QUIEN DEBERÍA GOBERNAR EL ECUADOR

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El triste espectáculo del discurso de los aspirantes a la primera magistratura del Ecuador, evidenciado en la campaña electoral y expuestos al ridículo en los debates frente a todos en las pantallas de la televisión.

 

QUIEN DEBERÍA GOBERNAR EL ECUADOR

 

UNA VISIÓN DESDE LA GLOBALIDAD, LA HISTORIA Y LA IDIOSINCRASIA DEL PUEBLO ECUATORIANO Y CARCHENSE.

 

Si tomo las expresiones de la periodista María Sol Borja en su tweet del 18 de diciembre 2020, de dónde colijo como una constante:

Parecería ser frecuente la sensación de impotencia y de frustración de las personas que entrevistan a los candidatos presidenciales ecuatorianos que contenderán en las elecciones del año 2021.

Y que confirma la pobreza de las ideas, el floreciente discurso demagógico, falto de sentido y barato en los "debates" de enero 2021 previos a las elecciones.

Queda en evidencia, porque manifiestan los candidatos sus ideas en los medios de comunicación y son propuestas demagógicas, llenas de imprecisiones y el desconocimiento de los mínimos referentes históricos, políticos, ideológicos, sociológicos, tecnológicos, económicos y financieros del Ecuador, de la región y del mundo.

 

Sus argumentos están plagados de incoherencias, falta de sindéresis, de orden en la expresión de sus ideas y de sentido lógico, del mínimo conocimiento en el significado de las palabras, que les imposible interrumpirles con tanta frecuencia para repreguntar. Queda la sensación que, en términos de la modernidad se les caería el sistema o que responderían cualquier tontería.

Entonces ellos, los candidatos, se refugian en el enojo cuando se sienten atrapados por las preguntas incómodas que los confrontan contra sus propias limitaciones.

Con ese escaso y por ende peligroso nivel de preparación integral, buscan beneficiarse de los sufragios de los votantes que en el Ecuador estamos obligados por la ley a consignar nuestro voto, para obtener el mágico papelito que abre las puertas a los trámites burocráticos de vital importancia para los ciudadanos.

En este caldo de cultivo proclive al populismo, a la demagogia y a las corruptelas, ellos puedan tomar una parte del pastel de sufragantes que les permita “ganar las elecciones”, quizá porque la masa de electores tampoco exige mayor cosa y con lo que muestran es suficiente, para ser merecedores de su miope confianza.

El marketing aconseja que los candidatos se identifiquen y puedan parecerse a los electores, pero en algunos casos sus campañas rayan en el insulto a la inteligencia. Entonces algunos de ellos, como magos de circo barato, llenan la mente de los limitados electores, de ilusiones, de oro, de dinero, de recursos infinitos para llevarnos al paraíso del bienestar, de la inclusión, de las oportunidades para el acceso a la educación, a la vivienda, al empleo, a los ingresos financieros suficientes, para todo y para todos.

Esa propuesta electorera constante y frecuente, de manera que yo no sabría si ¿son o se hacen?, pero  a algunos les resultado, al parecer para quien mejor aprovecha su habilidad de encantador de las masas populares.

 

La sensación de engaño y desencanto

Pero así mismo la historia demuestra que los desencantos, la sensación de engaño, las frustraciones no tardan en aparecer y pareceríamos estar atrapados en una especie de rueda de hámster que nos hace repetir el mismo circuito perverso de ilusión, desencanto permanente desde que nacemos hasta nuestra propia muerte y el sistema funciona de igual manera. Así ha sido desde 1.830, donde nace la república del Ecuador, producto de la unión artificiosa de los quiteños los guayaquileños y los cuencanos, cada uno con su zona de influencia, su idiosincrasias y sus cosmovisiones diferentes y así ha sido hasta este extraño 2.020.

Ahí, nace la primera dificultad estructural que nos impide ser un país viable, así lo demuestran la cantidad mayoritaria de gobiernos con períodos inconclusos, la presencia de los militares en la primera magistratura, los amaños del congreso para los interinazgos o las dictaduras fugaces, que duraron lo que duró una aciaga noche quiteña.

 

La estructura de un país es lo que lo caracteriza, sus modos y maneras de ser, en este caso del Ecuador y su realidad. Son características permanentes e inmanentes, que no pueden ser modificados por consideraciones circunstanciales o coyunturales como las elecciones, porque son la esencia y la razón de ser del país.

Las pruebas al canto, en el período 1830-2020, el Ecuador ha tenido 20 constituciones y todavía tenemos los políticos despistados e ingenuos que quieren insistir en lo mismo.

 

Si la receta NO da resultado, para que insistir en lo mismo, a no ser que hacer una constitución que responda a los intereses del gobernante crean que sirve para algo. Pero tampoco, solo ha servido como instrumento de impunidad de quien gobierna o como herramienta de persecución política de sus enemigos reales o imaginarios.

 

Nunca el Ecuador fue un país estable, no ha podido consolidar sus instituciones democráticas.

 

Además, cuando se gobierna desde el campanilismo, que, es una voz italiana que da cuenta del apego ciego por la propia ciudad o a su propio país, por sus costumbres , tradiciones y que le impide integrarse, aunque con ello se haga daño a sí mismo.

El mejor ejemplo de campanilismo dañino es la persistencia del gobierno venezolano en mantener el precio de la gasolina con precios mínimos e irrisorios, con lo cual genera contrabando, corrupción y un desangre gigantesco de recursos, porque para ellos el precio del petróleo es de ellos y obedece a una tradición avalada por el resultado del Caracazo.

El Ecuador y sus países vecinos jamás han logrado integrarse de forma plena, aunque se tengan más de 60 años de esfuerzos integradores con escasos resultados.

Como región, Hispanoamérica, no ha podido llevar a niveles manejables las asimetrías en los precios de los productos que generan contrabando y se sigue persistiendo en los esfuerzos que han sido insuficientes e inútiles de las fuerzas del orden y que han hecho el ridículo frente a la evidencia que da la observación de los productos prohibidos en los mercados de los países dónde se supone, que no pueden estar, amén de los problemas de corrupción que provocan los diferenciales de precios entre un país y otro.

 

¿Es complejo gobernar al Ecuador?

SI, si es que no se entienden sus problemas estructurales, no solo la clase política, sino la sociedad en su conjunto y mientras no se acuerden consensos mínimos para darle viabilidad a este país nacido al azar.

 

La provincia del Carchi

Es una de las zonas de frontera de un país inestable, que jamás tuvo una mirada inteligente para entender su problemática, por lo tanto, esta realidad explica y de alguna manera justifica su historia.

Sus habitantes deben sobrevivir y de hecho lo hacen, con las herramientas que les queda o las que pueden utilizar, dentro o fuera del marco legal del Ecuador y de Colombia. Sus hombres y mujeres saben que la alimentación, la vivienda, la educación de sus hijos dependen de su creatividad para generar recursos económicos. Por esta razón, las plazas de trabajo que puede generar la burocracia o las instituciones educativos son escasos e insuficientes para satisfacer la necesidad de empleo. Entonces el transporte y el comercio de ida y vuelta, lícito o ilícito ha sido la constante de la zona de frontera.

Cuando los gobernantes NO han querido o no han podido entender los problemas de las fronteras han reaccionado con argumentos que desnudan sus limitaciones o su falta de decisión política para atacar la estructura.

En un momento el Jefe de Estado en funciones Rafael Correa Delgado declaró, en relación con la realidad de la Provincia del Carchi:

“No podemos hacer milagros, no somos demagogos, no podemos prometer lo que no podemos cumplir,….”

 

¿Qué hacer?

 

Entender que es un problema complejo, difícil y que su solución requiere conocimiento, valor, por lo tanto, exige voluntad personal y política.

 

Jorge Mora Varela