Los ladrillos se hicieron con música en “Las Tejerías”

Los ladrillos se hicieron con música en “Las Tejerías”

Mi nombre es Edgar Gilberto Bolaños Guerra, tengo 70 años.

Trabajé en la tejería hasta los veinte años de edad en que me fui al cuartel, luego al salir ingresé a la Policía Nacional para integrar la orquesta “Los Pickers” representantes musicales de la institución.

Yo empecé a tocar guitarra desde los 8 años, junto a mi hermano Luciano Enrique Bolaños y mi tío Pablo Guerra quien trabajaba aquí haciendo ladrillos, él nos enseñó la música y el trabajo, ¿no ve que ellos eran ladrilleros profesionales?, a veces parábamos el trabajo y nos dedicábamos a la guitarra o cuando cuidábamos el horno quemando los ladrillos por dos o tres noches, amanecíamos tocando boleros, ballenatos, vals, pasillos, albazos, nuestra música ecuatoriana.

Aquí sacamos algunos buenos cuartetos y tríos y así llegué a ser guitarrista profesional, integramos primeramente el “Cuarteto Ternura”, éramos mi hermano, dos tíos Pablo Guerra y Jorge Guerra y yo, ellos son finaditos, son tíos propios hermanos de mi mamá Vicenta Guerra, éramos todos familia, mi hermano un año va a ser de fallecido, era menor que mí, se fue joven todavía de 65 años.

Nos presentábamos aquí en nuestra tierra, después ya salimos a la ciudad. Recuerdo que, en el Colegio Vicente Fierro con mi hermano, que no era colegial sino que trabajaba cerca, formamos un grupo con mis compañeros que se llamaba la “Orquesta Los Tropicales” todos éramos buenos amigos pero luego nos graduamos y cada cual se fue por su lado, yo tenía 18 años.

Cuando regresé del cuartel formamos el grupo “La Joricomba” con músicos de Ipiales para tocar salsa, la mitad de integrantes éramos ecuatorianos y la mitad colombianos, además formamos la orquesta “Los Cinco del Momento” de igual forma de las dos nacionalidades.

En ese tiempo trabajé en distintos lugares con mi profesión de metalmecánico y así me encontré en la Empresa Eléctrica haciendo mantenimiento como soldador, fue ahí que me llevaron a la policía para formar la orquesta.

 

“Los Pickers”

Esta orquesta fue famosa, los integrantes éramos: Yo era el bajista, mi hermano Luciano pianista, Luis Caranqui era el baterista, Jorge Cadena tocaba las congas, el acordeón y el piano era buen músico, Ángel Andrade la primera trompeta, Antonio Maldonado segunda trompeta, Carlos Sandoval trombonista, Miguel Andrade al piano porque había dos pianos, Nacho Andrade era primer saxo y algunos cantantes que pasaron por la orquesta, primero fue Luis Pazmiño que le decíamos con confianza “Cuetero”, pero solo tres años estuvo y pidió la baja, después vinieron Jorge Zapata de Otavalo, Juan Guerrero de Ibarra, un buen cantante y por último Luis Quinteros de Esmeraldas que era también un buen cantante, en total éramos doce integrantes.

 

“Los Pickers” tocaron 20 años.

En 1975 nos enlistamos como policías con el rango de músicos, allí nos metieron en cursos de música y para servir como policías normales, todos los días teníamos que estar en repaso de lunes a viernes y por las noches hacíamos guardia, luego nos sacaron a la calle a hacer servicio urbano en tránsito, pero como éramos músicos no lo hacíamos bien.

Pasó que una vez “El Cuetero” Luis Pazmiño dirigiendo el tránsito ocasionó un accidente y lo castigaron con 8 días en el calabozo y luego lo metieron a un curso, eso nos quedó como una anécdota de cómo empezamos en la Policía, sin saber de la profesión.

Al ser la mejor orquesta nos llevaban a Colombia y a todo el Ecuador, anduvimos en Quito, Guayaquil y en todas partes, esta orquesta “metía plata” pero nosotros solo ganábamos el mensual de policías, por ejemplo, cuando éramos contratados para las fiestas de Quito nos pasábamos 15 días presentándonos en varios lugares.

Con “Los Pickers” Grabamos un LP, también tuvimos el “Trío Éxito” que lo integrábamos músicos de la orquesta de la policía, es decir que cuando se cansaban de bailar con la orquesta en el momento del relax tocábamos con el trío.

Me retiré a los 15 años de servicio por motivo de enfermedad debido al exceso de trabajo, pero mi hermano se quedó 22 años. El último en irse fue Ángel Andrade, ahora él tiene el “Mariachi Ruiseñor” con sus hijos.

Actualmente ya no existe una orquesta de la policía. Al salir de la Policía retomé mi taller de metálicas en el que hasta hoy trabajo, lo tengo en Tulcán en la calle Cuenca y Uruguay. Me casé a los 3 años de ser policía y tengo tres hijos que son profesionales.

Mi niñez y juventud en "Las Tejerías"

Recuerdo que tenía 5 años, éramos pequeños todavía cuando nos sacaban a mi hermano Luciano y a mí a cuidar los bueyes desde las 3 de la mañana, a sufrir tiritando con las alpargatas de caucho nomás, debido al frio teníamos que meternos en las ramas para taparnos y acurrucarnos cuando llovía.

Nuestro trabajo era dar de comer a un par de bueyes para que trabajen todo el día y empezar el trabajo a las 7 de la mañana en la molienda del barro, a esa hora tomábamos un café con una tortilla y seguíamos las labores diarias con los peones.

Junto con los animales elaborábamos el barro pisándolo hasta las 12 del día para empezar la elaboración de los ladrillos. Se utilizaban moldes de dos o tres ladrillos, lo hacíamos hincados en el piso, ahora hay buenas máquinas, pero en ese tiempo antiguo lo hacíamos con las manos, “cosa que nos sangraban, de pequeñitos aprendiendo laborábamos y con todos los peones que trabajaban en esto”, así pasamos toda nuestra juventud.

Nos dirigía mi abuelito José Ayala Bolaños que nos crió, él en su juventud vino de Ipiales y se casó con Rosario Solarte, dueña de ésta finca, que habia enviudado de su esposo Daniel Argoti. El abuelo era un señor de trabajo que le gustaba dirigir bonito todas las siembras, había unos 10 o 15 peones que trabajábamos diariamente.

Físicamente era alto delgado con bigote un señor antiguo bien puesto con su sombrero y su ruana, tipo colombiano, de carácter alegre jovial pero siempre con la voz de mando que se necesita para ordenar en una finca, era bien tranquilo pero al mismo tiempo tenía esa forma de ser bravo, si no se le sublevaban, tenía que estar controlando las siembras y los ladrillos.

Los ladrillos se vendían bastante bien por eso trabajábamos todos los días, era la única ladrillera que laboraba aquí, no había más, ahora hay diferentes ladrilleras en todo lado pero en ese tiempo solo había ésta.

Se quemaba cada mes unos 5.000 o 10.000 ladrillos; también se elaboraban tejas con moldes a mano, todo el trabajo era rústico pero eran buenos productos. Los peones venían del barrio El Ejido porque aquí había bastante trabajo para toda la juventud campesina de la zona, trabajaban al diario y semanalmente les pagaban unos 5 sucres que en ese tiempo era plata.

El barro salía como mantequilla

Primeramente, cavábamos desbancando la arena y la tierra para llegar a las minas de barro de color café, luego picábamos el barro y lo revolvíamos con tierra y arena, se lo hacía pisar con los bueyes en una “cocha” dando la vuelta, nosotros íbamos junto puyando a los animales para que giren. A las 12 del día ya molíamos todito, salía el barro como mantequilla. Nos chumaba al guiar a los animales en círculos, lo hacíamos entre dos, el uno manejaba los bueyes y el otro arrinconaba el barro, también pasaba la arena, tierra y el agua, otros lo transportaban en carreta para la faena de hacer los ladrillos.

Los hacíamos con moldes, se los sacaba y alisaba bien con agua, una persona ponía el barro y el otro seguía amoldando hincado, luego se lo dejaba en el suelo tendido porque no había que dañarlo y en cuatro días se lo apilaba mientras se secaban por una semana, finalmente se preparaba el horno y se cargaba la quema. Se hacían unas 6 o 7 pisadas o “cochadas” (con los bueyes), para juntar 5 o 10.000 ladrillos y llenar el horno.

El abuelito cargaba el horno haciendo columnas con los ladrillos parados, dejando siempre las bocas para meter la leña. El ladrillo se lo ordenaba en unas 6 o 7 capas hasta el tope.

Mi abuelo tenía la especialidad de acomodar el ladrillo para que se queme bien, en esas tres bocas del horno metían troncos de árboles pero debía taparse con barro el cielo del horno para que contenga el calor y alcance una buena temperatura, la quema se demoraba tres noches mientras nosotros cuidábamos, procurando tener papas y choclos para asarlos en el horno comer y repasar la música. Tenía que permanecer una semana entera el horno tapado hasta que se enfríe para luego deshornar, entonces íbamos apilando los ladrillos para que las volquetas o los camiones los llevaran directamente a las construcciones.

Cuando trabajaba con mi abuelito él tenía unos sesenta años. ¿En qué año se construiría la tejería? Pienso que tuvo que haber existido antes que venga mi abuelito José, o sea que esto tiene más de 100 años, mucho más.

 

 

Fotografías: Ramiro Cabrera R.

 

Proyecto auspiciado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Carchi. "Anécdotas y memorias contadas por los abuelos de la frontera norte" Antropólogo Ramiro Cabrera, Gestor Cultural.