SI LA MUERTE TOCASE MI PUERTA
Hoy que la muerte ronda silenciosa,
me place echar una mirada a mi mundo, el que no obedece las leyes del tiempo,
con la posición privilegiada de aquel aparatejo al que llaman dron,
para advertir con placer una vez más, el rostro de todos mis amigos.
Incluye a mis padres,
con quienes entendí la vida.
Incluye a mis amigos,
esos con los que desgastamos las calles de mi pueblo.
Incluye a mi compañera de vida,
con quien descubrimos los mundos desconocidos,
con quien le regalamos vida a la vida,
con quien puedo afrontar el miedo a la muerte,
tan solo con tomarla de la mano.
Incluye a mis hijos,
esos que nacieron libres,
para recrear una vez más los versos de Machado:
Caminante no hay camino,
se hace camino al andar.
Incluye a los caminantes primigenios de mi pueblo,
tan lejanos que parecen ir en blanco y negro,
esos que me regalan mi manera de ser y de pensar,
y que de vez en cuando la uso para ser.
Incluye a los caminantes cercanos de mi vida,
tan juntos que parecen ir por todos los flancos,
esos que me regalan todas las voces y todos mundos,
y que de vez me ligo a ellos para ser.
Incluye a la palabra,
a la que de vez en cuando hay que liberar,
de la cárcel de los libros que no se abren,
que siempre se escapa, se me ofrece y se coloca,
tan cercana, dispuesta y generosa,
para inventar juntos voces y universos imaginarios,
y que me dan la libertad para inventar mi ser.
Incluye a los senderos que están por descubrir,
tan extraños y sin embargo me saben esperar,
esos que cada vez que me reciben, me regalan sus historias,
y en ellas descubro también las historias de los otros.
Para reconocerme en cada uno de ellos,
de alegrarme por su compañía,
de regocijarme por la vida compartida,
de prometerme volver,
o de marcharme sin deudas y sin culpa.
Jorge Mora Varela