UN DÍA CUALQUIERA

Un día cualquiera

Son las tres y cuarenta de la mañana, el frío del páramo entra despacio por debajo de la vieja puerta de madera que ha estado ahí desde hace cincuenta y tres años.

A Leydi se le pone la piel de gallina por el frío, pero se levanta como de costumbre, se coloca automáticamente el saco de lana de oveja y el pantalón térmico comprado en la feria de la ciudad. Toma la chalina morada con rayas grises y se la amarra a la altura del vientre en forma de faja o cinturón para sentirse segura. Camina en puntillas hasta encontrar las botas negras de caucho, las siete vidas, como suelen llamarle en el campo, se coloca las medias de lana que están metidas ahí y las botas. En el pilar de madera están colgados la gorra tejida por su madre y el poncho grueso que le servirá de capa.

Ya en la cocina se encuentra con Dolores que está encendiendo la leña en el fogón, ese que nunca se termina de apagar, pone una gran olla de agua, para que se hierva despacio hasta que ellas vuelvan de sacar la leche a las vacas. Mientras tanto, Julia  se han levantado también, siguiendo el mismo ritual marcado desde años atrás, por las madres, abuelas y bisabuelas.

MAL PRESENTIMIENTO

Mal presentimiento

Despertó con el corazón acelerado. Anita había tenido un mal sueño. Todos los sueños en los que aparecía la tía María eran malos. Ella, la difunta, era un ave de mal agüero. Cada vez que aparecía del más allá, lo único que traía eran penas. Por eso, apenas abrió los ojos y sintió la espalda de su marido cerca, lo abrazó fuerte.

—No se vaya a trabajar —le dijo, mientras lo cubría con las cobijas.

—¿Y eso? –le preguntó Pablo, sorprendido—, ¿qué mosco le picó? —se levantó, como de costumbre, a las cuatro y quince de la mañana. Se vistió a tientas y salió con las botas de caucho, el poncho de lana de oveja y la gorra, que estaba tras la puerta de madera.

Anita casi no temía a nada; sin embargo, esa mañana sentía miedo, como nunca lo había sentido. La angustia le hacía temblar las manos. Se mantuvo despierta hasta las cinco de la mañana, cuando salió a ordeñar las vacas. Luego, regresó y levantó a la niña, preparó café colado y le sirvió un pan con queso y un plato de papas cocinadas. Todo esto mientras esperaba que Pablo regresara de dejar a los peones en el sembrío.

Incluso en esos momentos, esa sensación de desasosiego no la había abandonado. Los ojos locos de la tía María la perseguían. Era como si su sombra estuviera ahí. Hasta percibía un olor a ruda podrida en el aire.

ASÍ HABLAMOS LOS MIREÑOS - PRÓLOGO

Así Hablamos los Mireños

PRÓLOGO

Presentación del Libro “Así hablamos los Mireños
Teatro León Ruales Mira

Al ser los mireños hispano hablantes o castellano hablantes por la lengua que llego a América allende los mares con la conquista y colonización, influenciada también por el quichua, lengua de los Incas que llegaron allá a inicios del siglo XV y que según la historia conquistaron Quito y se extendieron hasta el río Angasmayo en la actual Colombia, además por los negros traídos del África también durante la conquista y colonización; este es el proceso de mestizaje, que también se evidencia en el lenguaje de los habitantes de todos los pueblos de la Patria Grande, y con el pasar del tiempo algunas palabras han desaparecido, otras aún se hablan y son palabras del español antiguo, también se han venido formando palabras nuevas que le identifican, le dan ese tono de ser únicos e irrepetibles en el contexto planetario.

El miedo

El miedo

Vi el miedo como jamás lo había visto, en su rostro, en sus ojos pequeños cerrados, tendido en esa camilla de terapia intensiva, indefenso, solitario, sin fuerzas.

Que difícil era ver como aquel hombre fuerte con el que me casé hace veinte años, se había convertido de pronto en lo que nunca quiso ser, un cuerpo sin vida, que necesitaba ayuda de aparatos para mantenerse.

El miedo se disfraza de tantas maneras y a pesar de haberlo sentido en otras ocasiones: en mi piel, en mis huesos y en mi corazón, jamás fue tan sólido como aquella tarde. No fue miedo a perderlo o a mi vida después de él, o a la soledad que seguramente me esperaba. ¡no! Tuve miedo de mí. De lo que sería capaz de hacer por él, el hombre de mi vida, mi compañero, mi gran amor, mi pilar, mi protector, quien de un momento a otro se transformó en mi protegido.

El nacimiento del volcán Chiles

El nacimiento del volcán Chiles

 

...Pero se cuenta por ahí, que, en cierta ocasión, la luna se atrevió a pasear por las lagunas que se encontraban cerca de un territorio donde vivía un extraño poeta, solitario y vagabundo como el viento del páramo frío.

Aquella noche, se dice que los ancianos delante del fuego relataban viejos cuentos de anocheceres y amaneceres estelares.