EN SINTONÍA CON EL PAPA FRANCISCO

EN SINTONÍA CON EL PAPA FRANCISCO:
CONSTRUYENDO FRATERNIDAD EN EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN

Jaime Humberto Mora Varela

Introducción

Jaime Mora VarelaLa Iglesia ya declaraba, en la década de los sesenta del siglo XX, que «no puede dar prueba mayor de solidaridad, respeto y amor a toda la familia humana que la de dialogar con ella acerca de [los problemas que le angustian], aclarárselos a la luz del Evangelio y poner [a su disposición] el poder salvador […] recibido de su Fundador» (Vaticano II, 1965, Gaudium et spes, n. 3). A inicios del siglo XXI, frente a la degradación ambiental y deterioro de la calidad de la vida humana, invita a dialogar sobre “el cuidado de la casa común” y reflexionar sobre “la fraternidad y amistad social” que es preciso construir. Esta invitación, dirigida a la propia comunidad cristiana y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, la realiza el papa Francisco, respectivamente, a través de dos encíclicas sociales: Laudato si’ (2015) y Fratelli tutti (2020), retomadas y complementadas con renovada urgencia por dos exhortaciones apostólicas: Querida Amazonia (2020) y Laudate Deum (2023), respecto a la primera, y la declaración Dignitas infinita sobre la dignidad humana (2024), del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, respecto a la segunda.

El trabajo presenta un resumen de ambas encíclicas complementadas con los otros documentos mencionados. Metodológicamente sigue los tres momentos clave que las articula: ver la realidad, iluminarla y actuar, precedidas y seguidas por una doble invitación: la primera, a dialogar sobre el modo en que estamos construyendo el futuro del planeta y a reflexionar sobre la fraternidad universal y la amistad social; y, la segunda, a orar juntos por estos propósitos, con quienes compartan una mirada creyente.

Encíclica Laudato si’

1. Invitación inicial

A un nuevo diálogo sobre el modo en que estamos construyendo el futuro del planeta, un desafío respecto al cuidado de la casa común (LS, n. 14-15), para lo cual nos llama urgentemente a:

2. Ver la realidad de nuestro planeta

En nuestra casa común acontece una única crisis social y ambiental, visible en:

1) El actual proceso de degradación ambiental, por «la contaminación» y «el cambio climático», «la cuestión del agua», «la pérdida de biodiversidad» y «el agotamiento de los recursos» (LS, n. 20-42). Respecto al cambio climático, este se manifiesta en el aumento de la temperatura global de los océanos, su acidificación y disminución de oxígeno; la disminución del hielo continental y de los polos, las modificaciones de flujos oceánicos, el derretimiento del permafrost en Rusia (n. 17), el ascenso constante del nivel del mar (LD, n. 12, 15-17). Por su impacto, el mundo en que vivimos se va desmoronando y quizá se acerca a un punto crítico real de quiebre o no retorno si se llega a sobrepasar el límite máximo deseable de temperatura global de 1,5 grados centígrados, desde el año1850, a 3 grados, en el curso del presente siglo (n. 1-4, 12, 55).

2) El deterioro de la calidad de la vida humana y degradación socio ético cultural, «la inequidad planetaria», «la debilidad de las reacciones» y «la diversidad de opiniones» (LS, n. 43-60). Si en el mundo coexisten un super desarrollo derrochador y consumista y situaciones persistentes de exclusión, miseria y sufrimiento de los más pobres (n. 43-61), en la Amazonia hay destrucción y contaminación, fundamentalmente por una explotación industrial de sus recursos que daña la «abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas» (QA, n. 7), y devasta su universo pluricultural explotando, discriminando, generando sufrimiento y desarraigo en los numerosos pueblos que la habitan (n. 15-19, 21-22, 49-50).

3. Dilucidar la realidad que caracteriza nuestra casa común

A la luz de los mejores frutos de la investigación científica, el evangelio de la creación y el diálogo entre ciencia y religión: la crisis socioambiental que acontece en nuestra casa común tiene sus raíces y causas más profundas en el avance fáctico de un paradigma cultural tecnocrático dominante y globalizado.

Este paradigma proviene del antropocentrismo moderno y configura, desde la lógica de un dominio absoluto e ilimitado de la tecnociencia sobre la naturaleza, una sociedad y un mundo de crecimiento económico, bienestar y progreso ilimitados, sordo a los gritos de la tierra y del pobre (LS, n. 15, 53, 61).

En las últimas décadas, con el desarrollo de la inteligencia artificial y otras novedades tecnológicas, este paradigma experimenta un nuevo avance bajo la idea de acrecentar el poder humano más allá de lo imaginable aprovechándose de lo no humano de forma ilimitada (LD, n. 21-23, 25).

El origen antrópico del cambio climático se debe al crecimiento acelerado, provocado por la desbocada intervención humana sobre la naturaleza, de las emisiones netas de gases de efecto invernadero en la atmósfera sobre todo desde mediados del siglo XIX. A partir del año 1850, más del 42% del total de esas emisiones, especialmente de dióxido de carbono, se produjeron después de 1990, al pasar de por debajo de 300 partes por millón en volumen hasta inicios del siglo XIX, a 400 en 2015 y a 423 en 2023 (n. 11-14).

Los males que aquejan a la Amazonia tienen que ver con una historia tanto de injusticia y crimen ligados a los intereses colonizadores nacionales y extranjeros de extracción de sus recursos, como de corrupción, que roen las instituciones sociales, sin exonerarse las eclesiásticas, a costa del sufrimiento de las poblaciones (n. 23-25).

4. Actuar sobre la realidad fáctica de nuestro mundo

Para cuidar la casa común y buscar, en términos de compromiso, corresponsabilidad y diálogo, un desarrollo humano sostenible e integral que incluya la vida de los más pobres (LS, n. 15-18. 163-201), es preciso salir, ponerse en camino y avanzar:

1) En una valiente revolución cultural, proponiendo una ecología integral: ambiental, económica, social, cultural y de la vida cotidiana, que, inseparable del principio del bien común y de la justicia intergeneracional, estime el valor propio de cada criatura e incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que le rodea (n. 15, 114, 137-162).

2) Avanzar por el camino del diálogo, proponiendo, a modo de algunas líneas de orientación y acción:

a) El diálogo sobre el medio ambiente en la política internacional para, canalizando una reacción global más responsable, encontrar formas eficientes de gestión que permitan lograr consensos a nivel mundial, realizar avances significativos, alcanzar acuerdos que se cumplan, crear y/o consolidar instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas con marcos regulatorios globales que cuenten con severos mecanismos de reglamentación, control y sanción (LS, n. 15-16, 18, 139, 163-164, 169).

b) El diálogo hacia nuevas políticas nacionales y locales que, guardando continuidad, tiendan a evitar malas prácticas y a alentar las mejores, estimulando la creatividad hacia nuevos caminos y facilitando iniciativas personales y colectivas a la luz del bien común (n. 175-177). A este respecto, si el derecho a veces se muestra insuficiente debido a la corrupción, se requiere una decisión política presionada por la población, sabiendo, además, que los países pobres necesitan tener como prioridades la erradicación de la miseria y el desarrollo social de sus habitantes, aunque deban analizar el nivel escandaloso de consumo de algunos sectores privilegiados de su población y controlar mejor la corrupción (n. 172, 177, 188).

c) Diálogo y transparencia en los procesos políticos decisionales en los que ha de haber una adecuada información y un debate amplio, con la participación de todas las partes interesadas y no sólo en la decisión inicial sino también en las acciones de seguimiento o monitorización constante (n. 182-188).

d) Diálogo entre política y economía colocándose, decididamente, al servicio de la vida, especialmente de la vida humana (n. 187-189).

e) Diálogos a todo nivel, entre las religiones y las ciencias, entre las mismas religiones y entre las ciencias mismas, volviéndose, «un diálogo abierto y amable entre los diferentes movimientos ecologistas, donde no faltan las luchas ideológicas» (n. 199).

3) Apostar por un estilo de vida alternativo a ese estilo de altísimo consumo y bienestar, obsesivo compulsivo, aislado y autorreferencial de poseer más que, reflejando de modo subjetivo al paradigma tecnocrático, solo pueden sostenerlo unos pocos, no repara en el deterioro ambiental y no acepta los límites que marca la realidad (n. 203-204, 208-209). Implica, nuevos hábitos de consumo atravesados por la responsabilidad social de los consumidores que exige considerar el impacto ambiental y los patrones de producción (n. 206); pero, también, lo propuesto por la Carta de la Tierra: «El despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida» (n. 207).

4) Proponer una educación ecológica para la alianza entre la humanidad y el ambiente desde los más diversos ámbitos educativos: familia, escuela, iglesia, asociaciones, medios de comunicación, política (n. 213); y, un nuevo paradigma, ni utilitarista ni consumista, acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza (n 215). Esta educación, llamada a crear una «ciudadanía ecológica», implica manejar información científica, concientizar a la población, prevenir los riesgos ambientales, incluir una crítica de los «mitos» de la modernidad basados en la razón instrumental, recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico, replantear los itinerarios pedagógicos de una ética ecológica que ayuden a desarrollar nuevos hábitos como la solidaridad, el respeto basado en la compasión, el cuidado y la responsabilidad ambiental, el compromiso ecológico (n. 209-211, 214), «una austeridad responsable, para la contemplación agradecida del mundo, para el cuidado de la fragilidad y del ambiente» (n. 214), una educación estética en referencia a la preservación de un ambiente sano (n. 215).

5) Proponer una espiritualidad ecológica que puede inspirarse en el tesoro de la tradición y experiencia espiritual cristiana, especialmente franciscana, una vez que, si bien todo cambio necesita de un camino educativo, también requiere de motivaciones (n. 15. 2002-246). De esta experiencia brotan algunas líneas de espiritualidad:

a) La conversión ecológica, transida de gratuidad y gratitud, personal y comunitaria que ha de movilizar, desde dentro, un dinamismo de cambio duradero, de cuidado del medio ambiente (n. 218-220).

b) Un modo alternativo de entender la calidad de vida y un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo (n. 222).

c) Un crecimiento con una feliz sobriedad, paz interior, una sana humidad, una capacidad de contemplar y gozar con poco, un retorno a la simplicidad, una actitud de contemplación y gratitud (n. 222-227).

d) Cultivar el amor social, civil y político, que mueve a pensar en grandes estrategias que detengan eficazmente la degradación ambiental y alienten una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad (n. 231).

e) Para los cristianos, vivir los signos sacramentales y el descanso celebrativo. La creación es en Dios un signo de su presencia que se sabe percibir desde una actitud contemplativa (n. 233). Los sacramentos asumen la naturaleza que se convierte en mediación de la vida sobrenatural (n. 235). «La espiritualidad cristiana incorpora el valor del descanso y de la fiesta [para percibir el sentido de la vida y reconocer los derechos de los demás]» (n. 237).

f) Contemplar a la Trinidad y la relación entre las criaturas. «La persona humana más crece, más madura y más se santifica a medida que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Así asume en su propia existencia ese dinamismo trinitario que Dios ha impreso en ella desde su creación. Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad» (n. 240).

g) Mirar a María Madre y Reina de lo creado.

h) Mirar más allá del sol: Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza de que Dios, al final de la historia, será todo en todos (n. 244).

6) Compartir algunos sueños, por ejemplo, para la Amazonia, sin dejar de avanzar en caminos concretos que permitan transformar su realidad y liberarla de los males que la aquejan (QA, n. 5-7, 111):

a) Un sueño social: «Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida, [para que puedan consolidar un ‘buen vivir]» (n. 7, 8). Esto implica respetar el derecho de los pueblos originarios al territorio y a su demarcación, a la autodeterminación y al consentimiento previo (n. 9-14).

b) Un sueño cultural: «Sueño con una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana [, promoviéndola para que saque lo mejor de sí, sin colonizarla culturalmente]» (n. 7, 28). Esto implica reconocer y respetar su universo pluricultural, estrechamente enlazado con la naturaleza y el sentido comunitario, cultivado por muchísimos pueblos amazónicos que lo han sabido transmitir de forma oral, buscando, últimamente, ponerlo por escrito. Es preciso conocer, escuchar y valorar su memoria, sus raíces culturales, identidad y sabiduría, cosmovisiones y formas de vida ante la amenaza de perderse para siempre (n. 28-41, 46).

c) Un sueño ecológico: «Sueño con una Amazonia que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas» (n. 7). Esto implica percibirla como lo que es, un bioma, un conjunto de ecosistemas en el que la vida exuberante llena sus espacios, de cuya salud depende el equilibrio planetario y la sobrevivencia humana, por el agua que abunda en ella (n. 46-52).

d) Un sueño eclesial: «Sueño con [una Iglesia que camina con los pueblos de la Amazonia, con] comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en [ella], hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos» (n. 7, 61). Esto implica una Iglesia que crece en la Amazonia inculturando socialmente el Evangelio, la espiritualidad cristiana, la liturgia, la ministerialidad, reconociendo la fuerza y el don de las mujeres, ampliando horizontes más allá de los conflictos, encontrando espacios de convivencia ecuménica e interreligiosa, poniendo en juego la creatividad, la audacia misionera, la sensibilidad y la fuerza peculiar de la vida comunitaria (n. 61-110).

5. Invitación final a orar juntos

1) Oración por nuestra tierra

Dios omnipotente […]

derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.
Inúndanos de paz,

para que vivamos como hermanos y hermanas
sin dañar a nadie.
Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos […]
Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa […]
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita […]
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz (LS, n. 246).

2) Oración cristiana con la creación

Te alabamos, Padre, con todas tus criaturas,
que salieron de tu mano poderosa.
Son tuyas,
y están llenas de tu presencia y de tu ternura.
Alabado seas.

Hijo de Dios, Jesús,
por ti fueron creadas todas las cosas.
Te formaste en el seno materno de María,
te hiciste parte de esta tierra,
y miraste este mundo con ojos humanos.
Hoy estás vivo en cada criatura
con tu gloria de resucitado.
Alabado seas.

Espíritu Santo, que con tu luz
orientas este mundo hacia el amor del Padre
y acompañas el gemido de la creación,
tú vives también en nuestros corazones
para impulsarnos al bien.
Alabado seas […]

Dios de amor,
muéstranos nuestro lugar en este mundo
como instrumentos de tu cariño
por todos los seres de esta tierra […]
Ilumina a los dueños del poder y del dinero
para que se guarden del pecado de la indiferencia,
amen el bien común, promuevan a los débiles,
y cuiden este mundo que habitamos […]

Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz,
para proteger toda vida,
para preparar un futuro mejor,
para que venga tu Reino
de justicia, de paz, de amor y de hermosura.

Alabado seas.
Amén. (n. 246)

Encíclica, Fratelli tutti

1. Invitación inicial

A pensar atenta y detenidamente sobre la fraternidad universal y la amistad social (FT, n. 6, 286), para lo cual nos llama a:

2. Reflexionar la realidad del mundo que vivimos

Vivimos en un mundo cerrado, entre:

1) Sombras densas que no favorecen el desarrollo de la fraternidad universal, ni a un mundo unido más justo: «sueños que se rompen en pedazos», «el fin de la conciencia histórica», la falta de «un proyecto para todos», «el descarte mundial», unos «derechos humanos no suficientemente universales», el «conflicto y miedo», una «globalización y progreso sin un rumbo común», «las pandemias y otros flagelos de la historia», «sin dignidad humana en las fronteras», «la ilusión de la comunicación», una «agresividad sin pudor», una «información sin sabiduría», «sometimientos y autodesprecios» y «el racismo» (FT, n. 9-53, 97). En nuestro mundo contemporáneo hay ciertas violaciones concretas de la dignidad humana que amenazan gravemente el futuro de la humanidad: «El drama de la pobreza», «la guerra», «el trabajo de los emigrantes», «la trata de personas», «los abusos sexuales», «la violencia contra las mujeres», «el aborto», «la maternidad subrogada», «la eutanasia y el suicidio asistido», «el descarte de las personas con discapacidad», «la teoría de género», «el cambio de sexo» y «la violencia digital» (DI, n. 33-35, 66).

2) Caminos de esperanza que es preciso andar.

3. Iluminarla

A la luz de la parábola del buen samaritano, un extraño en el camino (Lc 10, 25-37), se pone «de manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele [...] Nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común [...] Nos advierte sobre ciertas actitudes de personas que sólo se miran a sí mismas y no se hacen cargo de las exigencias ineludibles de la realidad humana» (FT, n. 67).

Para el pensamiento cristiano, a cada persona humana, por el mero hecho de existir y haber sido querida, creada y amada por Dios en Cristo, le corresponde ontológicamente una dignidad infinita, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre, que nunca puede ser anulada (DI, Presentación, n. 1-2, 7).

Reconocible por la sola razón, ha sido recogido por la ONU en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948): «El respeto de la dignidad [humana] de todos y de cada uno, es la base indispensable para la existencia misma de toda sociedad que pretenda fundarse en el derecho justo y no en la fuerza del poder. Es sobre la base [de su reconocimiento] como se sostienen los derechos humanos fundamentales, que preceden y sustentan toda convivencia civilizada” (n. 2, 6, 64).

Si moralmente, la dignidad se refiere al ejercicio de la libertad en tanto la respeta, pudiendo perderse; socialmente, es relativa a las condiciones en las que vive una persona, pudiendo no ser dignas; y, existencialmente, está referida a una situación vivencial por la que se llega a experimentar la propia condición de vida como digna o indigna (n. 7-8).

3. Actuar poniéndonos en camino

Es preciso andar por caminos de esperanza y plantear algunas líneas de acción que no se queden en meras palabras frente a las múltiples formas de eliminar o ignorar a los otros, para reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y amistad social, posible solo desde la dinámica del amor que Dios infunde en el corazón humano, es preciso andar por caminos de esperanza y plantear algunas líneas de acción que no se quede en meras palabras (FT, n. 6, 56). Así:

1) Pensar y gestar un mundo abierto que tenga lugar para todos, incorpore a los más débiles y respete las diversas culturas (n. 155). Ante la dificultad de hacerlo se impone la necesidad de vencer el individualismo radical, de salir de uno mismo hacia los otros, de ir más allá de intimismos egoístas con apariencia de relaciones intensas que anulan el más noble sentido social, trascender un mundo de socios que asegura determinados intereses particulares por encima del bien común (n. 88-89, 102, 105). «Ir más allá de los propios límites vale también para las distintas regiones y países» (n. 96). En este sentido, la fraternidad no es el mero resultado de condiciones de respeto a las libertades individuales, ni siquiera de cierta equidad administrativa; las supone y las orienta al amor (n. 103-105). La solidaridad exige el compromiso de todos aquellos que tienen responsabilidades educativas y formativas a educar para la fraternidad, el diálogo, el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento mutuo como valores (n. 103, 114); se expresa concretamente en el servicio a las personas, pudiendo asumir formas muy diversas de hacerse cargo de la fragilidad de los demás (n 115). La propiedad privada tiene una función social (n. 119-121, 123) y los pueblos tienen un derecho fundamental a la subsistencia y al progreso (n. 126).

2) Abrir el corazón al mundo entero, desbordando el límite de las fronteras, para garantizar «el derecho de todo ser humano de encontrar un lugar donde pueda satisfacer sus necesidades básicas y de su familia y pueda realizarse integralmente como persona» (FT, n. 129). Se requiere canalizar el «esfuerzo de acoger, proteger, promover e integrar a la persona migrante, conservando las respectivas identidades culturales y religiosas en apertura a las diferencias valorándolas en nombre de la fraternidad humana” (n. 128); implementar el concepto de plena ciudadanía y gestar una legislación global para las migraciones (n. 131-132). Se impone el enriquecimiento mutuo entre Oriente y Occidente a través del intercambio y del diálogo (n. 126). Acoger gratuitamente al hermano inmigrante (n. 128, 141). Entrelazar la fraternidad universal y la amistad social dentro de cada sociedad, los valores universales y el amor a la tierra, al pueblo y a los propios rasgos culturales (n. 142-145, 148).

3) Gestionar la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común, más allá de formas populistas y liberales. Así, frente a las formas populistas, que utilizan demagógicamente a los débiles para sus fines, no ignora la legitimidad de la noción de pueblo, ni elimina «el gobierno del pueblo”; frente a las liberales, al servicio de los intereses económicos de los poderosos, no desconoce la fragilidad del ser humano de encerrarse en la inmanencia del propio yo, ni la necesidad de formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, sin las cuales el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica (n. 155, 157, 167). Más allá de las fronteras, se impone diseñar alguna forma de autoridad mundial, no necesariamente personal, regulada por el derecho; gestar organizaciones mundiales más eficaces dotadas de autoridad; reformar la ONU y la arquitectura económica y financiera internacional; afirmar la justicia, el imperio incontestado del derecho y el infatigable recurso a la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje; establecer libremente determinados objetivos comunes y asegurar el cumplimiento en todo el mundo de algunos instrumentos normativos básicos; afirmar el principio de subsidiariedad (n. 172-175).

4) Proponer el diálogo y la amistad social: «En una sociedad pluralista, el diálogo es el camino más adecuado para llegar a reconocer aquello que debe ser siempre afirmado y respetado, y que está más allá del consenso circunstancial. Hablamos de un diálogo que necesita ser enriquecido e iluminado por razones, por argumentos racionales, por variedad de perspectivas, por aportes de diversos saberes y puntos de vista, y que no excluye la convicción de que es posible llegar a algunas verdades elementales que deben y deberán ser siempre sostenidas. Aceptar que hay algunos valores permanentes, aunque no siempre sea fácil reconocerlos, otorga solidez y estabilidad a una ética social. Aun cuando los hayamos reconocido y asumido gracias al diálogo y al consenso, vemos que esos valores básicos están más allá de todo consenso, los reconocemos como valores trascendentes a nuestros contextos y nunca negociables. Podrá crecer nuestra comprensión de su significado y alcance —y en ese sentido el consenso es algo dinámico—, pero en sí mismos son apreciados como estables por su sentido intrínseco» (n. 211). La procura de la amistad social implica acercamiento y reencuentro con los sectores más empobrecidos y vulnerables (n. 223).

5) Trabajar por la paz. En un mundo conflictivo y violento la arquitectura y la artesanía de la paz requieren trabajar juntos de forma proactiva en objetivos y proyectos comunes, superando lo que divide sin perder la identidad de cada uno, permaneciendo vivo un básico sentimiento de pertenencia en todos; negociar muchas veces para producir efectos concretos; favorecer la cultura del encuentro que exige colocar a la persona humana y al bien común en el centro de todo el accionar social; también, pacificar e instaurar procesos de reconciliación que lleven a cicatrizar heridas, sin exceptuar el perdón (n. 225-232). El perdón no renuncia a los propios derechos ante un poderoso corrupto, ante un criminal o ante alguien que degrada la dignidad. Si un delincuente me ha hecho daño a mí o a un ser querido, nadie me prohíbe que exija justicia y que me preocupe para que esa persona —o cualquier otra— no vuelva a dañarme ni haga el mismo daño a otros (n. 241). «El perdón es precisamente lo que permite buscar la justicia sin caer en el círculo vicioso de la venganza ni en la injusticia del olvido» (n. 252). Andar caminos de reencuentro, de paz y pacificación social, de primacía de la razón sobre la venganza, de delicada armonía entre la política y el derecho, que lleven a cicatrizar o sanar heridas, hace insufrible el extremo de la guerra e inadmisible el de la pena de muerte (n. 22, 231, 255, 262).

6) Disponer las distintas religiones al servicio de la fraternidad en el mundo y la defensa de la justicia en la sociedad (n. 271). Desde un trasfondo religioso que recoge siglos de experiencia y sabiduría el debate público se enriquece con el aporte de los creyentes que hacen presente a Dios como un bien en la sociedad (n. 175). «Sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad [...] Porque ‘la razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad’» (n. 272). Para el cristianismo, que valora la acción de Dios en lo que tienen de santo y verdadero en las demás religiones, el manantial de dignidad y de fraternidad, de donde bebe, está en el Evangelio de Jesucristo. Otros beben de otras fuentes (n. 277). «Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer» (n. 277). Y si bien, entre las religiones es posible un camino de paz, es necesario encontrar espacios para dialogar y actuar de forma conjunta por el bien común y la promoción de los más pobres (n. 281- 282). La violencia no encuentra fundamento en la adoración a Dios y el amor al prójimo, ni en las convicciones religiosas fundamentales sobre el sentido sagrado de la vida humana, sino en sus deformaciones. Estas no permiten «reconocer los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los que podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio» (n. 283).

7) El compromiso con los derechos humanos nunca se acaba. Ante tantas violaciones de la dignidad humana no se puede dejar de alentar su promoción (DI, n. 66), hay que estar «cerca de todos aquellos que, sin proclamas, en la vida concreta de cada día luchan y pagan en persona por defender los derechos de los que no cuentan» (n. 63). Y si «todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por [nadie]» (DI. n. 33), «cada persona individual y, al mismo tiempo, cada comunidad humana tiene, por tanto, la tarea de la realización concreta y efectiva de la dignidad humana, mientras que corresponde a los Estados no sólo protegerla, sino también garantizar las condiciones necesarias para que florezca en la promoción integral de la persona humana» (n. 65).

4. Invitación final a orar juntos

1) Un llamamiento de paz, justicia y fraternidad

«En el nombre de Dios [y de las vidas inocentes, de los pobres, desdichados, necesitados y marginados, de los huérfanos, viudas, refugiados y exiliados de los pueblos, de todas las víctimas de las guerras, las persecuciones y las injusticias; de los débiles, de cuantos viven en el miedo, de los prisioneros de guerra y de los torturados en cualquier parte del mundo, sin distinción alguna; de la fraternidad humana, de la libertad, de la justicia y de la misericordia, de todas las personas de buena voluntad] “asumimos” la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio» (FT, n. 285).

2) Oración al creador

Señor y Padre de la humanidad,
que creaste a todos los seres humanos
con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro,

de diálogo, de justicia y de paz […]

Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,
para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad,

de proyectos comunes,

de esperanzas compartidas. Amén. (n. 287)

3) Oración cristiana ecuménica

Dios nuestro, Trinidad de amor […]
derrama en nosotros el río del amor fraterno.
Danos ese amor que se reflejaba en los gestos de Jesús,
en su familia de Nazaret y en la primera comunidad cristiana.

Concede a los cristianos que vivamos el Evangelio
y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano,
para verlo crucificado en las angustias de los abandonados
y olvidados de este mundo
y resucitado en cada hermano que se levanta.

Ven, Espíritu Santo, muéstranos tu hermosura […]

para descubrir que todos son importantes,
que todos son necesarios,

que son rostros diferentes de la misma humanidad que amas.
Amén». (n. 287)

A modo de conclusión

En sintonía con el magisterio social del papa Francisco, la construcción de la fraternidad para el cuidado de la casa común es una necesidad que nos interpela a todos a ver, dilucidar y actuar sobre la crisis social y ambiental que acontece en el planeta. Si para Laudato si’: «El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar» (n. 13); para Fratelli tutti: «Cuando hablamos de cuidar la casa común que es el planeta, acudimos a ese mínimo de conciencia universal y de preocupación por el cuidado mutuo que todavía puede quedar en las personas. [Cuidarlo] es cuidarnos a nosotros mismos. Pero necesitamos constituirnos en un “nosotros” que habita la casa común» (n. 117, 17)

Referencias

Concilio Ecuménico Vaticano II. (1965). Constitución pastoral Gaudium et spes. Sobre la Iglesia en el mundo actual. Roma: Tipografía Vaticana, en https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html

S.S. Francisco. (2015). Encíclica Laudato Si´. Sobre el cuidado de la casa común. Roma: Librería Editrice Vaticana, en https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html.

SS. Francisco (2020). Carta Encíclica Fratelli tutti. Sobre la fraternidad y la amistad social. Roma: Libreria Editrice Vaticana, en https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html

S.S. Francisco (2020). Exhortación Apostólica Postsinodao Querida Amazonia. Roma: Librería Edictrice Vaticana, en https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20200202_querida-amazonia.html

S.S. Francisco (2023). Exhortación Apostólica Laudate Deum. Roma: Librería Editrice Vaticana, en https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/20231004-laudate-deum.html

Dicasterio para la Doctrina de la fe (2024). Declaración Dignitas infinita. Sobre la dignidad humana. Roma. En, https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_ddf_doc_20240402_dignitas-infinita_sp.html

 

Jaime Humberto Mora Varela

Profesor principal jubilado de la PUCE, con 28 años de experiencia en docencia de pregrado y postgrado e investigación. Tiene una licenciatura civil y canónica en Teología, un diplomado superior y maestría en Gobernabilidad y Gerencia Política, un máster universitario en Ética para la Construcción Social. Autor de  tres libros y tres capítulos de libro e innumerables publicaciones académicas.

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