Homenaje a Stalin Valdivieso Morán en el XV encuentro internacional de poetas decimistas y escritores en la Ciudad de Manta 2024.
Publicado en YouTube: Canal de Jorge Mora Varela
Dice el poeta Stalin Valdivieso Morán:
ES MI MANTA
En un recodo plácido del mar,
se agiganta una estrella marinera:
es mi Manta, la tierra que me diera,
el don para poderla yo cantar.
Gracias por la oportunidad para hablar de Manta, del Jocay.
De esta tierra que desde sus inicios fue destinada a ser la cuna de una ciudad grande,
desde el año 500 al 1526 de la era común, era,
“la casa de los peces”,
a la que solo se podía llegar por una gran avenida hasta llegar al gran templo,
al que cuidaban dos gigantes de piedra,
Cuando llegaron los españoles, quienes no salían de su asombro por la belleza del paisaje y del poder de sus mujeres:
El Jocay tenía una diosa con poderes curativos, en forma de esmeralda,
Y una diosa de la fertilidad, la “Venus de los Cerros”.
La primera vez que estuve en la ciudad de Manta fueron en los años de mi niñez, cuando no tenía la perspectiva necesaria para entender los intrincados nexos de su historia, su demografía, su geografía, su cultura o su idiosincrasia.
Sin embargo, guardo en mis recuerdos la majestuosidad de los ceibos, la hermosura de sus playas, el color de sus flores, lo intrincado de sus calles.
Por estas razones, me identifico y me sobrecogen los versos de Pilar Franco Barba, porque interpretan a la perfección mis lejanos recuerdos de la Manta a la cual reconozco la sensación del primer amor de esta tierra que parece que arriba desde el mar y parece que se aleja en el mar.
Dice la poeta:
A mí me gusta mi pueblo,
con sus calles retorcidas,
como las ramas del ceibo,
que al aire extiende sus brazos.
Como cuando en mi pueblo el poeta Luis Enrique Fierro decía:
Me gustan los pueblos rodeados de trigales…
De tiempo en tiempo y de cuando en vez los ecuatorianos nos regocijamos con la particularidad de nuestros pueblos, con sus calles y sus vericuetos dónde crecimos y dónde van quedando nuestros recuerdos y dónde vamos construyendo nuestros sueños.
De esa forma de pensar al terruño que nos vio nacer nació:
MI CASA EN ALGÚN PUEBLO DE MI PATRIA
Cuando no pude encontrar en la bitácora de mi propio pueblo,
el espacio donde pudiese librar mis mejores batallas,
había que tomar la decisión de la partida,
para encontrar un teatro estupendo donde colocar mis utopías.
Buscaba un escenario formidable para construir los sueños,
desde los primeros imaginarios que brotan con la primavera de la vida,
entre el placer de ser niño y la promesa de ser hombre,
debí ir entretejiendo entre los arrebatos de la juventud,
el mejor escenario donde hacer realidad las utopías.
Debería ser un lugar inescrutable, para ahí volver tangibles las ideas,
un espacio capaz de sorprenderme y de inspirarme,
desde cualquier rincón de mi patria y desde cualquier esquina,
entre los lugares donde se agolpen las historias.
Deseaba un lugar que me atrape entre sus ladrillos con enigmas,
que de cuando en vez me atemoricen y me reten,
que me obliguen a buscar una ruta de salida,
en un ejercicio de templanza, que me impida volver la vista atrás.
Buscaba un lugar que me seduzca por su encanto, diverso al de mis raíces,
y con ello mantenga viva mi capacidad de asombro,
que me invite a contemplarla por entero,
como la manera más provocadora, para reconocerla.
Que me abrace con la brisa que viene con el sol por la mañana,
que descienda desde la cima del monte que miro desde mi ventana,
que corra entre los árboles y me encuentre de frente, de pie,
que se seduzca y se apodere del amanecer.
Que rompa mi preconceptos,
y que me acompañe en la soledad de mis ideas,
que me dibuje nuevos paradigmas,
y me enseñe a vivir es sus espacios y con sus propias reglas.
Que sea capaz de sobrecogerme por la seriedad y el señorío,
porque conocedora del potencial creativo de sus hombres y mujeres,
se vista cada día con sus galas más formales,
para recibir con respeto el fruto del trabajo de mis manos.
Que abra sus puertas, sin excusas y sin reserva,
para recibir quienes la busquen y la necesiten,
a quienes quieran venir y a quienes quiera arrullar,
y a quienes se vengan abrir sus puertas de par en par.
Por estas razones, me gusta mi casa enraizada en el corazón de un pueblo,
como el mejor escenario donde construir mis sueños,
porque tiene los espacios que yo busco,
y que ella los dispone para quienes la puedan apreciar.
Me gusta la casa, mi hogar,
porque me acoge y me sonríe,
es mi espacio de libertad y
porque me reconoce por mi nombre.
Me agrada, porque sabe de mis raíces,
conoce de mis apegos y mis reminiscencias,
sabe y protege el camino que me vio llegar,
y me reconoce la libertad para volver a mi pueblo, el que me vio nacer.
FIN
Jorge Mora Varela