UNA DECLARACIÓN DE AMOR ES UN ACTO INNECESARIO
Coincido con el escritor y actor argentino Alejandro Dolina, cuando afirma que “Una declaración de amor es un acto innecesario”, porque el amor solo es algo que sucede, entonces, toda confesión amorosa es redundante y por esta razón sobrante e innecesaria.
Si el amor es algo que sucede, una declaración de amor, está fuera de lugar, si uno de los dos tiene que recurrir a declarar su amor al otro, algo está mal; es más, entre ellos NO ha pasado nada, NO hay atracción, NO hay magnetísmo, NO se produjo el contacto y en esas condiciones el amor es imposible.
Si se entiende el amor como ese extraño e intenso sentimiento propio del ser humano, que necesita, gusta, busca el encuentro y la unión con otro ser.
O es esa atracción que provoca la otra persona y que procura reciprocidad en el deseo de unión, que parecería que nos completa, alegra y despierta el deseo para convivir, comunicarnos y crear con el otro. El amor es un acto que rechaza el singular para conjugar en plural, recíproco, libre y voluntario.
Por lo tanto, todo pedido de respuesta a una declaración de amor es una extorsión amorosa, innoble e inaceptable, porque parecería que el otro tiene la obligación de contestarle y si el amor no aparece de forma espontánea, el NO amor provoca tensiones, justificaciones, traiciones y mentiras.
Toda confesión amorosa es una impertinencia, antipática y fuera de lugar, porque va contracorriente con el hecho de que el amor es solo algo que sucede.
Quienes hemos crecido y tenemos pareja, ojalá haya sido porque el amor fue algo que solo sucedió, no haya sido por culpa y consecuencia de la vergonzosa y deplorable “declaración de amor”, ahora si esto fue lo que sucedió, creo que quienes lo han vivido NO han conocido, ni para bien o para mal, el efecto del amor, solo de una compañía negociada, incípida e intrascendente.
Por esta razón y cuando existen seres humanos infelices a los cuales nunca "solo les sucede" han encontrado unas soluciones y salidas atípicas: se casan con su mascota, con un árbol, con su muñeca inflable, con una pared con si mismo o con su sombra.
Son tiempos extraños.
Jorge Mora Varela