EL 24 DE MAYO DE 1822 Y LOS MITOS FUNDACIONALES DEL ECUADOR

EL 24 DE MAYO DE 1822 Y LOS MITOS FUNDACIONALES DEL ECUADOR

Una historia novelesca

“El Oficial que llevaba la bandera perdió la mano por un impacto de cañón, teniendo que sostener la bandera con la que le quedaba sana, le fue amputada esta por otro disparo de cañón, entonces sostuvo el estandarte con los codos hasta que terminó el combate”... (1)

Esta es la historia del Alférez Fernando de Illescas quien en la batalla de Garellano del 29 de diciembre de 1503, al mando del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, defendieron para los Reyes Católicos Fernando e Isabel de Castilla y Aragón la posesión del Reino de Nápoles de los franceses que querían arrebatárselo.

Manuel J. Calle y la construcción del imaginario de la heroicidad y de la patria.

El escritor cuencano Manuel J. Calle (1866-1918), publicó en el año de 1905 el libro “Leyendas del tiempo heroico”, allí el autor narra desde su cosmovisión y desde su imaginario las gestas de la Independencia en un libro de 304 páginas.

Dice Calle que el objeto del libro es el de facilitar a los niños un pequeño libro de lectura que les hable de los grandes días de la emancipación, entonces empieza la narración con el juramento del joven Simón Bolívar en el Monte Sacro de Roma y termina con la muerte del libertador y lo eleva al mundo de la mitología con la frase con la que termina el libro: “Bendito sea tu nombre”.

El escenario y la batalla

En las páginas 186 hasta la 189, el autor crea una escena que en el cine de fantasía sería fantástica, emocionante, emotiva:

Describe el escenario donde se llevaría la Batalla, las faldas del volcán Pichincha el 24 de mayo de 1822.

“Los soldados caminaban por entre la maleza entre barrizales, con los primeros rayos del sol y un panorama magnífico hasta el asombro”… (2)

“El general Antonio José de Sucre al mando de tres mil soldados, entre el volcán cubierto de nieve y abajo, la ciudad que despertaba sonriente y bañada en luz, con sus majestuosas cúpulas, sus altos campanarios y sus techados rojos; entre la verdura de los campos y los arroyos espumosos de ríos como de plata, sembrados de granjas y atalayados por colinas de gracia escultural; en el confín lejano, las blancas cimas de los gigantes de la cordillera andina, y cubriéndolo todo, un cielo encendido en matices rojos, por el cual iba ascendiendo lentamente con pompa y majestades imponderables el sol ecuatorial”… (3)

 

El ejercito Realista, algo menor que el ejército de Sucre, con sus oficiales al servicio del Rey, rompieron los fuegos a las nueve y media de la mañana. Media hora duró este primer encuentro, hasta que en un combate horrendo, asombroso y heroico dice el autor.

Mientras los habitantes de la ciudad de Quito contemplaban la batalla desde las altas colinas, de las torres de las iglesias, de las azoteas, galerías, ventanas y techados de las casas, seguían anhelosos é impacientes las peripecias de la lucha, palpitando los corazones de esos cuarenta mil habitantes entre las más encontradas emociones de terror, desesperanza, alegría, victoria”. (4)

 

Abdón Calderón

Entre los soldados de la Independencia había un jovencito casi un niño, bravo y sereno ante el peligro.

El joven Abdón Calderón, inflamado de valor, corría al frente de los suyos, y se precipitaba sobre el enemigo. ¡Adelante, amigos míos! ¡Avancen, muchachos!, exclamaba con delirio dirigiéndose a los suyos, estaba donde arreciaba el peligro y se cernía la muerte, con la mirada encendida y la espada desnuda en la diestra.

Silbó una bala y le rompió el brazo derecho.

Pasó Calderón la espada a la mano izquierda, y continuó la lucha al grito de: —¡Viva la Patria!

Silbó otra bala y le rompió el brazo izquierdo —¡Viva la República! —gritó el heroico adolescente, y siempre en pie, sereno, animaba a los suyos, y corría adelante con la espada en entre los dientes. —¡Avancen! ¡A ellos!

Silbó otra bala y le atravesó el muslo. Vaciló el niño, pero no cayó. —¡Patria! ¡Patria ¡Libertad! ¡Libertad!

¡adelante! —gritaba como podía, dejando caer la espada.

Una bala de cañón y le cercenó ambas piernas —¡Viva la Independencia!

Cayó sobre su espada. Y allí, en el suelo, sin brazos, sin piernas, destrozado, aun respiraba con el aliento de su valor gigantesco y lanzó entre el hipo de la muerte el último “viva” a la República. (5)

El 24 de mayo de 1822.- Los ecuatorianos en nuestra infancia aprendimos la historia patria, hecha para niños, con ella construimos nuestros mitos fundacionales.

El relato novelesco de Manuel J. Calle fue tomado como un hecho real y fidedigno, así se enseñó en las escuelas del Ecuador durante todo el siglo XX.

De la mente creativa cargada de sentimiento patriótico de algunos escritores, en medio de una nación que tenía dificultades en consolidarse y que había encontrado en personajes como Manuel J. Calle a los autores que crearon los mitos fundacionales que nos ayudaron a construirnos como nación.

Y así se hizo el Ecuador, alrededor de la historia matizada con la fantasía de sus intelectuales que a lo mejor sabían de las historias mitificadas del Gran Capitán General de los Reales Ejércitos de Castilla y Aragón, Gonzalo Fernández de Córdova (1453-1515) y que cuatro siglos después sirvieron para adaptar, embellecer y escribir las míticas gestas de los héroes del Pichincha y con esto marcaron la manera de entender la historia y la vida misma a los ecuatorianos.

A partir de la independencia de España en 1822 y el nacimiento del Ecuador en 1830, se lo hizo alrededor del imaginario donde abundan los héroes de guerra, los soldados, sus armas y sus banderas. Todos somos testigos de los desfiles cívico-militares en todas las ciudades y pueblos del Ecuador, donde se afirma la “ecuatorianidad” en las fechas de celebración patriótica y se las celebra con bandas de guerra, pelotones de estudiantes que imitan las marchas de los militares.

Colofón

Durante casi dos siglos hemos hecho honores a los uniformes y nos olvidamos de construirnos como nación. El Imperio español estaba muriendo y al tiempo nacieron 19 repúblicas independientes en todo el continente y desde 1822-1830 asumimos el reto de autodeterminarnos, sin embargo, aún NO podemos hacerlo, porque nos dejamos llevar de la emoción de las batallas y no le dimos espacio a la tarea de entendernos como pueblo y desarrollar un modelo de gobierno que responda al reto de ser independientes.

El 24 de mayo de 1822, NO es importante por el solo hecho de la batalla, es sobre todo la decisión de ser independientes, de autodeterminarnos y de autogobernarnos como país y esa aún es una tarea en construcción, si no veamos y analicemos la historia republicana del Ecuador, en ella encontramos abundantes motivos de vergüenza.

La historia nos demuestra que el deber fundamental, la de construir un país viable es una tarea pendiente y que los ecuatorianos debemos asumirla de inmediato, caso contrario estamos condenados a la pobreza, a la inequidad a las asimetrías inaceptables, pero lo viviríamos desde la algarabía de los desfiles donde estaríamos condenados a seguir imitando con fervor cívico, folclórico e inútil a los militares y sus gestas del pasado.

 

Jorge Mora Varela.

 

Fuente

(1) Descripción de 27 Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán - Relatos Históricos 

(2), (3), (4), (5) tomados de: Leyendas del tiempo heróico, Págs. 186, 187, 188, 189.

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