La Meche

La Meche

 

Son las tres y media de la madrugada, Mercedes apaga el despertador y empuja las cobijas a un lado, se levanta, automáticamente va a la cocina y prepara un café muy cargado, camina a la cama de su hija, Alexandra, la despierta con un beso porque hoy tendrá que acompañarla a trabajar. Ropa abrigada y zapatos cómodos, a las cuatro madre e hija están listas para subir al pequeño y viejo automóvil que aguarda en la vereda de su casa pues en ese barrio no hay espacios para garajes.

Toman el camino hacia las dos fincas qué ahora sirven de paso a Colombia, llevan una lista de pedidos de todos los conocidos de Tulcán, Ibarra y Quito.

La Meche, como le decimos de cariño, hizo esos recorridos por todos los pasos de a pie hasta que consiguió que su padrino le prestara un carrito maltrecho pero que le ayudó a levantarse luego que el marido la abandono en plena pandemia y la dejó con una hija pequeña a cuestas y un montón de deudas que pagar.

RUPERTO Y SU TORTUGA

RUPERTO Y SU TORTUGA

Había una vez un niño que se llamaba Ruperto, él tenía una tortuga de mascota de nombre Roko que vivía en un estanque, cerca de allí había algunos niños jugando, y entonces Ruperto fue a visitar a su amigo Roko, los niños que estaban jugando, y uno de ellos en un instante boto la basura en el estanque y entonces Ruperto lo vio, y le dijo amablemente, por favor puedes dejar de botar la basura y que le ayuden a limpiar. Los niños lo pensaron y le respondieron que sí y entonces fue a ver como estaba Roko.

El caminante

El caminante

 

El Toño empuja su carro reciclador que fue armado con fierros viejos encontrados en la basura. Desde muy temprano sale de la pieza que comparte junto a una veintena de paisanos, en una casa cerca del río Tajamar. Desde el filo de esa casa sembrada en la ladera de la ciudad, el Toño recuerda cuando soñaba con ser arquitecto y construir edificios ecológicos ¡sí! un día creyó en el futuro, pensó que podría ser profesional, tener una vida mejor; incluso cuando la cosa se puso fea y salió de su tierra, lo hizo con una maleta cargada de proyectos, que poco a poco se fueron gastando. Ahí donde se lo ve, él se graduó del bachillerato con excelentes notas, le encanta dibujar y lee todo lo que encuentra a su paso; pero la vida es así, ahora, se lo mira, caminando por todas las calles de esta fría ciudad, rebuscando en la basura, tesoros escondidos, ya que no solo recicla papel, plástico y lo que pueda vender, también le da uso a todo aquello que su creatividad le permite, porqué para recursivo es número uno, y así, llegó a armar una especie de cama con toda esa madera que consiguió en los contenedores, y con esas ropas viejas formó un colchón, en el que todas las noches luego de esa larga jordana, tipo once, se recuesta junto a su hermano.

Las otras

Las otras

Angélica da gracias al Cielo por haber nacido en este lado del mundo. La mujer de cuarenta y tres años, sube el volumen a la radio, para seguir escuchando la noticia de las jóvenes afganas, mientras continúa cocinando el almuerzo. Ni siquiera sabe dónde queda ese país, pero siente alivio de estar tan lejos.

¡Ingenua Angélica! que se cree tan afortunada por las migajas de libertad que aquí tiene, se le ha olvidado que un día tuvo sueños y que terminaron al casarse con el enamorado de la secundaria, un muchacho de esos que se creen dueños de la mujer solo por el hecho de haberse acostado con ella. Tuvo que unirse al “machito en construcción” bajo las amenazas del joven, de que si lo dejaba se tomaría veneno o les contaría a todos lo “mujer fácil” que es. Entonces para no cargar con la culpa ni la vergüenza, apenas cumplió los dieciocho dio el sí, bajo la única indicación y sentencia de que “la mujer hace el hogar”. Palabra dada por su madre, la típica señora que se acostumbró a cargar cuernos, desplantes y maltratos, en nombre de las apariencias. Para quien los hombres derechos debido a sus necesidades, pero a las mujeres ni un mal pensamiento se les debe permitir. Una persona llena de amargura y miedo.

JUANITO EN EL PÁRAMO

JUANITO EN EL PÁRAMO

Un día Juanito un niño de la ciudad, decidió visitar a su abuelita Matilde que vivía muy cerca del páramo de El Ángel.

Llego donde su abuelita quien le conto que el páramo; era un colchón de agua, y una reserva para la humanidad, entonces Juanito pensaba, y no entendía cómo puede haber un colchón lleno de agua allá tan arriba de la montaña, y dijo:

- Me fugare para conocer ese colchón