ESCAPARATE
La tarde es fría y la llovizna no ha dejado de caer desde las once de la mañana, Juana se sienta en su viejo sillón café de madera, el tapiz de flores desgastado y raído ha perdido el acolchado. Ahí posa sus ciento sesenta libras, se acomoda junto al escaparate caoba, en donde guarda los recuerdos importantes, de los eventos sociales a los que ha asistido. Un mueble largo, alto y redondo con puertas de cristal, es el guardián de miles de figuras de toda índole, sus tres pisos contienen los detalles de tantas conmemoraciones: bautizos, primeras comuniones, aniversarios, misas de difuntos, bodas de plata, de oro
En la parte superior formados en circulo cual ronda infantil, están los libros de oraciones, proverbios chinos, cofres con rosarios, llaveros en forma de cuadernos con fotos de los homenajeados, crucifijos, estampas de vírgenes, santos y figuras de divinos niños.
Abajo reposan zapatos diminutos de cerámica vidriada, flores de tela, floreros de loza, cofres de madera, pequeñas cajas musicales, broches de metal oxidado, chambras diminutas tejidas en perlé, juegos de té bordados con hilo dorado, cuchillería diminuta de plata.
En la parte inferior descansan los detalles más grandes, ramos de novia, azahares, zapatillas de quinceañera, canastas de sortijas, peinetas adornadas, copas de bacará decoradas con encaje, ajiceras, bomboneras, todo cubierto por una capa espesa e imperceptible de polvo que con el paso de las décadas se ha adherido a los objetos hasta ser parte de ellos.