Amigos los invito a disfrutar de una página del realismo mágico ecuatoriano y del Mundo de Simón.
Aléjese de aquí…
Aquella noche, tenía una sensación extraña, de angustia contenida, sabía que no era una pesadilla, pero la presencia de algo o alguien a las 12 de la noche y un par de minutos más, me había despertado, como si hubiese sido Simón, pero mi compañero canino ya no estaba, yo estaba despierto, sentado sobre mi cama, bañado en sudor y en el ambiente se sentía un aire pesado, inquietante.
Moví la cabeza de un lado a otro para tratar de espantar algo que pudo haber sido parte de una pesadilla, pero en ese momento se encendió la luz del patio que se activa con el sensor de movimientos.
Entonces ante la sospecha que alguien estaba al interior de mi casa me puso en alerta, mi piel erizada. mostraba mi estado de miedo y temor por la supuesta presencia de alguien extraño en casa.
Con sigilo y discreción busqué el “palo” con que a veces acompañaba mis caminatas salí al patio de la casa que estaba iluminado sin un motivo conocido, inquietante y atemorizador, mientras buscaba al supuesto intruso, de forma sorpresiva e inesperada, de manera que me dio un sacudón en mi corazón, se activó el seguro de la puerta peatonal de la casa, entonces un viento inusual y dirigido soplaba de manera que la puerta se abrió de golpe.
No sabía si regresar a la casa y esconderme debajo de la cama o seguir la dirección del viento; elegí de una forma atípica, lo habitual hubiese sido ir a buen recaudo, pero esta vez me armé de valor o de curiosidad “mal sana” y así lo hice, salí a la calle, el viento tenía una dirección determinada, daba vuelta a la derecha de la puerta, luego a la izquierda y luego a la derecha hasta terminar en el redondel que limitaba al borde de la quebrada profunda, que marcaba el límite de la urbanización donde yo vivo.
No obstante, la obscuridad de la noche se podía mirar como en el borde que da al precipicio estaba parado un hombre, con su frente hacia la quebrada y parecía que se iba a lanzar hacia lo profundo del cañón.
Apenas lo pude distinguir y al intuir lo que me parecía iba a hacer le grité ¡Deténgase!
El hombre volteó su cabeza y respondió: Aléjese de aquí…
Miró de nuevo hacia la quebrada y parecía que se iba a dejar caer a lo profundo, entonces, una especie de ladrido ahogado que no alcanzaba la agudeza del aullido se dejó sentir en el lugar.
Aquel hombre se detuvo y me ordenó:
- Aleje a su perro.
¿Pero cuál perro?, pensé para mí.
Pasaron unos instantes que me parecían eternos, el hombre insistió con rabia e impaciencia:
- Aleje a su perro.
- Acaso no me escucha.
Repetía, pero la posición de su cuerpo indicaba que perdía fuerzas y entonces se sentó sobre la baranda.
- ¿Qué hace usted aquí?
- ¿Por qué no se aleja y me deja en paz?
Me preguntó.
Yo no sabía qué hacer, ni cómo actuar, ni que decir, solo me desperté a media noche y alguna fuerza inexplicable me había llevado a ese lugar y jamás esperé encontrarme con esa escena.
Un hombre al borde del precipicio a punto de quitarse la vida, que me pedía alejarme a mi y ¿a mi perro?
Pero si yo no….
- Usted tiene su perro y debe tener una vida digna y satisfactoria, comentó.
- Yo no tengo a nadie, ni la tranquilidad para terminar con mi vida.
- ¿Por qué vino usted hasta acá?
Me preguntó.
Este yo, yo,….
¿Cómo le explicaba que yo tampoco lo sabría explicar?
- ¿Usted vive en la casa de la esquina?
Preguntó.
- Si, respondí y ¿usted?
- Soy nuevo aquí, vine buscando razones y motivos para vivir, pero no…
Sin saber que decir solo respondí de manera rápida y tonta:
- Siempre hay motivos para vivir.
- Yo no, contestó.
- Usted al menos tiene su perro.
¿Cuál perro, si mi Simón ya no está? Pensé.
Pasaron unos cuantos minutos que permanecimos en silencio, luego, le tendí la mano a este hombre de mediana edad, bajó del precario lugar y empezamos a caminar.
Lo hicimos hasta las canchas de la urbanización y hablamos de unas cuantas nimiedades, yo no sabía cómo actuar.
Luego de quizá un par de horas de acompañarlo, dijo:
- Ha sido un momento difícil y usted apareció como un ángel.
Yo no salía de mi estado de “tontez”
Cuando llegamos a la puerta de su casa, un pequeño cachorro atemorizado y agazapado lo miraba desde un rincón con su mirada fija y asustadiza.
El hombre mientras abría la puerta lo miró y le dijo pasa.
….
Cuando volví a mi casa, todo había vuelto a la normalidad, entonces, cuando me dirigía a mi cuarto, para intentar descansar y quizá conciliar el sueño, pasé junto a la fotografía de mi Simón que está al comienzo de la grada que lleva a mí dormitorio, entonces mi amigo tuvo un pequeñísimo destello de luz en su mirada para mí.
….
Algunas mañanas cuando salgo a caminar puedo ver a mi extraño vecino que camina con el pequeño perro que estuvo en el portal de su casa cuando él estuvo a punto de quitarse la vida. Y así ha sido por años.
Fin
Jorge Mora Varela
Imagen tomada de: poematrix.com