femeninos de su pueblo.

 

No le preguntes al abuelo si las clases deben ser presenciales.

Es obvio que te va a decir que sí.

Él y todos los jóvenes de su tiempo fueron tan felices, como como cuando la tarde se acaloraba con la mirada fugaz desde una esquina de la biblioteca, de una hermosa estudiante de los colegios femeninos de su pueblo.

 

No le preguntes al abuelo si las clases deben ser presenciales.

Es obvio que te va a decir que sí.

Él y todos los jóvenes de su tiempo fueron tan felices, como cuando llegaban las olimpiadas deportivas y las mañanas en el estadio se engalanaban con la mirada emotiva desde una de las chicas de las barras que vibraba con las victorias deportivas de las estudiantes de los colegios femeninos de su pueblo.

 

No le preguntes al abuelo si las clases deben ser presenciales.

Es obvio que te va a decir que sí.

Él y todos los jóvenes de su tiempo fueron tan felices, como como cuando llegaba el carnaval y las mañanas se iluminaban con el asalto furtivo de los muchachos que vencían la barrera infranqueable del inmutable Celso Narváez que cuidaba la virtud de las chicas del "Tulcán" o la granítica "Hermana Lucía" que hacía lo propio con el pudor de las "Betlemitas", hasta encontrar la mirada sensual de una hermosa mujer y una promesa de amor desde una esquina de uno de los cursos de las estudiantes de los colegios femeninos de su pueblo.

 

No le preguntes al abuelo si las clases deben ser presenciales.

Es obvio que te va a decir que sí.

Porque la existencia solo tiene sentido porque existen las promesas de abrazos y de besos vehementes, de caricias, de encuentros furtivos, de escapadas, de risas, de miradas, de clases eternas y de recreos fugaces, de paseos por las calles y los parques, por las tardes y por las noches, porque así se hacía la vida, entonces esta tenía sabor y sentido.

 

Jorge Mora Varela.