En términos del argot popular se diría:
LOS COLOMBIANOS NOS VAN A COMER VIVOS
Uno de los miembros más queridos de nuestro clan familiar quería lucirse frente a la familia en los manjares que se degustan en casa luego de la novena de navidad y para ello se puso en contacto con la persona que produce esas delicias en la ciudad de Tulcán:
- Señora quisiera hacerle un pedido de los deliciosos productos que usted hace y quiero que me despache lo que produce el sábado y que me llegue el domingo a primera hora.
- Vea señor yo trabajo el jueves y le podría enviar el viernes.
- Pero es que los necesito el domingo y me gustaría que me llegasen los productos frescos.
- No, yo no trabajo el sábado, si quiere los productos del jueves, bien, sino….
¿ ?
Con esa actitud frente al trabajo, parecería que algunos NO entienden, ni entendieron nada, como que a Tulcán aún NO ha llegado la premisa de “el cliente tiene la razón”.
En la aldea global, dónde reina la competencia y la lucha por captar y fidelizar al bien más preciado para una empresa: “los clientes”, algunos no acaban de entender que hay que modificar los hábitos de trabajo, para ponerlos en función de los demandantes. NO hay otra manera de hacerlo, porque caso contrario llega otro y se los arrebata para siempre.
Los vecinos, “los colombianos”, tienen la predisposición para las ventas, para la atención al público, para entender las necesidades del cliente y satisfacerlo; solo pídele algo para cualquier día y el colombiano lo hace y bien.
Abran la frontera y seguro “Los colombianos nos van a comer vivos”, porque nosotros solo hacemos lo que hemos hecho toda la vida. NO importa lo que el cliente quiera o necesite.
Si no se entiende la dinámica del comercio, del mercado, de la competencia y de la supremacía del cliente, entonces NO nos quejemos y NO pretendamos mantener cerrada la frontera para defender el pequeño nicho de mercado que nos permite sobrevivir, porque la dificultad NO está en la protección que nos da el cierre fronterizo sino en la manera de hacer el trabajo.
El mismo cierre de frontera y en pandemia, mantuvo vivos los negocios de los colombianos: Podíamos hacer el pedido en Tulcán y te los podían entregar en la ciudad de Quito o dónde el cliente quiera y a vista e impotencia de las autoridades de control del Ecuador, que eran mudos testigos del comercio en tiempos de prohibición y de cierre de fronteras que rayaba entre la ilegalidad, el control de las neo mafias del comercio y el peligro; aun así podía ser atractivo por el diferencial de precios a favor para los ecuatorianos.
Cuando se entienda y modifique las actitudes que impone las reglas de juego del mercado competitivo, los ecuatorianos podrán competir y triunfar en el arte de negociar cuando se tiene al frente a un lince que tiene en la sangre el arte y las maneras para sobrevivir en la frontera con o sin cierre de fronteras y nosotros seguimos anclados a una forma de hacer negocios en desventaja competitiva, incapaces de entender que, las reglas del juego cambiaron en favor de quien tiene el dinero y paga. Si seguimos sin entender esto, no vamos a ninguna parte.
Jorge Mora Varela
Imagen: Frontera colombo-ecuatoriana