Los Fantasmas del Teatro Lemarie

LOS FANTASMAS DEL TEATRO LEMARIE

Por: Ramiro Cabrera Revelo

Dicen, cuentan y murmuran que en el Teatro Lemarie de Tulcán existe un grupo de fantasmas que lo ha elegido como su hogar. No es que sea una persona aficionada a este tipo de historias fantasiosas o que busque novelerías en las conversaciones de mis amigos. Soy ante todo una persona racional que ha cursado por la academia y me llevo del dicho “ver para creer”. Sin embargo, los relatos convincentes con testigos incluidos me afirman los hechos.

Sin más, quiero compartirles lo que he recogido con el ánimo que ustedes estén prevenidos si es que alguna vez se quedan solos en la sala principal, en los camerinos, en las salas de exposiciones del segundo piso, en los palcos o en la sala de proyección, o si son los últimos en salir y se apaga la luz súbitamente y quedan cegados por el encierro. Tómenlo como un instructivo que puede evitar un ataque cardiaco y salvarles la vida.

Puede ser que vean a una niña que deambula con un vestido de época y las ganas de contactarse físicamente con sus manos, de toparles la espalda o acariciarles la nuca, si sienten un escalofrío que pone su piel de gallina, piensen que es solo una niña, o que vean a un chico de la misma edad bailando en el escenario, que suele esconderse en los pesados telones que parecen engullir al intruso para llevarlo al otro mundo, entonces este niño prodigio que nunca terminó su acto aparece como atrapado en el limbo. Otros testigos han mirado la figura de un hombre adulto que vuela sobre el piso, lo han visto en la sala de controles y por sobre la tramoya suspendido como una luz.

Sé de buena fuente que en una ocasión los fantasmas apagaron todos los interruptores ubicados en distintos sitios el teatro, para lo que se necesitarían al menos tres personas moviéndose rápido en los dos niveles interiores, dicen que los gritos de espanto de los presentes paralizaron a los empleados que no atinaban a restablecer el orden, pero al fin de angustiosos momentos pudieron encender las salas.

Quizá se trata de una familia de fantasmas amantes del arte que decidieron quedarse en el Teatro Lemarie desde 1936 la fecha de su inauguración, en la ciudad que construyó un escenario digno para sus espectáculos. Ellos a veces inclusive hacen fiestas en mitad de la semana sin respetar que el barrio central duerma y que esto, además, lo pueda atestiguar el 9 1 1 con las llamadas de los vecinos pidiendo que intervengan para detener la parranda, aunque cuando se abre el teatro no se encuentra a nadie.

Como todos los grandes teatros del mundo, el nuestro también tiene sus “fantasmas cultos” que lo hacen más interesante aún, ojalá que esta historia, aunque breve, sea un estimulante en una época que gusta del género de la “fantasía oscura”, para que lo visiten y disfruten de este Patrimonio Cultural de la Nación.

 

Foto: Blog Verónica Paguay Recalde