LA POLÍTICA Y EL PLACER DEL MORBO

LA POLÍTICA Y EL PLACER DEL MORBO

El morbo es el atractivo que despierta en las personas una cosa que puede resultar desagradable, cruel, de dudosa legitimidad o de mal gusto y la actitud morbosa tiene que ver con la predisposición que tenemos las personas para disfrutar lo desagradable, lo perverso, lo ilegal o lo truculento.

En el Ecuador, la política con sus avatares se convierten un caldo de cultivo perfecto para darle rienda al morbo y por todas partes, en las radios, en las redes sociales, en la televisión o cualquier medio masivo de comunicación aparecen las estrellas del escándalo, la denuncia, los detectores de las conspiraciones, los que viven en la cultura de la sospecha y que tienen el perfecto radar para detectar las intenciones perversas, delincuenciales, maléficas y ocultas de los otros que esperan cualquier resquicio, para moverse en el chiquero en que convierten al escenario político nacional.

 

La pregunta ingenua sería porqué tenemos este comportamiento errático, y la respuesta es simple.

Nos fascina el morbo.

No aceptamos ni queremos entender los procesos, las sumas, las mayorías, las minorías, las leyes, los reglamentos, las reglas de juego, ni nada.

Ay que condimentar todo al gusto de los ciudadanos, entonces, aparecen "los fraudes”, “las injerencias extranjeras”, “los pactos ocultos”, “las componendas”, “hay que preparar la puerta de escape y la impunidad”, “los costales llenos de billetes”, “los atracos”, “las leguleyadas”, “los amaños”.

Y estas son "verdades", incuestionables e indiscutibles, son más verdades que la palabra divina y nadie debe osarse a ponerlas en duda, so pena de caer en el descrédito y en el rechazo de los defensores de la "conspiración", de los "opinólogos" de los "analistólogos", de los "denunciólogos" y de la opinión popular.

Ahhhhh… las conversaciones se animan, los noticieros alcanzan niveles espectaculares de rating, los partidos políticos logran partidarios, los caudillos se afianzan sobre las masas de adeptos, las redes sociales, tienen miles de seguidores como en el pasado colmaban las plazas. Y ahí el circo político se despliega en todo su esplendor, a gusto y satisfacción de todos sus actores.

No sabría decir quien diseñó este entramado, grotesco, mal oliente y morboso sobre el cual construimos nuestro sistema de gobierno al que llamamos democracia. Sin embargo, así parece que nos gusta.

Y así nos va.

 

Jorge Mora Varela