EL OVNI DEL ABUELO ALEJO
Hace años, el abuelo Alejandro Morillo fue el teniente político de la parroquia carchense de El Carmelo. Se levantaba tempranito a controlar los pasos ilegales que avezados pueblerinos aprovechaban, en la obscuridad, para pasar mercadería de Colombia a Ecuador por el puente de tronco de arrayán.
Luego, iba en busca del ganado del vecino Corrella que le habían robado en esos días y que se trataba de unos malhechores de la Victoria, una vereda de Nariño, al sur de Colombia que pasaban la frontera para llevarse los chanchos, gallinas y cuyes que los carmelitas guardaban en sus cuadras.
No había como tener animales, estos maleantes todo se lo llevaban. Peor si alguien del pueblo emprendía viaje a Tulcán, cuando regresaba, estos forajidos en menos de lo canta el gallo flor de haba ya se habían llevado los equipos que servían para sintonizar la radio Zaracay y el programa de los avisos clasificados. Esos mismos que los locutores decían:
— Se comunica a don Efraín Fuertes Oñate que su tía luzmila viajará en esta semana desde Santo Domingo de los Colorados hasta El Carmelo para visitarle, le lleva las botas, el machete. Que prepare las gallinas y cuyes que va con toda la familia.
Con esos comunicados se sabían quién venía o se casaba, se divorciaba, si nacieron nietos o se vendían toros o terrenos, esa radio era la abuela del Olx, pero en 1970.
Antes de sintonizar la radio, el abuelo alejo se sentaba, ya entrada la noche, a freir los maduros, en un sartén tan negro, que de seguro ahí estaban los registros de la historia de la familia, de las carnes secas y saladas que se guardaban encima de la cocina y que cada noche se freían para servirse acompañadas de arroz, papas y los apetecidos maduros.
Ese era el momento para contar historias, una de ellas que contaba era la de que un amanecer de domingo, cuando el abuelo Alejo tenía que viajar a Tulcán a comprar abonos y medicina, tomo el camión la Macarena de don Miguel Ángel Ruiz y en el trayecto por la vía rodeada de montañas y frailejones que en esos amaneceres sorprendían a los viajeros con sus sombras de fantasmas y duendes. Alejandro logró divisar por las ventanas un extraño objeto con luces centelleantes de mil colores que cubrió ese camión, estuvo unos segundos y en desapareció sin dejar rastro en la montaña.
Todos sorprendidos, no pudieron creerlo. Don Miguel Ángel se quedó hipnotizado y se descuidó del volante cuando despertó el camión estaba cayendo por el precipicio. Desde ese sitio los pasajeros se aterrorizaron de ver la profundidad de esa pendiente. Lo que el abuelo aclaró es que en un momento estaban suspendidos en el aire. Un enorme pulpo sostenía al camión que inmediatamente lo llevó hasta la carretera y dejó a salvo a los viajeros.
Así me contaba las historias mientras en el negro sartén los maduros se freían a fuego lento y el locutor de la radio anunciaba. Desde Santo Domingo de los Colorados transmite Radio Zaracay, la emisora de las multitudes.
Por Norberto Fuertes