LA MIEDOSA MUJER, LA DE LA MANO DURA
Una tarde de estas, caminaba cuesta arriba con dirección a mi departamento e iba sumido en mis pensamientos, de repente en la esquina cerca de llegar a mi destino la vi a esa mujer y quedé paralizado…
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El tiempo de matrículas era una tortura, porque teníamos que enfrentarnos a la oficina de admisiones, dónde el tribunal inquisidor a cargo, intentaba exprimirnos a los padres de familia de manera que de nuestros bolsillos saliera el máximo de nuestras posibilidades económicas.
Dentro de los trámites debíamos llevar los justificativos de nuestros ingresos y propiedades, para tasarnos el valor de la matrícula y pensiones que podrían imponernos para extender la matrícula a nuestros hijos.
Por lo general la sala de espera estaba llena de personas silenciosas, acongojadas y taciturnas a la espera del llamado de la encargada de fijar el monto a pagar por la educación de nuestros hijos.
Cuando sonaba el nombre de los nuestros, nos llegaba una sensación de un corrientazo eléctrico nos sacudía nuestra espalda, entonces nos poníamos de pies con la carpeta de justificativos entrabamos a la oficina.