La pasión por su pueblo y su patrimonio, las artes plásticas, la fotografía y la enseñanza del dibujo a los niños.
“No podemos dejar que vendan y destruyan el Mercado Central, es parte de nuestra vida, es nuestro patrimonio…”
Para un niño, el amor por su pueblo se construye con la magia y de la mano de los abuelos con quienes se puede caminar por los lugares que dejan huella y marcan el sentido de pertenencia, del sentido estético, de las fuentes de inspiración, de las razones para vivir y para hacerlo desde un lugar específico, el mejor lugar del mundo, como una decisión de vida, trascendental y definitiva.
Para Alfonso, el campo o el taller de fotografía marcaron su niñez, le dieron sentido a su existencia presente y futura, le enseñaron el valor del trabajo, que podía hacerse desde como capturar una imagen desde el cuarto obscuro del taller fotográfico, donde como por arte de la mágica-ciencia se le podía robar una imagen a un negativo y capturar en un papel a las personas o los mejores rincones de Tulcán.
Los jóvenes tulcaneños teníamos que asumir el reto de construir nuestro futuro en las universidades de la Capital del Ecuador y así también fue para Alfonso, la Universidad Central del Ecuador le ofrecía la oportunidad para profesionalizarse en la Carrera de “Artes Plásticas” y así lo hizo y la gran ciudad también le regaló las primeras oportunidades conocer a los grandes del país, los Guayasamín, los Endara Crow, los Kingman entre otros o para trabajar, esta vez en los talleres donde se preparaban los cuadernos y los libros con los que se debían educar los niños del Ecuador en la presidencia de Rodrigo Borja Cevallos.
Pero como si fuese parte del destino manifiesto, había que regresar a Tulcán, a labrarse el futuro en su propio entorno y así lo hizo.
El joven artista llevaba consigo el deseo desarrollar todo su potencial artístico, de rescatar el patrimonio fotográfico de su familia que aún permanecía encarcelado en los negativos que habían capturado una parte de la historia fotográfica de Tulcán y de involucrarse en la docencia, pues tenía todos los argumentos profesionales y motivacionales para hacerlo. De a poco de sus manos fueron apareciendo sus obras que fueron conocidas y apreciadas en ciudades como Ipiales y Pasto por la acuciosidad y prestigio del Banco de República que vio en Endara un talento artístico digno de ser apreciado por propios y extraños.
Sin embargo, la falta de algo de capital social o político dejaron sin efecto las veinte ocasiones que dejó su carpeta con sus datos personales en la Dirección de Estudios con la esperanza de llegar a la docencia.
De la mano del gran Marco Villacorte Fierro pudo acceder a las viejas instalaciones en el segundo piso del Mercado Central, en los espacios que había ocupado por muchísimos años el Club “El Martillo”, para cumplir con su gran sueño, el de enseñar dibujo y pintura a los y las niñas de la ciudad.
Y así fue por una decena de años, hasta que iba tomando cuerpo un rumor que llenaba de preocupación a Alfonso y los 240 vendedores del mercado. La más grande cadena de supermercados del Ecuador tenía interés en comprar el edificio del Mercado Central, para derrocarlo y construir un local gigante y moderno como tantos de los que ya había en la Ciudad de Quito.
Eso no podía ser, por esta razón fue a hablar con el presidente del Mercado.
Hugo, “No podemos dejar que vendan y destruyan el Mercado Central, es parte de nuestra vida, es nuestro patrimonio…”.
Pero Alfonso, nos han dicho que una vez que construyan el nuevo mercado, los inversionistas van a devolver los puestos de trabajo a nuestros vendedores.
Eso no existe, ¿Usted ha visto que funcione de esta manera en alguna parte en el país?.
Por fortuna el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), institución encargada de investigar y ejercer el control técnico para la preservación, conservación, apropiación y uso adecuado del patrimonio cultural material e inmaterial, fue la tabla de salvación, para poder conservar y remodelar este patrimonio de los tulcaneños, obra que se hizo efectiva en la alcaldía del Ing. Julio Robles Guevara.
Y así son los avatares de la política, se salvó y mejoró el mercado, pero Endara se quedó sin su espacio y el de los niños.
El artista plástico y director de la Casa de la Juventud Edgar Flores Pazos, llevó a Endara a este espacio cultural de los tulcaneños, dónde este hombre nacido en el año 1965 en la Ciudad de Tulcán continúa con la maravillosa labor de mejorar la motricidad fina de los niños y niñas, para que puedan manejar con destreza los lápices, las acuarelas, las escuadras, la regla T y puedan embellecer a nuestro pueblo o para que puedan seguir con éxito sus sueños profesionales.
Quizá puedan contarse por cientos o quizá algunos miles los niños que se han beneficiado de la generosidad y el talento artístico de Alfonso Endara Erazo y ahí estriba la valía de este hombre tulcaneño que en silencio y a su manera construye ciudadanía desde el talento natural y la sonrisa de los tulcaneños.
Reciba Alfonso, el reconocimiento y la admiración del equipo de www.TulcanOnline.com y mía en particular.
Jorge Mora Varela
Fotografías. Archivo personal de Alfonso Endara Erazo