FRENTE A LA CRISIS

Daniela Mora Santacruz, presenta un análisis crítico de la realidad ecuatoriana,

 

FRENTE A LA CRISIS

 

La aparición del COVID-19 desenmascaró realidades que nos habíamos empeñado en ignorar porque la anuencia muchas veces le gana la batalla a la inconformidad; y frente al poder, el establishment y el statu quo, es difícil asumir la lucha como primera línea de batalla. Sin embargo, la democracia de la muerte, ha puesto en perspectiva aquello a lo que acordamos llamar lo que siempre ha sido así; y hoy la distópica realidad nos obliga a evaluar todas las instituciones en las que estaban cimentadas nuestras vidas, planes, creencias y afectos.

Estamos obligados a enfrentar la crisis con un sistema de salud frágil y empobrecido, pretendiendo dotarle de características de heroísmo a los médicos, enfermeros, enfermeras, auxiliares y personal de salud en general, en un intento burdo de presentar las carencias como méritos y el sacrificio sobre humano como lo deseable, intentando poner tierra sobre la memoria; evitando hablar de la necesidad de inversión y política pública.  

Hoy, gran parte de nuestra supervivencia se encuentra en manos de aquellos que tacharon de enemigos el pasado octubre y de otros tantos que parecían desechables a ojos de quienes ven en la acumulación del capital el único camino, aunque eso signifique acrecentar las diferencias sociales de manera vertical; sin embargo y a pesar de la fragilidad latente, parecen ser pocos los que han aprendido algo del encierro y muchos los que esperan que nada cambie cuando esto termine, o que cambie únicamente aquello que les afecta de manera particular, pues es difícil asumir que se requerirán grandes dotes de resiliencia para afrontar una “nueva normalidad” de la que todos hablan, pero que nadie sabe a ciencia cierta en qué consistirá.

Nos movemos a tientas guiados por un gobierno que parece ignorar las diferencias sociales a pesar de que nos golpean de manera frontal. Han puesto en el mismo saco a empresarios y trabajadores; ha olvidado la necesidad de un eje transversal de género en las decisiones económicas; han sido cómplice en la precarización del trabajo; han favorecido a unos cuantos en detrimento de la mayoría y lo más crítico es que parecen gobernar al calor de las redes sociales en lugar de afrontar la realidad de manera articulada.

Blaqueemos por un momento aquello de arrimar el hombro y asumamos que la pandemia es diferente para todos. Aceptemos que poder llevar la cuarentena en una casa, sin pagar arriendo, dónde existe comida, internet, posibilidad de realizar teletrabajo, percibiendo un sueldo fijo, nos coloca en una posición de privilegio frente al 25% de la población ecuatoriana que a diciembre de 2019 vivía con un ingreso per cápita menor a $84.82 dólares mensuales o del 8.9% que tenía un ingreso per cápita menor a $47.80 dólares y que los coloca en situación de pobreza y extrema pobreza respectivamente, siendo la población más afectada aquella que vive en las zonas rurales y que por tanto, es difícil de mirar a través de nuestras redes sociales y nuestros círculos cercanos.

Para diciembre de 2019, la pobreza por necesidades básicas insatisfechas fue de un 34.2% a nivel nacional; 21.4% en el área urbana y el 61.6% a nivel rural, lo que quiere decir que en todo el Ecuador, existen aproximadamente 5.814.000 (cinco millones ochocientos catorce mil) personas que viven en casas con pisos de tierra, paredes de caña o estera; o que están hacinadas, pues la relación entre el número de personas y de habitaciones en sus hogares es mayor a tres; que no tiene servicios básicos o que si existen, son deficitarios; que hay niños en edad de 6 a 12 años que no asisten a la escuela o al colegio; o casos en los que el jefe del hogar, entendida como aquella persona sobre la que recae la dependencia económica, es de 2 años o menos de escolaridad.

Respecto al empleo, para diciembre de 2019, la tasa de empleo adecuado era del 64.23%, mientras que el subempleo bordeaba el 29.47% y el desempleo el 6.29%.

Enfrentemos el hecho de que mientras algunos podemos escoger que mirar en las plataformas de streaming, se han incrementado las llamadas de auxilio por violencia de género, pues entre el 11 de marzo y el 13 de abril, el 9-1-1 recibió 6819 llamadas, un promedio de 235 mujeres por día; y que dentro de estas cifras no se están considerando aquellos pedidos de auxilio realizadas a casas de acogida o más preocupante, las cifras que no podemos contabilizar, ya que teniendo al agresor en casa, es imposible solicitar ayuda.

Hablemos de las dificultades que enfrentan los niños en edad escolar que no tienen acceso a computadoras, internet o plataformas virtuales para continuar su educación desde casa y de la falta de acciones concretas para que no engrosen los números de deserción escolar. 

En nuestro país de realidades diversas y extremas, hay personas que se ven forzadas a violar la cuarentena porque deben elegir entre morir de hambre y arriesgarse a morir por el COVID-19 y frente a todo esto se requiere empatía, pero también objetividad y pensamiento crítico.

Es obligatorio que las decisiones gubernamentales se analicen de manera global, integral y articulada, entendiendo que el detrimento y la precarización de las condiciones laborales, afecta de manera directa a los derechos de los más vulnerables y que no basta con arrimar el hombro si todo empuja hacia el beneficio del capital sobre el ser humano, si no pedimos que también contribuyan a superar las grandes brechas de desigualdad los dueños de grandes capitales, esos 265 ecuatorianos que acumulan 30.000 millones de dólares y que entendamos que la política no se hace en forma caridad y donativos, sino que es deber del estado establecer un marco normativo y acción que nos permita a todos alcanzar el bienestar.

 

Fin.