CUANDO SE GOBIERNA A CIEGAS

 

CUANDO SE GOBIERNA A CIEGAS

  

Miraba desde mi casa como se realizaba en la vecindad el juego de  la piñata, que consiste en darle un garrote a un participante con los ojos vendados para que, a tientas, intente romper una vasija de barro.

De aquella algarabía, no pude evitar hacer un símil, con algunos de los líderes latinoamericanos, que parecen dar palos de ciego en sus acciones de gobierno, que actuar sin rumbo, sin saber lo que hacen y por supuesto nunca hallarán la solución de los problemas que aquejan a sus pueblos.

O porque no ven lo que hacen por falta de capacidad; o no lo puede ver, porque se lo impide su modelo ideológico o no lo quieren ver, porque es más fácil desentenderse de los asuntos incómodos y que podrían tener costo político.

Entonces recurren al uso de estrategias como las de echar la culpa a los otros de todos los males que soportan los pueblos es una práctica tan vieja como la misma humanidad, sin embargo puede ser tan convincente y efectiva que se la sigue utilizando con ligereza, sin pudor, porque hacerlo es el camino más fácil, políticamente inicuo, pero no por ello conveniente, ni honesto.

Es habitual gobernar con la mirada puesta en el cálculo electoral¸ aparecer como el salvador de la patria, indiscutible e indispensable, fiel a su ideario o su supuesta herencia política y patriótica, ciego frente a las realidades circundantes.

El caso de Venezuela raya en lo patético y bastan un par de ejemplos para poder visualizarlo; como efecto de su política económica, un galón de gasolina puede multiplicar su precio al pasar las fronteras en quinientas veces, entonces la tentación de cualquier persona y de cualquier país incluidos los venezolanos es evidente. La solución podría ser levantar un muro de concreto a lo largo de todo su perímetro, para evitar el contrabando o entender la problemática y actuar en consecuencia.

El segundo es pretender centrar los males del país al opositor político más visible, condenarlo a  casi 14 años de prisión y con ello acabar a los enemigos del gobierno con una sentencia ejemplarizadora para los golpistas, enemigos de la patria.

No discuto el valor del diálogo al más alto nivel como  mecanismo para solucionar los problemas de los pueblos, pero me parece que primero había que echar una mirada hacia adentro del propio país, para encontrar la raíz de los conflictos, en lugar de imaginar intentos de magnicidio, invasiones o conspiraciones que aparecen con mayor fuerza, cuando se administra a ciegas con un garrote y por supuesto no se logran los resultados esperados.

 

 Jorge Mora Varela