Un homenaje de admiración al hombre de hierro, al que, la ausencia de su compañera lo convirtió en un ente de cristal.
El amor y el dolor de la melancolía
La vida del hombre había devenido triste,
sin sabor y sin sentido,
así lo declaraban sus hombros caídos y,
su mirada sin brillo y sin horizonte.
Había extraviado la razón de vivir,
el norte y el sur,
la luz que debía entrar por la ventana,
solo habían quedado dolientes los recuerdos.
Como si la muerte lo hubiese tocado,
sin palparlo,
como si una daga lo hubiese herido,
sin hurgarlo.
Como el hombre de hierro,
condenado a ser un ente de cristal,
frágil,
transparente.
Sentenciado a romperse en mil pedazos,
con la brisa del viento,
con los acordes de una guitarra,
con la vibración de los recuerdos.
Un hombre como los de mi pueblo,
capaz de dominar a los molinos de viento,
de cargar sobre sus hombros el peso de la vida.
pero incapaz de sobrellevar la ausencia de su compañera.
Cuando ella tomó camino al infinito,
se fueron también los abrazos y los besos,
con ella se fue la vida, el amor y,
solo quedó el dolor de la melancolía
Jorge Mora Varela.