Poesías y relatos con sabor santandereano y con sabor carchense

Para la 1° FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUCARAMANGA

Poesías y relatos con sabor santandereano y con sabor carchense

Publicado  en YouTube, en: https://youtu.be/hBKfh0pvcHQ

En estas tierras del nororiente colombiano el Departamento de Santander y su capital Bucaramanga y del norte del Ecuador en la Provincia del Carchi y su capital Tulcán, los dos, tierra de liberales y conservadores, separadas por 1290 kilómetros y unas 23 horas de viaje por tierra, me ha llamado la atención en los dos lugares, el uso frecuente del “Usted”, sobre todo porque así lo escuché a mi abuelo en el trato ejemplar para mi abuela, el trato de mi padre para mi madre y yo lo hago, en el trato con mi esposa desde hace 40 años. Nunca la he tratado de vos, siempre de usted. Es una forma dulce de hablar con ella y ella conmigo.

Nunca lo acordamos, solo fue así desde el primer día, se ha mantenido y me gusta.

Por favor pensemos estos poemas en cualquiera de nuestros pueblos o ciudades si es Bucaramanga o Tulcán, mejor.

Le ofrezco esta tarde tres poemas, un delicioso entremés con vocablos y frases propias del mundo santandereano y carchense, en sus semejanzas y diferencias y un relato del realismo mágico.

Por favor, miremos el “usted” en la composición de los textos.

  • Mujer

Dedicado al más bello milagro hecho mujer y en ella a todas las mujeres.

Quiero cantarle a usted mujer hermosa,

que se empeña embellecer mi vida,

que me ama sin excusas,

que va conmigo hasta el atardecer.

Que me concede cada noche sorbos dulces de su manantial,

que es capaz de dominar y someter al tiempo,

recreando para mí un mundo inusitado,

y que me lo regala en cada amanecer.

A usted, compañera de mi vida,

que me reta y me acaricia,

que no me pide y que me hereda,

que me acompaña y me sonríe.

Va esta canción para usted,

mujer de primavera,

mujer de amaneceres y de atardeceres,

soberana de mi corazón.

FIN

  • NIÑA

Dedicado a mi esposa y compañera de vida.

Quisiera encontrarla a usted en algún rincón de mi memoria,

en cualquier destello de su existencia cerca de la mía,

me gustaría tanto retroceder en el tiempo para buscarla y encontrarla

porque la busco desde el primer día.

La imagino a usted melena al viento,

con la alevosía natural en su mirada,

la sonrisa cómplice de alguna travesura,

y sus manos prestas para inventar un juego.

Creo verla con el paso dispuesto a saltar por la ventana,

escapar sin apenas tocar el empedrado de la calle,

a buscar la rayuela, el columpio, la rueda, los amigos,

a jugar de la manera más seria para enfrentar la vida a su manera.

Tenaz para vivir,

sin dar un paso a las espaldas,

sin querer mirar sus pasos,

sin tiempo para el reposo.

Hermosa niña de cuerpo pequeñito,

retadora impertinente de la paz de los mayores,

pretexto del insomnio de su padre,

futura compañera cómplice de mis vicisitudes.

FIN

  • Este poema bien pudo haber sido pensado y escrito en la ciudad bonita, Bucaramanga o en mi pueblo la ciudad de Tulcán.

Dedicado a la memoria de mi abuelo, y en él a aquellos hombres que llevaron de la mano a un niño por los primeros senderos de la vida en el parque principal de mi pueblo.

El parque y el abuelo

Oye abuelo llévame al parque,

por favor, como todas las tardes,

correr entre los árboles y caminar tu y yo, y,

que me cuentes las historias que me gustan.

¿Oye abuelo como se llama la señora en la cima del monumento?

¿es cierto que se llama Libertad?

¿es verdad que con ella nos llegó la independencia?

¿sabes quién la subió hasta lo alto?

El hombre miraba con orgullo al pequeño niño y le contaba:

Otros pueblos no la tienen, sabes,

pero nosotros nacimos, somos y seremos libres,

llevamos en la sangre “La América Soberana”

y por eso esa mujer nos mira como pueblo en libertad.

Así entonces de tarde en tarde el paseo por el parque,

era una lección entrañable de civismo y patriotismo,

matizada por la banda de música a la hora de la retreta,

que tallaba en la memoria hermosas y perennes melodías.

Fueron lecciones de historia y de identidad,

que fueron forjándose tomados de la mano,

unidos por lazos de curiosidad y de sabiduría,

un niño de cara a la vida y el abuelo de frente al ocaso.

Con el paso de los años, cuando paseo por el parque con mis hijos,

Me encuentro, me reconozco y me identifico.

en el parque que tenía todo lo que necesitaba para ser feliz,

resbalosos, caminos, bancas, árboles y un hermoso monumento,

y al recuerdo de mi abuelo en el parque principal de mi pueblo.

 FIN

Un entremés de vocablos: El hablado y la cultura santandereana y carchense

Los dos pueblos, como tantos, comemos sopa y seco

Los Bumangueses con piña y salsa tártara vs. Nosotros con ají, perejil y cebolla picada

El santandereanos habla con las manos, nosotros no tanto

Frente al hambre, los Bumangueses dirían: tengo un filo, que si me agacho me corto vs. Nosotros “tengo una canina” que me comería un caballo.

Ellos Que joda tan arrecha vs. Que joda tan hijue madre

Lo veo joche vs. Se han barajado

Mas atravesado que la iglesia de Vélez vs. ….. vs. Se ha rayado

Mucha boleta vs. Mucha vaina

Cállese la jeta de los Bumangueses vs. Cierre la trompa nuestra

Somos berracos vs. Somos berracos

Irse de jeta vs. Irse de jeta

Lárgueme la taza vs. Présteme la tacita

Hacer mala jeta vs. Estar trompudo o estar jetón o estar jeteado

El mucho comer vs. EL traga aldabas

El, mucho ser vs. Está genio

No monte gorro vs. No me vea la cara.

Chupe pa’ que aprenda Vs Chupe pa’ que aprenda

Quiubo mano vs Quibas mijin

Me tumbaron o le dieron por la cabeza vs. Me tumbaron o me vieron la cara

No hable paja vs. Pura paja

Ganar de chiripa vs. Chiripazo y cuando perdemos les cantamos (era, era, era, chiripa no más era)

Deje la joda vs. Deje la huelada

Hacer mala jeta vs. Estirar las trompas, andar jetón, está trompudo

Dar palo vs. Dar una paliza

Dar una mirada. Dar una ojeada

Darse cuenta vs. caer

Darle una hojeada vs. echarle un ojo

Dar papaya vs. Darle piola

Dar una vuelta vs, Dar una vuelta

Dar lata vs. joder

Dar cuerda vs le han dado cuerda

Pa’terminar: A propósito de la comida Bumanguesa, rica y abundante de sopa y seco, del baúl de los recuerdos del Realismo Mágico Carchense, los invito a disfrutar de:

PERO TENGA LA CUCHARITA

Una historia con cuyes, hornado y papas.

Mi padre fue uno de los invitados a la celebración que organizaron unos amigos cercanos con motivo del grado académico de uno de los chicos amigo de la casa. En la ceremonia hubo un brindis con un espumante importado y luego brindaron unos bocaditos mientras las personas charlaban de pie.

En el espacio de unos cuantos minutos, mi padre perdió su alegría y permaneció en un mutis incómodo por el tiempo de celebración. Luego de un par de horas se cerró el evento y entonces nos despedimos y cada uno se metió en su vehículo y desaparecimos en medio de un laser de luces de la gran ciudad.

Mi padre exclamó como una forma de alivio: ¡Qué bueno que se acabó esta vaina!, ¡las de mi pueblo eran celebraciones!

Pase compadre, siga por favor, pase, primero tómese unita y siéntase en su casa.

Entonces entre la música bailable por lo general “cumbias colombianas” que salía de la radiola empotrada en el mueble de madera matizada entre unita y otrita de aguardiente, se disfrutaba del baile alegre de los hombres y las mujeres, mientras los abuelos y los niños dormitaban sobre las sillas, llegaba la hora de comer.

Por favor acomódese en su sillita, entonces los jóvenes entregaban a los invitados los cubiertos y una servilleta de papel.

Por favor sírvase decían los anfitriones mientras entregaban al invitado de honor un plato sopero con un aromático e hirviente caldo de gallina runa, con un par de papas blancas y una presa de gallina. A continuación, uno de los más chicos servía el ají, la cebolla y el perejil picados con los que se completaba el típico sabor del primer manjar.

Al terminar se retiraba los platos vacíos y la persona que lo hacía decía, pero, “tenga la cucharita”, al tiempo que llegaba el segundo plato rebosante con pedazos de hornado, montados en hojas de lechuga, mote, un par de papas igual de blancas que las del caldo y una buena porción con el caldo saladito del chancho hornado.

Claro el compadre con su estómago sin la preparación necesaria para albergar la cantidad de comida que le ofrecían los anfitriones, preguntaba con disimulo:

¿Me podría facilitar una fundita”

Y el anfitrión le respondía:

“coma tranquilo nomás compadre que al final le daremos su fundita”

Y se repetía el momento:

Muchas gracias, estuvo riquísimo.

Qué bueno que le haya gustado, pero “tenga la cucharita”.

El invitado, solo acomodaba la espalda en la silla, aflojaba el cinturón y recibía una bandeja con un “cuy”, crocante, con papas blancas, sarsa de maní con las vísceras de pequeño animal en una cama de lechuga y a continuación llegaba un muchacho con la taza de ají.

La música sonaba despacio y parecía que ayudaba a pasar los manjares del pueblo.

Luego un vaso de chicha ayudaba a “rempujar” la comida.

Terminada la ingesta de los manjares de la tierra, se volvía a encender el baile, se alzaba el volumen de la radiola, para que vuelvan las cumbias y entre “unita y otrita”, para que “no patee” el cuy, hasta alcanzar el clímax de la fiesta con la hora de la música nacional.

Al final, con las marcas de sudor en la frente, una gran sonrisa de satisfacción, en la puerta de salida el anfitrión despedía a su invitado de honor con la “fundita” caliente y pesada, dónde con seguridad iba otro cuy que serviría para matar el chuchaqui del otro día.

Al recordarlo, mi padre volvía a exclamar:

¡Esas eran celebraciones! No la huelada de la que acabamos de huir.

Pero esas fiestas y esos banquetes, solo se podían dar en mi pueblo.

FIN

 

Fuentes de vocablos: https://youtu.be/TF8PyM1qTVU

https://www.youtube.com/watch?v=yHdYaKiFjM8