EL FIN DE AÑO CUANDO NO HABÍA EL INTERNET

Una historia que parece sacada de la prehistoria y que me da la sensación de haberla vivido en el mundo de los dinosaurios.

 

EL FIN DE AÑO CUANDO NO HABÍA EL INTERNET.

 

Hasta los finales del siglo veinte, los ecuatorianos por lo general, terminábamos el año con las previsiones de la “Guga Ayala”, una cartomántica guayaquileña, quien parecía tener el privilegio para finalizar el año con las predicciones en los medios impresos y televisivos sobre política, deportes, economía o cualquier tema que lo exija la coyuntura. Ella tenía la última palabra. 

Al parecer los medios masivos de comunicación, creían que los ecuatorianos éramos unos estúpidos y nos trataban como tal.

Desde las últimas décadas del siglo XX. el internet diversificó y abrió de manera absoluta las fuentes del conocimiento, de manera que ya no es posible imaginar el mundo sin esta herramienta tecnológica, de manera que algunos de los lectores, a lo mejor, no estén en capacidad de entender de lo que estoy hablando.

 

El internet, me genera una sensación de libertad y me agrada, aunque sea para tener en la palma de mi mano un basurero gigante dónde yo tengo la posibilidad para escarbar la información que me satisfaga, aunque lo que encuentre tenga las mismas moscas me peleen la carroña que consuma.

Me da la sensación de que el mundo de la web, me regaló una caverna más grande, mucho más grande, en los términos de la alegoría de Platón, al tamaño de la prisión a la que fui sometido en los años de mi infancia y de mi juventud, un puñado de radios y un par de canales de televisión quienes decidían que oír, que ver, que creer y que consumir.

Y aún ello era algo de libertad al calabozo del conocimiento que salía de los dictados de los profesores y a la repetición fiel y de memoria en los exámenes a las que fui condenado por 12 años de mi primera educación formal y a los sermones de los curas que intentaron atraparme toda la vida.

El internet, desmitificó las recetas de mi madre y me alegro, por la posibilidad de mirar a los otros, a los lejanos, a los diferentes y a poner en la silla de la duda a mis fundamentos, mis creencias, mis tradiciones, a mí mismo.

Me incomoda la sospecha de que el mundo que me puede mostrar el internet solo sea una caverna más, mucho más grande que la prisión dónde pasé la primera mitad de mi vida, y aún con esta certeza me alegra mirar que hay un horizonte más lejano y más amplio que me seduce y que me intriga, aunque solo sea mi propia versión "The Truman Show".

 

Jorge Mora Varela