En este año la temporada de lluvia fue larga e intensa, como pocas veces había sucedido; sobre la ciudad llovía casi de manera permanente y su fuerza se incrementaba de improviso. La tempestad venía acompañada con descargas eléctricas que se sucedían con ritmo frenético, esto marcaba en el horizonte un paisaje tétrico y al mismo tiempo cautivante.
Yo estaba solo en casa e intentaba trabajar un texto en mi ordenador, pero parecía una tarea imposible, se sentía un ambiente pesado y un ruido intenso que me incomodaba; de pronto me pareció sentir como que los muebles tenían vida y se movían, en ese instante se me erizó la piel, pero al mirarlos con detenimiento, todo parecía estar normal.
EL CARPINTERO Y LOS DUENDES DE TOCTIUCO
I
En compañía de mi esposa nos dirigíamos al almacén de muebles más exclusivo de la gran ciudad, algunos amigos nos habían comentado que allí se comercializaban unos muebles bellísimos, diferentes, que rompían con las líneas convencionales y que podían embellecer todos los ambientes de la casa de una manera artística.
Allí la oferta de muebles era amplia y maravillosa, fuimos deleitándonos con las exhibiciones, mientras hacíamos cuentas entre nuestras necesidades y el presupuesto exorbitante del lugar exclusivo.
Al salir de la mueblería, me quedé mirando como un grupo de hombres de pequeña estatura descargaban de un enorme camión un sinfín de muebles, listos para la exhibición, me hice a un lado para permitir que ingresen al local comercial.