CARTA A MI MADRE

CARTA A MI MADRE

 

 

Sabemos que en el transcurrir de la vida.

La muerte es parte de la existencia misma,

que cada día que pasa es un ir y venir

hacia el encuentro con la muerte.

Para unos quizá ésta, es el fin de todo,

un viaje sin retorno, o un adiós eterno.

Para otros no es más que la metamorfosis

de la materia en energía y para otros es

 ir ante la presencia divina.

Es decir, volver a la esencia

misma de la creación y poder ser el polvo

Cósmico de ésta galaxia entera.

 

Hoy que han trascurrido varios años

de aquel momento triste de tu partida,

Yo quiero pensar Madre querida,

que Dios aquel día,

quiso plasmar en su lienzo divino

la figura encantada del amor

el agua cristalina de la vida

y la esencia misma de la creación

con el alma de tu ser Madre querida.

Es decir que, desde este punto terrenal,

Yo no debo llorar tu partida,

Si no más bien, debo darle gracias al Señor

que te amó tanto, porque estoy segura

Que allá en el cielo estarás cantando

las mil canciones de amor que tu memoria

las recuerde y tu nota tónica será

la energía y la sustancia libre

que viaje por todo el cosmos,

donde se confunde la luz,

lo bello y lo divino.

Pero si alguna vez madre amada,

escuchas un suspiro ahogado de mi alma

O adviertes desde el cielo

que una o mil lágrimas

brotan de mis ojos,

piensa que ninguno de tus hijos

se acostumbró a tu partida...

Que tu adiós dejó un vacío, tan inmenso

que ni el agua de la mar podrá llenar…

Más algún día me tocará partir

y por todos los rincones del cielo

te buscaré Madre querida.

Elevaré, la oración del PADRE NUESTRO

para que allá en la vida eterna,

Vuelvas a ser mi madre amada,

Alfombraré la huella eterna de tu paso

con las flores más hermosas

De todos los jardines celestiales

Te llenaré de abrazos, te llenaré de besos

de todas esas cosas que quedaron

pendientes y que aún me quema por dentro.

Perdóname Señor por amarla tanto

pero aquí en la tierra y allá en el cielo

Te pediré volver a ver a mi Madre.                   

 

 Por: Flor María Cadena