Una aventura en el mundo de “Las mil y una noches”
ألف ليلة وليلة
Una tarde se sábado, mientras llovía, había que hacer una limpieza profunda en el rincón dónde por muchísimos años nadie había movido nada.
La biblioteca de casa, donde permanecían apilados y empolvados los libros que prometimos leer y que jamás lo hicimos.
Entre tantos parecía esperarme el primer libro que leí en mi vida, cuando niño: “Las mil y una noches”
Las aventuras de Scherezada y sus historias que se prolongaron a lo largo de mil y una noches y terminaron por cautivar al monarca y a mí, con el poder de su palabra y el encanto de sus cuentos.
Al costado derecho del librero estaba una pequeña lámpara de aceite que no recuerdo haber tenido jamás.
El pequeño artefacto metálico era hermoso y merecía la pena limpiarlo y hacerlo brillar, para lucirlo en casa.
Mientras limpiaba la lámpara arreciaba la lluvia acompañada de rayos y centellas.
Y al igual que el cuento, de pronto al frotarla se materializó una figura humana que atemorizaba por su físico y su voz.
Llegué a pensar que esto debía ser parte de un sueño, una pesadilla, así que pellizqué mis brazos y sentí un dolor intenso.
Jajajaja… Te dolió verdad - dijo el genio de la lámpara.
Y continuó: Sabía que llegaría este día, así que te voy a llevar a mi mundo y vivirás las patrañas que le ha dicho Scherezada a mi Sultán para que no la asesine.
Y dicho y hecho, como si nos hubiese envuelto un remolino, entramos en una espiral y de pronto caminábamos por las calles angostas de una vieja Medina en el mundo del Magreb.
Entre palacios y callejuelas, entre la opulencia y la pobreza, entre la nobleza y el pueblo como en cualquier parte del mundo, pero a la manera del mundo árabe.
No sabía dónde estábamos, pero era evidente que estábamos en alguna parte del mundo árabe, por la vestimenta de su gente, sobre todo de las mujeres.
De pronto en el intrincado laberinto de callejuelas estrechas por dónde caminábamos, mi compañera de vida desapareció y a nadie parecía importarle mis súplicas de ayuda, me encontraba en un mundo dónde a nadie conocía, ni entendía lo que hablaban.
En medio del tumulto pude identificar a una persona que hablaba en español, mientras que por teléfono parecía hablar en árabe.
El hombre solo decía en voz alta y de forma agresiva:
- ¿De qué rescate me habla, si mi esposa está junto a mí?
- Le repito que mi esposa está a mi lado.
- Escucha le dije, mientras le tocaba el hombro, tu esposa está contigo, pero la mía no está.
- Mirá, creo que se equivocaron.
- Pero no es mi problema, aseveró.
Y continuaron con su camino.
Sintiéndome incapaz de hacerme entender, de pedir ayuda y cuando la desesperación y el pánico me ganaba la batalla.
Solo se me ocurrió utilizar la aplicación instalada en mi móvil: “Speak & Translate”, explicar mi situación y buscar a algún agente del orden para mostrarle la traducción.
Así lo hice.
Llamé la atención a alguien que me parecía una autoridad de la policía y le mostré el texto.
Me miró con cierta indiferencia y leyó la traducción de “mala gana”
Luego me miró y empezó a hablar, de lo cual no entendía nada.
Al mirar mi incapacidad de comunicarme, hablo por su teléfono con alguien y con su mano me indicaba que espere.
Jajajaja….. jajajajaja… jajajaja…
Reía el tipo.
Y no paraba de hacerlo.
Llamó un auto y me dijo: 3.000 Dirham
Go, go…
Más o menos significaban 300 dólares.
Subí a un vehículo 4x4 y el conductor me levaba de forma rauda, por una carretera pavimentada, luego salió a una ruta pedregosa y polvorienta, al final se movía por las dunas de arena del desierto.
Luego de algo como una hora de camino se detuvo junto a unos beduinos y sus “dromedarios”
- 1.000 Dirham
El extraño y hermoso animal del desierto se inclinó para que subiera, así lo hice y empezó a caminar rumbo a alguna parte o a ninguna parte.
Así por un par de horas.
Así cuando moría la tarde, en la cima de una gran duna, pude divisar a mi compañera.
Salté del enorme dromedario y corría a su encuentro.
Luego los dos subimos a nuestro exótico medio de transporte y nos dejamos llevar por el camino que nos devolvería a nuestro hogar.
FIN
Imagenes propiedad de Jorge Mora Varela