NO LA PUDO DETENER
Una historia de amor, como las que se dan en mi pueblo.
El tenía la imagen de ella como si fuese un holograma inquietante, doloroso y lo martirizaba, en las últimas semanas había entrado en un estado de enajenación permanente, la podía ver, pero no la podía detener, se le escapaba de las manos y esa angustia lo llevaba al límite de la locura.
Esa pesadilla la tenía al acostarse, a media noche y bañado en sudor, en la mañana, en la tarde, en casa, en el colegio, en la noche, a toda hora y en cada lugar.
Es que debió detenerla o irse con ella, pero solo fue como un holograma que se escapó de sus manos.
…
Cuando la vio por primera vez, ella llenó su espacio, era hermosa, como ninguna mujer, como nadie, como si los dioses hubiesen creado una criatura perfecta, para que abarque toda la atención de aquel joven que pintaba sus primeras pinceladas de hombre.
Solo la vio y ya nada importaba, entonces había que entrar en el ángulo de su mirada, que ella percibiera que él existía, entonces había que hacer cualquier cosa para arribar al espectro de esa joven mujer que había entrado de manera intempestiva y total en el horizonte de aquel hombre.
Y así fue, de a poco era posible verlos en el pueblo, el uno cerca del otro, había risas, paseos en el parque, caminatas por la calle larga del pueblo, tomados de la mano, entre susurros y caricias que rayaban en los secretos de los que tienen los jóvenes que crean misterios entre la ingenuidad y la picardía.
Así mismo y de a poco ellos, como pareja, se fueron perdiendo entre las sombras, en los lugares solitarios, en la privacidad donde podían darle rienda suelta a la pasión que los desbordaba, que los incendiaba, que los transformaba en fuentes de energía vital que los destrozaba y que los volvía a fundir una y otra vez.
Entonces los recodos ocultos del pueblo eran los testigos silenciosos del descubrirse como la esencia del hombre-mujer a la que parecían estar destinados los jóvenes amantes, a los que nada parecía importar ni detener.
Las horas del día parecía haber perdido su razón de ser, para ello, la mañana, la tarde o la noche no tenían sentido, ni obstáculo, la vida era de ellos, por ellos y para ellos.
Y claro, la existencia y sus reglas de juego se impusieron sobre el ímpetu de la juventud, la muchacha que tan solo ayer jugaba entre las niñas y hoy intentaba ser mujer, tenía una anormalidad que le quitaba el sueño, entonces había que volver a revisar los copiados del colegio para tratar de entender lo que le pasaba y con timidez y miedo, hizo lo necesario para encontrarse con algo que la chocaba con la realidad de la vida. Estaba embarazada.
Ella era la hija favorita de un personaje de la comunidad y estaba destinada a la élite intelectual, socio cultural y económica del pueblo.
Pero su joven hombre-amante la había llevado a un estado de locura maravillosa y los encuentros con él estaban plagados de nuevas experiencias, otras ideas, otros horizontes y de la locura que la cegaba y le presagiaba otras maneras de vivir de aquellas que tenía asignada sus padres para ella desde su hogar, desde el colegio y con seguridad desde la universidad en la gran ciudad.
Tal vez había llegado el momento de saltar a otro modo y manera de asumir la vida, lejos de su hogar de toda la vida, de niña, ahora con él, el hombre con quien había descubierto de pronto la fuerza y el poderío de un volcán en plena erupción.
Y fue a buscarlo y corrió por la calle para hablar con él, para imaginar y darle vía a otros planes a una nueva vida, con una nueva vida.
Y el golpe fue brutal, su joven amante con el cual había que emprender una nueva existencia, tenía a otra mujer entre sus brazos.
Con un grito de rabia, desconcierto e impotencia salió de prisa por la calle principal hacia el norte del pueblo, en una carrera sin límites.
El muchacho al darse cuenta de lo que sucedía fue tras de ella, pero era imposible alcanzarla, ella corría como poseída y parecía que nunca iba a parar.
Él a momentos inclinaba su cuerpo para tomar aire y la figura de la muchacha se difuminaba en el horizonte. Las casas del pueblo iban escaseando y por fin pudo verla parada en el en el borde de la “Peña Blanca”.
Cuando el joven la alcanzó y mientras intentaba calmar la agitación resultante del esfuerzo realizado para alcanzar a la muchacha.
Ella dijo, “estoy embarazada” y tu… y sin esperar la reacción del muchacho, ella se dejó caer por el borde del precipicio que daba al Rio Carchi. Para el joven, la imagen de ella se transformó como si fuese un holograma a la que no pudo detener.
…
Desde aquel día, la imagen de ella que se le escapaba como si fuese un holograma lo martirizaba, estaba en un estado de enajenación permanente, la podía ver, pero no la podía detener, se le escapaba de las manos y esa angustia lo llevaba al límite de la locura.
Esa pesadilla la tenía al acostarse, a media noche, en la mañana, en la tarde, en casa, en la noche, a toda hora y en cada lugar.
Es que debió detenerla o irse con ella, pero solo fue como un holograma que se escapó de sus manos.
Así pasaron los días, quizá las semanas, su vida se había obscurecido y nada tenía sentido, solo pensaba que le faltó inteligencia o madurez, para construir un escenario gigantesco de felicidad con la hermosa mujer con la que tuvo por un pequeño espacio de tiempo en un Edén de indescriptible belleza.
Entonces una tarde gris y lluviosa, mientras estaba parado en el mismo lugar dónde ella se le escapó como si fuese un holograma, el también se dejó caer al precipicio del viejo botadero de basura que da al Rio Carchi.
Jorge Mora Varela
Imagen tomada de: cultureandoenbarina