En Tulcán, es frecuente tener abuelos colombianos.
LOS AMORES DE FRONTERA Y EL REGALO PERTURBADOR
- Mis raíces paternas vienen de Colombia,
- Mira, que casualidad, las mías también, ¿de dónde son?...
Y así iban y venían y aún van y vienen las conversaciones de los pobladores del pueblo frío de la frontera del Ecuador con Colombia.
…
Había muerto la vieja vecina de la tienda de la esquina de la Calle Colón de la Ciudad de Tulcán y un pequeño número de personas llenas de canas y arrugas acompañaban al cuerpo inerte de la mujer en el edificio de una de las funerarias del pueblo y lo hacían en silencio.
¿Cómo ha pasado el tiempo?, todavía la recuerdo a la difunta, cuando ella era joven, hermosa, bella, atractiva, encantadora, vital, con una gran sonrisa, llamativa por su rostro, su vestimenta y sus adornos.
A muchos nos traía locos, pero nada, un día llegaron los colombianos, jóvenes, extraños, de mirada esquiva y atractivos.
Fue inevitable, como un par de imanes de polos opuestos, la atracción fue inmediata entre la hermosa tulcaneña y el que parecía el líder de los visitantes que venían del norte.
Nadie sabía de dónde venían, ni que hacían, ni cuánto tiempo se quedarían, si se devolverían, o pasarían de largo, solo que su acento era colombiano.
Así como habían llegado, de repente desaparecían y volvían a aparecer juntos, enigmáticos, de mirada esquiva, hablaban quedito.
A nadie le sorprendió, pero si se abrieron algunas dolorosas heridas de amor frustrado, cuando a la hermosa muchacha le comenzó a crecer el vientre.
Ella escapó de su casa y se fue a vivir con el joven colombiano, nació el muchacho que tenía un enorme parecido al su padre, el apuesto hombre del cual no se sabía nada.
La muchacha se convirtió en una mujer que conservaba su porte, belleza y elegancia y el hijo de los dos crecía de prisa.
Una mañana su compañero habló con ella, parecía hacerlo con gravedad, mientras ella con la cabeza gacha lloraba en silencio.
“Entrégale este paquete a este señor en el otro lado, no permita que lo vea nadie, pasa la frontera, búscalo, él por lo que está dentro del pañuelo te dará dinero; te va a alcanzar para comprar una casa y te va a alcanzar para poner un negocio”
La mujer tomó en sus manos un paño que contenía algo suave, liviano, mientras el hombre cargaba un morralillo con las pocas cosas que tenía, al pararse junto al dintel, la miró, le sonrió y le volvió a repetir, “No dejes que nadie vea el pañuelo” y partió hacia el sur en compañía de los demás jóvenes de acento colombiano.
Para la joven mujer, la llegada de los extranjeros solo le parecía un sueño, hermoso, ligerísimo y ahora estaba sola, con su hijo y un extraño pañuelo que debía entregar a alguien al otro lado en Colombia.
De hecho, la vida continúa y las necesidades y las carencia comenzaban a arreciar, entonces se armó de valor, no tanto como para abrir el pañuelo y partió al otro lado, a Colombia, para buscar al hombre al que debía entregar el extraño encargo a cambio de dinero.
Con las indicaciones que su compañero le había dado, no le fue difícil encontrarlo, estaba sentado tras de un escritorio que tenía la fotografía de unos de los más famosos líderes de un partido político colombiano, en la trastienda de un negocio de telas que estaba en el centro de una ciudad colombiana, era un hombre entrado en años, retaco, malencarado, de mirada profunda y un bigote grande, que impedía ver su boca.
Parecía que la esperaba; ¿tiene algo para mí?, preguntó:
Sí respondió la mujer, entonces ella le entregó el pañuelo, el lo tomó en sus manos deshizo el nudo y se abrió la tela al tiempo que se desperdigaban algunas orejas humanas y procedía a contarlas.
La mujer quedó aterrorizada, no podía articular palabra, le comenzaron a temblar las piernas, parecía que se iba a desvanecer.
Hay 16 orejas dijo el hombre, entonces abrió en cajón del escritorio dónde estaba sentado, contó una serie de fajos de billetes y los entregó a la mujer.
…
Y ahora quien vivirá en esa casa y no se si alguien se encargará de la tienda, su hijo terminó el colegio y se fue a Quito a la universidad, sabía que se había casado y tenía hijos, a lo mejor tenga nietos.
¿Qué será de ellos?, venían poco y ya son tantos años.
Ojalá llegue alguno de ellos, para acompañar en el traslado y el funeral y luego esa casa ha de ser de herederos, pero hay poco, la casa vieja dónde vivió sola y en silencio y sin ninguna amistad, una mujer hermosa, que se enamoró de un colombiano, con él vivió una fantasía y cuando el hombre siguió con su camino que quedó sola con su hijo, su casa y sus recuerdos, dejó escapar su juventud, envejeció y ahora se ha marchado, tal como vivió, en sola y en silencio.
Fin