La mata de higo
Por: Milton Froilán Jiménez
Jamás conocí la mata de higo,
más siempre saboreé su fruto.
Su aroma me generó abrigo,
su dulce se convirtió en sustento.
Entró a casa en días de desesperación…
…con el tiempo, motivo de bendición.
Su amargo era similar a la temporada,
pero su hervor nos dio otra viada.
Perol 40, una tanda de leña y la secreta sazón
se confundieron con mis padres y su pasión.
Mimbre, quesillo, miel y pan…
…fue el manjar que recorrió todo Tulcán.
Los higos acercaron a los vecinos
y mis viejos surcaron nuevos caminos.
Fueron para vender, apostar y regalar…
…sirvieron para compartir, disfrutar y soñar.
Desde Las Gradas hasta el Filanbanco,
las brevas llevaban su encanto.
Una parada de Damas y Ajedrez en la feria
y las apuestas en la ruleta eran cosa seria.
Después, el cochecito reemplazó al canasto
y los higos nos dieron mayor abasto.
Su parra nos llenó de prosperidad,
sin duda, fueron días de felicidad.
Hoy, el fruto verdoso me llena de nostalgia
de lo que un día fue una estación de magia.
Por eso, al cielo elevo una oración,
pidiendo a mis padres su bendición.