Amigos, los invito a leer una fábula política.
TIEMPOS DE ARISTOCRACIA
Este día fue diferente en el reino; en la fiesta de investidura del rey, todos lucían sus trajes de gala, había alfombra roja en el piso, cámaras, luces, hasta los cordeles que impedían que la gente pueda llegar hasta los elegidos eran de colores vivos y brillantes.
Los locutores de los noticieros que en las últimas décadas habían sido personajes grises, ácidos, fúnebres, lacónicos, agoreros del desastre, esta mañana estaban radiantes, hasta coqueteaban con las cámaras y lo hacían de forma bobalicona, mostraban sus dentaduras blancas, pero sus gestos aún requerían esfuerzos, porque los años de rictus, de frustración y de amargura habían estropeado la habilidad para sonreír con naturalidad.
Ellos, celebraban con entusiasmo los atuendos de las señoras que acompañaban a los acaudalados, intentaban adivinar el diseñador de modas que engalanaban a las damas que llegaban al gran escenario del poder.
Buscaban agendar para sus notas de noticias al círculo cercano de los poderosos, a sus estilistas, a sus diseñadores de moda, a sus personal trainer, a sus nutricionistas, a sus asesores de imagen, a sus decoradores de interiores, a sus amas de llaves, o cualquiera que pudiese revelar algún secreto de su éxito o de su belleza.