Una segunda oportunidad

Amigos los invito a leer una página inspiradora del mundo del deporte

Una segunda oportunidad

Allí estaba la línea de meta y la cinta de ganador estaba intacta y a su alcance, entonces cerró los ojos, mientras se le escapaban un par de lágrimas, apretó los puños y aceleró el paso.

Él era la esperanza de su pueblo, todos tenían la mirada puesta en él, su talento para el deporte se había despertado desde niño, en la escuela, en el colegio y la universidad, campeón de largo aliento, en todas las competencias.

Y por su carácter era popular, simpático, conversador y capaz de cautivar con su sonrisa, era un ganador nato.

corredor

Y por su rendimiento y resultados tenía un cupo para las olimpiadas y por sus tiempos entraba en el grupo de los favoritos para el podio.

El deporte de fondo lo había llevado a conocer y competir en una gran cantidad de países y se había enfrentado a todo tipo de competidores, de manera que al competir en las olimpíadas cerraría con broche de oro su brillante carrera deportiva.

Llegó el tiempo del olimpismo y fue increíble la ceremonia de inauguración,  ver la bandera de su país que la portaba uno de los poquísimos campeones olímpicos de su patria. Él solo soñaba que algún día la llevaría en sus manos y la mostraría al mundo.

Como si hubiese entrado en un tobogán, los días pasaron de prisa y sin apenas darse cuenta, llegó el día de la competencia, se preparó como siempre y se colocó en la línea de partida, ese momento era indescriptible y tenía un sabor especial.

Sonó el disparo y empezó la competencia, desde las primeras zancadas, se sentía la presión que imponían todos los corredores, el tren de la competencia y el bloque de corredores lo volvía estrecho e incómodo, de manera que perdió el control de su tiempo y de su plan de carrera, tenía que apretar para ganar un puesto y conservar su posición requería un esfuerzo extra.

No pudo aplicar su planificación y luego de un tiempo que le parecía eterno, solo vio como su llegada estaba en los puestos secundarios, sin protagonismo, lejos del podio con el que había soñado y se encontraba perdido en el anonimato de los puestos secundarios.

Con la cabeza gacha fue el camerino entre las palmadas de algunos y la indiferencia de otros tantos.

Parecía que se había vuelto invisible, los ojos de todos estaban en los ganadores y él estaba acostumbrado al aplauso, la felicitación, el elogio, pero esta vez nada…

El proceso de retorno a su país fue incómodo, en el aeropuerto de su ciudad, recogió su maleta y como cualquier solitario se perdió la soledad de un taxi hasta diluirse en la ciudad.

No fue fácil para el muchacho esta situación, de manera que con el paso de los días la depresión le había ganado la batalla.

Solitario, taciturno, sin apetito y sin poder conciliar el sueño, se veía su rostro demacrado y con los ojos hundidos en medio de las ojeras.

Así pasaron los meses y la vida del popular campeón de toda la vida parecía que se esfumó en el anonimato del lugar secundario de las olimpiadas y no encontraba argumentos para volver a ocupar un lugar preponderante y visible en la sociedad.

La idea de la muerte se hacía frecuente, esa idea había reemplazado a los amigos a los “me gusta” en redes sociales, las invitaciones a salir o entrenar juntos. Solo la idea de la muerte.

Nadie de su círculo cercano, ni familiar, ni del deporte se percataron de su aislamiento paulatino y progresivo.

Una noche el muchacho solo salió de su departamento, caminó encorvado y de forma lenta hasta el puente que estaba sobre la autopista que permitía escapar de la ciudad y luego de unos segundos se dejó caer desde lo alto hasta el torrente de vehículos que circulaban a gran velocidad.

….

Una luz blanca e intensa era lo que lo incomodaba, sin saber que pensar o que decir, no sabía si así era la eternidad…

  • Parece que está despertando dijo alguien.

El muchacho no sentía nada, ni frio, ni calor, ni dolor y no se podía mover, solo sabía que respiraba y trataba de identificar ¿dónde estaba?

  • ¿Cómo se siente?

Preguntó una voz femenina.

  • ¿Dónde estoy?

A su vez preguntó el joven a modo de respuesta.

  • En la unidad de cuidados intensivos del Hospital de la ciudad.

Le contestó la muchacha.

  • Usted ha pasado unos días en estado de coma y ahora ha despertado.

El muchacho se quiso mover e intentar levantarse, pero fue inútil, no se podía mover.

….

Esto no podía ser, pensó el joven, yo quería quitarme la vida, pero ahora me encuentro vivo y ahora soy un paralítico....

Maldita sea…

….

La recuperación no fue fácil, sus daños motrices eran irreversibles, solo podía mover su cabeza y sus brazos.

El carácter se había agriado y no había forma de calmarlo.

….

Luego de unos meses volvió a la casa de sus padres y lo hizo en silla de ruedas.

No hablaba y pasaba mal humorado todo el tiempo, parecía que en este corto lapso de tiempo había envejecido unos diez años.

El estar sentado todo el día en la silla de ruedas le generaba incomodidad, así que con sus brazos levantaba su cuerpo y así se aliviaba.

Sin apenas percatarse flexionaba sus brazos con frecuencia y lo hacía con facilidad, así lo comentó la chica que le ayudaba con la rehabilitación de lo poco que se había salvado.

En estos meses ha ganado masa muscular en su espalda comentó ella y usted cada vez puede moverse mejor. El muchacho indiferente y molesto no reparaba en las palabras de la chica.

Una noche como tantas que el hombre prendía la televisión y nunca le ponía atención, sin embargo, la película narraba la historia de los deportes para personas con discapacidad y la escena mostraba a alguien que calentaba los músculos de los brazos como lo hacía él para aliviar su dolor, pero en la tele el protagonista lo hacía antes de correr en su silla de ruedas especial.

Será…, pensó mientras flexionaba sus brazos y por primera vez en meses esbozó una sonrisa.

….

Flexionaba y empujaba su silla por su cuarto, caía en depresión, pero volvía a flexionar y a empujar…

  • Sería bueno buscar una silla especial, comentó la muchacha, para que pueda salir y correr.

El hombre volvía a enconcharse en si mismo y no decía nada.

Pero a solas flexionaba y empujaba la silla y lo hacía con destreza.

….

Una tarde le dijo a la chica terapista que le ayudaba con su rehabilitación.

  • ¿Dónde puedo conseguir una silla para correr?

Ella contestó:

  • Tengo unos amigos que conocen del tema y pueden ayudarlo.

Así fue, llegaron un par de jóvenes quienes le mostraron catálogos, características, materiales, precios.

El padre del muchacho al ver el proceso de su hijo, puso a su disposición su ayuda, no podía haber algo más esperanzador que verlo mejorar.

….

Llegó la silla de deportes y para el muchacho no representó ninguna dificultad poderse acomodar a las nuevas características de esta herramienta.

….

Los siguientes meses, salía el joven al parque cercano a casa y se movía con destreza, fuerza y velocidad.

Aún no podía ver a otras personas correr con normalidad, pero se concentraba en sus propios logros y cada vez estaba mejor, en su físico, dominio técnico de su máquina y también en su carácter y capacidad comunicativa.

….

Un día se anunció la 15K de la ciudad y solo se inscribió a través del sitio web que estaba a la disposición de los participantes, llegó el día, su padre lo llevó al sitio de partida, inició la competencia y ganó, sin mayores dificultades.

….

Alguien de la prensa escrita lo identificó y se acercó dónde el joven y de alguna manera empezó a participar del mundo del deporte.

Con sus características físicas y su manera de llevar su silla pudo participar y ganar en sus aventuras deportivas para discapacitados.

Con la experiencia que tenía de sus competencias “normales”, sabía como moverse en el mundillo del deporte competitivo y eso es importante para colocarse en sitios y lugares expectantes.

Una noche se despertó de improviso y pensó. ¿por qué no?

….

Ya era parte del equipo que representaría al país en los “Juegos Paralímpicos” de ese año que se desarrollan a continuación de los Juegos Olímpicos.

Así fue, ese año portó la bandera del país, sus padres lo miraban por la televisión a su hijo y no podían dejar de llorar al verlo desfilar y sonreír.

El día de la carrera, estuvo presto, quiso asomar el fantasma de su fracaso anterior, pero sacudió la cabeza, flexionó, apretó los dientes, los puños y se lanzó a correr en su silla de ruedas especial.

Y allí estaba la línea de meta y la cinta de ganador estaba intacta y a su alcance, entonces cerró los ojos, mientras se le escapaban un par de lágrimas, apretó los puños y aceleró el paso, esta vez para ganar y llevarse la medalla de oro para su país.

 

Jorge Mora Varela

 

Imagen corredor tomada de: depositphotos