VENEZUELA ENTRE DIVINIDADES Y DOGMAS

No me agradan los dogmas y las tradiciones, porque son una manera solapada de atarse al pasado y negarse la oportunidad de evolucionar y negarles a las personas su derecho a construir su vida en su propio país.

VENEZUELA ENTRE DIVINIDADES Y DOGMAS

Es un hecho doloroso e indignante mirar como un país y sobre todo sus autoridades permiten la muerte de algunos de sus jóvenes, así como es triste y desolador contemplar como cientos y miles de ciudadanos dejan su patria, porque en ella ya no les queda ninguna posibilidad de supervivencia.

Los que mueren, solo son parte de las estadísticas y nadie asume la culpa y los que se van, que son capaces de meter toda su vida en una maleta, sin que a nadie les importe, sino solo su familia que debe dejarlos partir, para tener la esperanza de sobrevivir, si es que encuentran un lugar fuera de Venezuela, donde trabajar para enviar algo de alivio a sus seres queridos, víctimas inocentes de la estupidez humana.

Me parece inconcebible que la clase política se ciegue y no pueda mirar el dolor y el drama de sus ciudadanos más vulnerables y persista en discutir la constitucionalidad de sus alegatos, la validez revolucionaria de sus terquedades partidistas o la obediencia ciega a los supuestos mandatos de sus dioses políticos o pretendan solucionar sus problemas estructurales de violencia, de especulación, de desabastecimiento con constituyentes o por decretos o aislando a sus opositores políticos.

Todos invocan a Bolívar, muchos aclaman a Chávez y nadie puede dar respuestas válidas a los venezolanos más vulnerables que mueren, emigran o sufren la incapacidad de sus políticos, para construir un país apto para vivir.

Creo que Venezuela debe dejar morir a sus viejos dioses políticos y darse la oportunidad de repensar un nuevo país, viable, que pueda responder con decencia a las expectativas de su gente y evitar el acabar con lo que le queda y seamos testigos de la muerte lenta de un hermano país y del dolor, desarraigo y muerte de millones de hermanos venezolanos.

 

Jorge Mora Varela