El Diablo

El Diablo.

 Cruz de piedra del cementerio de Mira

Cuentan los abuelos, que un hombre al verse tan pobre, decidió hacer un pacto con el diablo, se encontró con él en un lugar determinado y llegaron a un acuerdo:

Dentro de cierto tiempo ambos vol­verían al mismo lugar, pero llevando ca­da uno un animal diferente para que el otro le reconozca.

Regresó a su casa sufrido por haber hecho este pacto ya que si perdía la apuesta tenía que entregar su alma al Diablo. Pero si ganaba, el Diablo debía entregarle una carga de plata.

Su mujer al verlo preocupado le pre­guntó sobre su pena. Le contó lo suce­dido, pero ella lo animó, Le dijo que no se preocupara, y le dio una tarea: debía conseguir pelo de todo pelo, pluma de toda pluma y ella haría el resto.

Cuando ya había conseguido todos los materiales y se acercaba el día seña­lado, la mujer derritió panela y la hizo miel, untó en su cuerpo desnudo y le pi­dió a su marido que le pegue indistinta­mente los pelos y las plumas; como te­nía el cabello largo se hizo una cola co­mo extensión del extraño animal. Cami­naba en cuatro patas, y su trasero se ha­bía transformado en su cabeza. Antes de ir al cementerio, donde se había cita­do con el Diablo, el animal fue escondi­do detrás de la cruz grande, porque por allí tenía que pasar el amo del Infierno.

Desde lejos venía el Diablo con un animal encerrado en un zurrón. Cuando nuestro hombre lo vio, no le fue difícil distinguir de qué especie se trataba, por­que su cornamenta y su chiva lo delata­ban y también porque al pasar cerca de la cruz, el Diablo le dijo -cabra a un lado- sin duda, pensó, ganaría la apuesta.

-Es una cabra, le dijo al Diablo

-Muy bien amigo mío, dijo el maléfico con una sonrisa irónica.

-Qué animalejo ha traído usted, le inquirió al hombre, que temblaba.

Detrás de la cruz, salió esa extraña bestia. Este animal caminaba para adelante, se movía para atrás. Tenía extraña pelambre y mientras más le veía, más intrigado se mostraba el Diablo.

Después como curioso que es, se cansó de mirarlo y quiso saber de qué se trataba, pero como ante todo es un caballero el Diablo no tuvo otra que dejar la carga de plata y esfumarse junto con su cabra. El hombre y su animal fantástico regresaron a la casa, con la pesada carga de plata.

-Para que veas lo astutas que somos las mujeres, que hasta al Diablo le engañamos fácilmente-, le dijo su mujer, mientras se limpiaba el disfraz.

Colorín, colorado.

 

 

Tomado del Libro “MEMORIAS DE MIRA”
Autor: Rosa Cecilia Ramírez Muñoz