UN NUEVO OBSCURANTISMO
ENTRE LA INQUISICIÓN Y LA AUTOCENSURA
De manera frecuente podemos mirar a los jóvenes que caminan por las calles mientras leen y/o escriben en sus teléfonos inteligentes, esta actividad la hacen por largos períodos de tiempo, al parecer de manera permanente y en todo lugar. La primera impresión podría ser: ”Vaya que bien, en pleno siglo XXI, las personas tienen el hábito de leer”, pero...
La historia cuenta que en el Concilio de Trento (1534- 1563), la Iglesia Católica con su Papa Pablo IV, ante la grave ruptura generada por la Reforma Protestante inspirada por Martín Lutero y frente a la posibilidad de imprimir de forma rápida los libros con la invención de la imprenta, decidió elaborar una lista de los libros que según su punto de vista atentaban contra la fe o la moral, por ello aprobó y publicó el primer ÍNDICE DE LIBROS PROHIBIDOS. Este listado alcanzaba cientos o miles de temas, que a la vista de la Iglesia Católica, no cuidaban la cultura, ni el bien de las almas.
Entonces las personas que escribían, publicaban, estampaban, regalaban, prestaban, tenían, conservaban, leían, vendían, compraban o recibían libros que constaban en la lista de libros prohibidos podían ser censurados, excomulgados, procesados por herejía, torturados y ser quemados en la hoguera.
Tanto así que aun en el siglo XX, en algunos lugares católicos de Europa y de América las mujeres que leían textos prohibidos debían confesarse y hacer la penitencia, por ser considerados pecaminosos.