Mira en acuarela
Como una acuarela vibrante, enclavada en el corazón de los Andes, así se revela Mira. Es un pueblo de encantos suspendidos en el tiempo, un lugar mágico donde las "voladoras" no son solo leyenda, sino una realidad susurrada entre las montañas, y donde el inconfundible genio mireño es la esencia misma de la vida.
Iniciamos una semana de reencuentros, con los brazos abiertos y el corazón expectante, esperando la llegada de aquellas familias que un día partieron a diferentes rincones del mundo. Regresan a su tierra para vivir el feriado de Finados, no solo como una fecha, sino como un rito sagrado de pertenencia. Es un retorno a la raíz, para unirse en un abrazo que borra distancias, un abrazo tejido con los sabores y olores inconfundibles del hogar.
Un abrazo que emana de los hogares donde aún se atesora la pulpa de frutas del páramo, lista para convertirse en la reconfortante "coladita morada". Ya se siente el calor del horno de leña, ese cómplice ancestral donde manos expertas, portadoras de una sabiduría antigua, transformarán con paciencia el maíz y el trigo. De sus habilidades nacerán las sabrosas "paspas", los tiernos "borregos" y las dulces "muñecas de pan", figuras que son más que alimento: son memoria.
Que sea una buena semana para Mira, el Balcón de los Andes, y para el mundo que hoy la mira con nostalgia y cariño.
Imagen renderizada con IA Grok
Fuente: mimr


