Con filosofía carchense
La modernidad también debería elevar el quehacer político a un nivel constructivo y de convencimiento que permita, tal como señalaba Platón, “forzar a sus ciudadanos a ser mejores…”. Y claro está, de la mano, con ética, compromiso y gusto por lo que se hace.
Que el “Arte de Servir” salga de la tarima y se convierta en una realidad que fundamente los pilares de vida de un ser humano que busca la simpatía popular; es decir, que la “virtud, verdad y sabiduría” que referenciaba Sócrates, sean el modus vivendi de quienes antes de conocer la política, eran buenos y reconocidos ciudadanos.
Pero dejemos de lado el pensamiento griego y asumamos el rol de carchenses… de buenos carchenses: querendones, mingueros, solidarios, amigueros, valientes, guerreros, trabajadores, berracos… y tantas bondades o calificativos que nos hacen únicos e inconfundibles. Así debe ser un buen ciudadano, así debe ser un buen servidor público.
Asumamos entonces, con responsabilidad y personalidad el compromiso de elegir y ser elegido. Seamos frontales y no permitamos que las bajas pasiones o los malos hábitos se camuflen tras de una máquina (trolls) para sacar a flote parte del léxico pastuso: “dejá de ser bámbaro”.
Hoy, como una cortesía propia de la democracia, tenemos la oportunidad de ubicar autoridades que nos representen con honra, trabajo y efectividad… de no ser así, los mismos ciudadanos, amparados en las leyes, deberíamos, con la misma fuerza de una campaña, exigir la revocatoria de quienes se olvidaron su propósito.
No olvidemos que “solo el pueblo salva al pueblo”. No importa si el pueblo es el de la calle o el que está en el sillón máximo. Ambos nos necesitamos y nos complementamos, caso contrario, solo el primero se jode.
Por #ElAmigoFroy
Imagen: Periódico digital gratis