Si pronuncia tu nombre te lleva
Los invito a conocer una página obscura del Realismo Mágico Carchense.
Aquella noche, como tantas veces estábamos en el parque principal de la vieja ciudad y la banda del pueblo entonaba con alegría las viejas melodías de siempre, ante el gusto de unos cuantos que aplaudían y bailaban con discreción y las conversaciones bullangueras de otros tantos.
Esa era la manera en la que esa gente sencilla, terminaba la semana de trabajo y cada cual contaba sus logros o sus frustraciones, sus venturas o sus desventuras o se comentaba las noticias que llegaban escritas en el periódico mañanero pero que apenas llegaba al pueblo cuando ya moría el día.
Como siempre soplaba el viento helado que venía desde el oriente y que se colaba por las calles transversales del poblado, por esta razón todos se protegían con sus ponchos, abrigos, chalinas, mantas y sombreros.
Sin embargo, esa noche el viento y el frío hacían tremar los dientes y los huesos de los vecinos, porque no solo era aquella sensación habitual de frío en el pueblo, en esta vez algo infundía miedo.
Por la calle que venía del oriente, caminaba rumbo al parque un hombre enjuto, pálido y alto, vestido de negro, lo hacía con parsimonia y solemnidad, su rostro era inexpresivo y era difícil de definir.
Hasta que confundió entre la gente y se colocó frente a un hombre que hablaba con sus amigos y solo pronunció su nombre, entonces dio media vuelta, me miró a los ojos, y no me dijo nada y sin más se marchó.
- Ese hombre es “la muerte” aseguró una señora que permanecía sentada en una banca del parque y el señor a quien la muerte nombró ¡va a morir! y su plazo será hasta antes del amanecer sentenció.
- A usted lo miró, pero no lo nombró, me dijo, así que tal, vez la siguiente vez a usted lo nombre, vaticinó.
Entonces todos nos paralizamos de miedo y contra de nuestra voluntad permanecíamos en silencio y no podíamos articular palabra y aunque la banda del pueblo continuaba con sus movimientos, nada se escuchaba, hasta que el personaje de negro se alejaba y de a poco volvía el sonido y quien había sido señalado por su nombre, no podía escapar de su sentencia de muerte que debía cumplirse hasta antes del amanecer y yo quería olvidar que había sido a mí a quien la muerte había mirado, porque tal vez la próxima vez pronunciaría mi nombre.
Jorge Mora Varela