Las ánimas benditas y el bulto negro.

Las ánimas benditas y el bulto negro.

Cuentan que en cierta ocasión por el año 1.914, a eso de la media noche, caminaban por la actual calle Quito un señor llamado Gonzalo, junto a su amiga de travesuras de nombre Lisenia, obviamente no se pueden dar los apellidos.

Avanzaban por dicha calle y estando cerca de la puerta del cementerio, (el que se encontraba en la Loma de Santiago, es decir donde actualmente está la escuela Isaac Acosta), se detuvieron, porque oyeron que en el panteón había un jolgorio como el de un gentío.

 

Lisenia dijo: “me parece muy raro que a estas horas hayan venido a sepultar a alguien, a más que no se ha sabido que alguno haya fallecido”. El replicó: “debe ser nuestra imaginación”, ¡pero no!; al llegar a la puerta del camposanto vieron algo que hizo que la sangre se les bajara a los talones.

Era nada más ni nada menos que una procesión de las almas del purgatorio.

Decían haber visto unas siluetas altas, con cuerpo como de humo y que cada cual llevaba una vela prendida. Que conforme iban pasando las ánimas, se sentía un viento helado que penetraba en los huesos. Alcanzaban a escuchar voces pero no entendían las palabras, a ratos parecía un canto fúnebre, a ratos un Ave María.

Visto esto, se tomaron de las manos y media vuelta. Dicen que fueron a parar a San Vicente de una sola carrera y cuando aclaró el día, recién pudieron regresar a sus casas.

Desde entonces y por varios meses tuvieron experiencias perturbadoras. Decían que enseguida de irse a descansar, se sentaba al filo de la cama un bulto negro con cara de calavera y les decía: “arrepentíos de vuestra lujuria, porque el castigo ha llegado”. Al final, movidos por el temor decidieron alejarse y con ello desapareció el fantasma de la noche.

Fuente: Perfil de Facebook “Rafael Arellano del Hierro” @65487USA