LA ESCUELA DE LOS HERMANOS CRISTIANOS DE TULCÁN

Historia Visto: 1660

Preámbulo: Gracias a mi amigo el General(r) Federico Mera, por compartir conmigo estas historias de nuestro pueblo y poder disfrutarla con todos ustedes.

 

LA ESCUELA DE LOS HERMANOS CRISTIANOS DE TULCÁN

 

En el año de 1.948 algunos niños de la ciudad de Tulcán estudiaban en la Escuela Ordóñez Crespo regentada por los Hermanos Cristianos que funcionaba en las instalaciones de la Iglesia de San Francisco dónde los padres capuchinos de Tulcán.

Su director el Hno. Hilario Yerobi vio la necesidad de ampliarse y desarrollar una idea que proyecte la propuesta educativa de los Hermanos Cristianos hacia el futuro.

El Hermano Yerobi puso en acción todo su potencial creativo, administrativo y de gestión y se puso manos a la obra: consiguió la donación por parte de Don Miguel del Hierro de un terreno ubicado junto al antiguo hospital Luis G. Dávila al final del lado occidental de la calle 10 de Agosto de Tulcán.

Para la construcción y adecuación tuvo la participación de las fuerzas vivas de la ciudad: liberales, conservadores, cristianos y no cristianos, como el Dr. Ernesto Ruiz Arturo de izquierdas y el Ing. Carlos Vallejo Guzmán de derechas quienes apoyaron de forma decidida e incondicional al Hno. Yerobi.

Los ladrillos y las tejas los donó Don Luis Ruiz (el papá de "los lobos”) de su "tejería" cerca del Rio Bobo al fondo de la calle Gran Colombia una empinada cuesta de tierra y se convertía en un lodazal cuando llovía.

Los niños de la escuela debían ir a traer el material desde la tejería y los profesores de la escuela premiaban con una nota especial a quienes mejor y mayor carga podían llevar y en eso los niños del campo tenían gran habilidad y ventaja, pues en medio del lodo resbaladizo llevaban 4, hasta 5 ladrillos o 6 tejas, mientras tanto los niños de la ciudad apenas podían con un ladrillo o dos tejas y con la probabilidad que al menos una llegue rota.

La madera y las piedras las traían de Cuacés y las Peñas en los cuatro o cinco camiones que había en la ciudad.

Don Pablo Benavidez le regaló al Hno. Hilario una sierra que podía servir como aserradero al que los hábiles mecánicos de la ciudad: Don Luis Herrera y Don Carlos Mera le acoplaron un motor de camión de 8 cilindros en V a la sierra y con esta herramienta pudieron preparar la madera para la construcción de la Escuela.

La construcción de madera tuvo el gran aporte de Don Julio Fierro quien donó muchísimas tablas, tablones, duelas y mano de obra de su gran aserradero que tenía muchos empleados, a más de la participación de los maestros carpinteros como Tomás e Isaac Delgado, de Agustín Cevallos y Moisés Fierro quienes se encargaron de la estructura de madera tanto de la escuela como de la capilla.

La construcción y la vida misma de la institución educativa tuvo el apoyo decidido de la distinguida dama, la Srta. pupialeña, Doña Mercedes Rivera, quien le donó a la congregación de los Hnos., Cristianos la Hacienda Yalquer ubicada en la población de Julio Andrade, para que pudiese apoyar la vida institucional de la naciente escuela.

Dos años después en el 1950 se terminó de construir la escuela con el aporte decidido de la colectividad, como sabemos hacerlo en Tulcán.

Los niños y la vida estudiantil

Los niños disponían de unas bancas de madera para tres personas y las tenían que llevar desde San Francisco hasta las nuevas instalaciones, nuestros actores los niños René Guijarro, Jorge Delgado y Federico Mera arrastraban a duras penas su enorme pupitre por la calle Rafael Arellano como lo hacía los otros estudiantes escolares. René que adolecía de las secuelas de la poliomielitis, pronto abandonó la tarea, en la esquina de la Rafael Arellano y 10 de Agosto, también abandonó la tarea el pequeño Jorge que vivía lejos y se le hacía tarde y Federico se vio solo con su banca y el destino estaba distante y se hacía tarde, entonces el Prof. Rosalino Fierro con un par se sogas salió en ayuda del pequeño que sufría por no poder terminar con la tarea de llevar su banca hasta su nueva escuela.

La nueva Escuela

En el año 1.950, el Hermano Bonifacio José era el nuevo director de la institución educativa y a él le correspondió presidir la misa campal en la ceremonia de inauguración de las nuevas instalaciones, que estaban colmadas de asistentes.

Algunas personas subieron a la segunda planta que aun estaba en construcción, tenía los durmientes, pero no el entablado y pasó lo que podía pasar: en medio de la ceremonia, el niño Galo Sosa Borja cayó desde la parte alta y lo hizo sobre una señora que estaba embarazada.

Los dos fueron llevados al hospital el niño con fracturas en sus dos piernas y la señora afectada entró en labor de parto, como efecto del impacto.

Las instituciones educativas de los Hermanos Cristianos

En el año 1.954 en la Ciudad de Quito se colocó el busto del Hermano Miguel, para lo cual fueron invitadas las instituciones de los Hermanos de todo el país. Por supuesto la Escuela de los Hermanos de Tulcán con la intervención de los niños del 5° y 6° grado  participaron del magno evento y en el desfile desde el Ejido hasta el Tejar y la brillante demostración de habilidad y gallardía del cachiporrero tulcaneño Galo Yépez Regalado, en la banda de guerra con uno de los tambores de René Guijarro y sus problemas derivados de la poliomielitis, entonces cuando el pequeño desfallecía, tomó el tambor Federico, para  auxiliar a su amigo y terminar con éxito el desfile.

Cuando los estudiantes terminaban su ciclo escolar, el Hno. Carlos Egas preparaba a sus estudiantes para que pudiesen ingresar a la secundaria en el prestigioso Colegio Bolívar de Tulcán y pudiesen labrar su futuro sin obstáculos y sin límites.

La gratitud de los exalumnos

En el año 2001, bajo la iniciativa del General Federico Mera, se colocó en las instalaciones del Colegio la Salle de Tulcán un busto en homenaje al Hno. Hilario Yerobi, y fue el mismo Federico quien llevó a los ya ancianos Hilario, Bonifacio José y Carlos Egas a esta celebración de gratitud tan necesaria y tan escasa en estos tiempos de individualismo y de ingratitud.

 

Jorge Mora Varela

 

Fotografías cortesía de Federico Mera