Christian “Chucho” Benítez, muere el ser humano y nace el MITO.
No cabe duda que la muerte de un joven es un evento difícil de entender, de asimilar, es una vivencia dolorosa y desgarradora, porque junto a él existe una familia, su esposa e hijos, padres y familiares, sin dejar de lado a los amigos, más aún cuando quien muere es un exitoso embajador deportivo en una actividad tan popular como el fútbol.
El infausto acontecimiento, que sacudió a la población ecuatoriana que inmediatamente reconoció en el deportista algunos rasgos que los identifican con él. Murió un hombre de pueblo, que llevaba sobre su vida todas las consecuencias de la pobreza, la marginación, la falta de oportunidades, la exclusión social y que siendo niño encontró en el fútbol una posibilidad para construirse un futuro digno y exitoso.
La muerte del “Chucho”, generó efectos que nadie imaginaba, como el reconocer características propias del ecuatoriano común. Luchar sin límites y sin rendirse para mejorar su rendimiento profesional frente a las críticas severas de los mismos compatriotas que le exigían resultados infalibles, como si fuera obligación cargar sobre sus hombros los triunfos y los fracasos de los otros, de los que lo crucificaban por el pecado de fallar un gol o lo endiosaban por el hecho de lograrlo.
Paradójicamente, su muerte rompió de manera violenta las reglas de juego, el pueblo llano que lo reconoce como propio siente que le han arrebatado a uno de sus hijos predilectos, los detractores del joven deportista quedaron desconcertados, porque el centro de sus críticas y frustraciones se había ido. La prensa involucrada encontró en este acontecimiento una oportunidad para levantar el rating, los personajes públicos tuvieron micrófonos y pantalla de manera generosa, la familia tiene un cuerpo sin vida y todos conscientes que la muerte es tan real y cercana que atemorizaba.
Lo evidente es que ha dejado de existir un ser humano, pero ha nacido un MITO, un muchacho que vivió y luchó con alegría en un ambiente difícil, dispuesto a salir adelante y que sin pedirlo se ha instalado en el OLIMPO de los dioses populares del imaginario ecuatoriano.
Será como Julio Jaramillo que cada día canta mejor, también Christian el “Chucho” Benítez, cada día jugará como solo lo hacen los genios del fútbol y hará goles maravillosos e inimaginables, para felicidad de la gente común, por los siglos de los siglos, porque ese es ahora el nuevo destino de un ecuatoriano que se ha ganado un espacio en el patrimonio intangible de la patria deportiva.
Jorge Mora Varela